Les quedaban por delante otras cuatro duras horas de curro taladrando paredes. Vadim Romanov no iba aaguantar hasta llegar a casa. Se levantó, miró hacia un lado y otro, hacia atrás, para ver si estaba el jefe o si venía alguien por la calle e intentó convencer a su compi Freddy Salvador para que al menos le comiera la polla en el almuerzo.
El tio se resistió, pero esa sonrisita nerviosa mirando paquete hacía preveer que iba a caer en cuestión de segundos. Así fue. Al plantar la mano en el bulto y palpar un pollón grande, gordo y durito, ya no la pudo apartar hasta que Vadim se desabrochó la bragueta y dejó que fuera él quien se la sacara. Freddy acostumbraba a sacarse la suya para mear y hubiera jurado que no le cosataba tanto. Esa era tan larga que le obligó a meter mano a fondo y separar los pantalones. La dejó caer, rebotó un poquito y se quedó firme e imponente esperando boquita.
Freddy acarició el cipote entre sus labios, golosón, intentando colocarle el capuchón arrastrando el pellejo hacia afuera. No le sirvió de nada. Vadim estaba muy bien circuncidado. Ese pollón estaba más rico que el bocata que se acababa de meter entre pecho y espalda. Lo devoró hasta sus tres cuartas partes escupiendo encima del tronco, empapándolo con el sudor de sus resbaladizas babas, haciéndole un hueco en su garganta y provocando que la piel del pene se le arrugase en la bae ante la presión que ejercían sus labios tragando a fondo.
Donde estaban comenzó a hacer sol. Vadim se levantó un poquito los pantalones y se llevó a Freddy a la sombra, se sentó en un banco y dejó que el chaval siguiera comiéndole la verga. Cuando estaba de pie ya le parecía grande, pero ahora que la veía así reluciente, destacando contra el cuerpo de su dueño, le resultó de un tamaño impresionante. Era como una baguette de larga y gruesa.
Esta vez fue Freddy el que le pidió cumplir una fantasía. Comérsela, pero en el lugar de trabajo. Fueron andando hacia la habitación, Freddy por delante, agarrando con una mano la larguísima pija de Vadim que iba por detrás caminando como buenamente podía, con todo ese peso colgándole entre las piernas. Vadim se quitó el chaleco del curro y mostró a Freddy su inconmensurable torso delgadito, musculoso y peludo, consiguiendo que le entrara más ahmbre todavía.
Para que se la comiera mejor, buscó su boquita y le echó un señor gapo desde arriba que le entró en toda la boca. Haciendo valer esta nueva dosis de saliva, Freddy tragó hasta enorgullecerse de ello. Luego Vadim se levantó la polla y la puso pegando a su barriga. Freddy le miró, intentando comprender qué quería, pero estaba claro. Le comió todos los huevos.
Si había un motivo por el que Vadim se iba a casa todos los días con un buen empalmamiento y casi no podía aguantar a llegar a casa, ese era el culazo de Freddy. Ya se intuía por debajo de los pantalones que el chaval tenía un buen trasero, pero cuando le veía echar una meadita en el campo y se bajaba los pantaloncitos un poco dejando ver su hucha, Vadim se ponía enfermo de vicio.
Ahora lo tenía enfrente y deliraba de gusto. Le empapó bien el ojete de saliva y sintió cómo la polla se le ponía roja de ira al pasar la yema de sus dedos por ese agujero mojadito, caliente y esponjoso. Como buen taladrador, había hechos muchos tipos de agujeros, grandes y pequeños, pero ese que estaba a punto de abrir fue el mejor de todos sus trabajos hasta ahora.
Le perforó y dejó que Freddy se acostumbrara a la envergadura de lo que le acababa de meter dentro. Freddy meneó un poco el culete, lo echó hacia atrás y no paró hasta sentir el roce de los muslos de Vadim en sus nalgas. Entonces Freddy alargó una brazo hacia atrás y con una mano le sobó el culo a Vadim. Lo tenía completamente dentro.
Aprovechando la fuerza de esos curtidos abdominales, Vadim le dio bien por el culo, sin condón, penetrándole una y otra vez a destajo, sintiendo cómo la polla se le inflaba de gusto y los cojones se le recargaban con esperma a cada pollazo que metía. Hacerlo por detrás era relativamente fácil, pero cuando Freddy se puso bocarriba en la mesa de trabajo, con las piernazas abiertas para él y los calzones suspensorios sin poder contener los huevos que se le aplastaban ya por debajo con la goma, la cosa cambió.
Ya no era sólo aliviar el placer contenido y follar por follar, ahora, cara a cara, meter rabo singinificaba también dar un poquito de amor. Le metió la polla hasta el fondo y al sacarla el ojete palpitó deseando que volviera a hacerlo. No sólo le estaba metiendo la polla, es que ese tio estaba deseando que le metiera la polla. Al verle disfrutar tanto, Vadim se inclinó para besarle. Freddy agradeció esa muestra de cariño agarrándose a su cuello y morreándole.
Completamente desnudo, con las botas puestas, de rodillas sobre la mesa de trabajo, Freddy era un auténtico dulce. Vadim volvió a darle caña por detrás disfrutando del momento, sabiendo que la corrida estaba al caer como siguiera por ese sendero de vicio. Antes de que eso ocurriera, se sentó él sobre la mesa, inclinó su pollón hacia arriba e hizo que Freddy se sentara encima de su enorme torno. Menuda paja le arreó con ese enorme culazo.
Freddy le dio la espalda para correrse. Sintiendo cómo esa barra gorda le rebañaba por dentro, se agarró la pija y comenzó a masturbarse hasta sacarse la leche, con todo el semen colgando a pegotes y cayendo como cola de pegamento sobre la pierna de Vadim. Freddy ofreció a Vadim su cara como sacrificio. Vadim se pegó un pajote sobre ella corriéndose encima de su boquita, soltándole un buen lechazo que se le quedó grabado en la mejilla y resbalando por su cuello. Luego tomó biberón caliente besando el cipote con sus labios y amamantándose, sacando hasta la última gota.