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Pol Prince se deja follar a pelo por el enorme pollón de su apuesto cliente Sir Peter | Men At Play

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Después de ejercer unos cuantos meses como comercial inmobiliario, Pol Prince todavía no había aprendido a no dar las cosas por sentadas, aunque a menudo en su trabajo tenía que hacerlo para intentar sacarse los cuartos a fin de mes. Nada más ver a Sir Peter con ese porte, apuesto, fuerte y grande, supuso que estaba casado y con familia, así que dio por sentado que un hombre como él necesitaba una casa grande como la que él tenía para mostrarle.

En cuanto le dijo que no, que estaba soltero, aparte de ver en él a un buen partido, volvió a dar por sentado que querría la casa para hacer grandes fiestas. Esta vez parecía ir por el camino correcto, porque Sir Peter cogió el camino directo hacia la piscina, el lugar de la casa que más le interesaba. Mientras el interesado se quedó mirando los rincones exteriores, Pol se metió en la cocina y llamó a su jefe, dando por hecha la firma del contrato, cuando de repente creyó ver a Si Peter con la polla por fuera de la bragueta, mirándole y masturbándose.

Que Pol era un chico majo y muy guapo, estaba fuera de toda duda, pero jamás pensó que podía resultarle atractivo a un tiarrón como ese y menos ponerle la pija comol se la había puesto, gigantesca, durísima y tremendamente gorda. Al abrir la ventana confirmó sus sospechas, ver de cerca ese pollón colándose por los barrotes de hierro forjado le puso tierno. Se la agarró con la mano y comenzó a pajearla. Gordísima y bien caliente. Se inclinó y como pudo se la metió dentro de la boca.

Ningún tio le había hecho abrir tanto la boca como ese. Joder qué pollón más grande. Necesitaba ponerse cómodo, sentir que no estaba en una puta cárcel chupándose al guardia de turno. Salió al porche, se arrodilló como era debido y se le siguió mamando. Sir Peter no era el curioso que iba buscando que un tio guapo se la mamara y si te he visto no me acuerdo, qué va, él también agarró la trompa de Pol, que estaba muy bien dotado y le pegó una buena chupadita.

Pol sabía reconocer a un buen macho en cuanto lo veía. Esas manos grandes, dedos como pollas. Le dio la espalda, se bajó los pantalones y dejó que jugara con su culito. Sintió esas manazas acaparando sus dos pomposas nalgas, la yema de un dedito que jugueteaba con su orificio de entrada, que se colaba dentro y después la furia de una gigantesca polla atravesándole el ano sin condón.

Gorda, apretada, imparable. Sir Peter le abrazó por detrás y Pol levantó la espalda pasando una mano por detrás de su cuello para sentir su cara junto a la suya, el aliento de su follada. Le tenía bien relleno de rabo. Sir Peter se sentó en la barandilla junto al porche, con su enorme herramienta en alto y Pol se sentó encima, dándole la espalda, esforzándose por tragarse toda la polla a cada salto. Cuando esa mañana salió de casa para hacer su trabajo, Pol se metió un par de condones en el bolsillo. Regresó a casa con los dos condones a salvo. Su camisa blanca y su chaqueta gris dejaron de estar impolutas y ocuparon un hueco en el cubo de la ropa sucia.

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