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El chulazo mejicano Ken pone a comer rabo al argentino Marco y se lo folla a pelo para darle la bienvenida a Cancún | Latin Leche

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El cazador se lo pensó dos veces antes de ejercer de celestino en la ciudad de Cancún, México. Al ver lo guapete que era Ken, el taxista que le recogió en el aeropuerto para llevarle al centro de la ciudad, con esos muslazos rellenando los shorts y tan fibradito, le dio una buena propina además de pagarle la carrera, con la intención de proponerle cosas muy guarras, como llevarlo a un descampado y comerle la polla hasta deslecharle o hacerle tragar rabo y mojar esa carita tan linda con mucha leche.

Al salir del taxi, el cazador se fue bien empalmado, pero también con el número de teléfono del chaval, al que por supuesto iba a dar buen uso. Nada mejor que pillar a un turista para enseñarle la fauna local. Pensó en cualquiera de esos turistas que se imaginaba a los mexicanos bajitos, delgados y con mostacho, pilló al argentino Marco por banda y se relamió con la idea de hacerle cambiar de opinión cuando vierna al chavalín.

Sí, apenas tardó un segundo en cambiar su idea y es que Ken era tan perfecto y estaba tan bueno que a cualquiera se le aceleraba el pulso y se le inflaba la polla. Se había puesto guapo para la ocasión. Ojazos, pelo negro azabache con ese flequillo arremolinado en la frente que le daba un toque especial. Tenía buen porte y el gym había conseguido cincelar su cuerpo hasta dejarlo perfecto. La camiseta de manga corta y super ajustada no dejaba lugar a la imaginación y alentaba el morbo.

Se le marcaban los abdominales, los pectorales, los fuertes biceps rellenando las mangas hasta estirarlas. A Marco le entró mucha calor y se quitó la camisa. Para cuando el chaval se acercó y empezó a besarle, su cuerpo y el ojete de su culo ya estaban ardiendo. Ken se quitó también la camiseta y Marco empezó a recorrer su fibrado torso con la boca, deleitándose con el calor que desprendía su cuerpo.

Debajo de los pantalones, Ken llevaba unos boxer azul marino. Se los quitó y se sentó esperando que a Marco llegara a su rabo. Además de guapo, el chaval tenía un buen pollón, durísimo y de los grandes y gordos que apetece llevarse a la boca nada más verlos. Marco le dio un repasito con la lengua por la parte de arriba desde la base hasta el capullo y recogió el cipote entre sus labios llenándose la boca de polla.

Qué bien dotado estaba el taxista, seguro que volvía a las niñas locas con esa pedazo de pija y lo guapo que era. Marco se detuvo un buen rato en la parte de la polla que más le gustaba, su cipote reluciente y perfecto, gordísimo. Se lo relamió en círculos con la lengua y luego lo depositó en el interior de su boca bajando la cabeza y conduciéndolo hacia la entrada de su garganta. Ken abrió la boca y gimió en silencio al sentir cómo su polla comenzaba a entrar por un camino inusitado y más apretadito de lo que estaba acostumbrado.

Una vez hecho el hueco, digirió la polla una y otra vez tragándosela hasta las pelotas. Ken le levantó para darle un morreo y probar el sabor de su propio rabo. Marco miró en conjunto a ese tiarrón. Fuerte, fibradito, su polla ahora morcillona colgando toda encapuchada y cilimbreando al viento, mojadita con sus babas. Por qué tenía que ser tan perfecto.

Aunque estaba encantado con que se la jalaran, Ken necesitaba culo donde meterla. Se agachó y dio un repasito guapo al suave y pomposo culazo del argentino, que se abrió de piernas y se derritió de gusto al sentir el aliento, las manos y la chorra de ese guaperas. Se puso a cuatro patas para él en el banco de barro y cerámica y miró hacia atrás viendo cómo ese adonis se acercaba a su culo con la polla en la mano. Al sentirle dentro gimió de placer.

Aunque pareciera timidito al principio, Ken sabía bien cómo follarse un culo. Menudo perfil tenía el cabrón luciendo cuerpazo mientras empotraba un buen pandero asiéndose con una mano a la cadera de Marco y con la otra a su hombro para llevar el ritmo. No fue lo único a lo que se agarró. Tras llevar un rato dando por culo por la retaguardia, le fundió a pollazos taladrándole con la estaca, agarrándole a dos manos por el cuello y luego por la coleta, dominándole y haciendo suyo ese culazo.

Marco cabalgó sobre sus piernas anclado en su gordísima polla, agarrándose con las manos en sus fuertes y dominantes muslos que tanta pasión habían provocado al cazador dentro del coche. Marco se tumbó en el banco y se recreó la vista admirando a ese chulazo haciéndole el amor frente a frente. Se iba a abrir a él de piernas hiciera lo que hiciera, pero al tener contacto visual  volver a probar sus labios, le entregó todo.

Ken también le entregó todo lo que tenía en los huevos. Marco empezó a pedirle leche al verle tan concentrado follándole el culo. Ken se entretuvo mojando la chorra un ratito dentro del culo y cuando le vino el gustillo intentó salir a tiempo, pero las ganas le pudieron y durante el corto trayecto entre el trasero y la cara de Marco, se corrió por el camino soltando lechazos. Por suerte uno salió disparado hacia su boca dejándole una buena preñada en el bigote.

Resultó tener leche acumulada en los huevos para apagar fuegos. Iba bien cargado el cabrón y no paraba de correrse, todo el semen acumulándose en el torso de Marco que se sintió como un lienzo en el que un pintor vertía pinceladas a lo loco. Menuda carrera le había dado el taxista. Una bienvenida inolvidable que hizo cambiar sus pensamientos. El cazador guardó el teléfono de Ken a buen recaudo.

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