Quién puede resistirse recién levantado a la visión de un culito redondo y suave sin la tentación de posar la mano y sentir su tacto. Antes de ir al baño a mear, Dalton Sirius acababa de dejar bajo las sábanas a su ligue de la noche anterior, Ricky Ibañez, un chavalito que no se separaba de él y que lo seguía a todas partes, incluso al baño del garito, donde Dalton finalmente decidió darle de comer rabo hasta que el chaval se pringó los morros de leche. Y ni por esas le dejaba a sol y sombra, el tio insistente no paró hasta que acabó en su cama con el culo bien follado.
Ahora se había desprendido de las sábanas y ese mismo culito riquísimo que se había follado apenas unas horas antes, otra vez estaba pidiendo rabo a gritos. Mientras lo rozaba con las manos y el chaval se estremecía, comenzó a ponérsele dura, pensando en la cantidad de leche que le propinó en la cara y la forma en la que entraba su polla enorme por el culito. Era instantáneo, caricia que le propinaba en el pandero o besito, su polla respondía creciendo y poniéndose dura cada vez un poquito más.
De tenerla colgando hacia abajo según salía de echar la meada, terminó con el rabo empinado hacia el frente y su capullo se adivinaba ya entre la piel que le recubría el glande. No le hizo falta tocarse con las manos para trempar y ni de coña estaba dispuesto a tocarse, ya que ahora que el chavalín había despertado, iba a suplir sus manos por una buena boquita, por unos labios que le mareasen la polla hasta dejársela inconsciente.
Dalton se tumbó a cuerpo de rey sobre la cama y dejó que el Ricky hambriento le dominase toda la polla. Se puso a comerle rabo dándole la espalda, con un brazo echado por encima de su torso. No podía ver cómo se la chupaba, pero sí podía sentir su pollón creciente apretadito entre los labios, lo que le hizo proferir unos cuantos gemidos de gusto como si se estuviera corriendo. Lo que la bebida le había impedido disfrutar en plena consciencia, ahora iba a resarcirlo con una segunda oportunidad en sus plenas facultades.
Menudo cabroncete estaba hecho. La noche anterior no se despegó de él ni un solo instante y en la cama el tio no se despegaba de su polla, cómo se notaba que le gustaban así como la suya, grandes y gordas para llenarse la boca a pleno rendimiento. Incluso cuando se puso sobre él para abrirle el culo, ya se buscaba las artimañas para no despegarle los labios del cipote, menudo artista. Lo que le sorprendió y se la puso más dura y cachonda aún, fue verle arrodillado comiéndosela, con los morros bañados en saliva. Sólo se había centrado en su culo y poco más y descubrió que ante él tenía a un chaval demasiado guapo y con unos ojos verdes que le llevaban al cielo cada vez que miraba hacia arriba.
Miraba como aprobando la mamada y Dalton indicaba con gemidos lo que le hubiera gustado decir con palabras, algo así como “sigue hijo, sigue chupando que lo haces de puta madre“. Le encabronó tanto que lo cogió en volandas poniéndolo hacia abajo y haciéndole tragar polla mientras él se dedicaba a su agujerito. Acabaron sobre la cama haciendo un sesenta y nueve de rabo y culo, con el chaval pajeando a mano llena y perdiendo el sentido al notar la lengua de Dalton penetrando su culito. No era solo la penetración de esa lengua juguetona, sino también el roce de los pelitos del bigote y la barba los que le daban un gustillo de la hostia.
No recordó si la noche de antes se lo había follado poniéndose el condón, tampoco había visto rastro de él por la habitación y los que llevaba en la cartera ya no estaban (puede que ni siquiera se acordase si se había follado a alguien más), pero no iba a dejar escapar la oportunidad de follarse a ese chaval como fuera. Seguramente hace unas horas se lo hubiera follado también sin condón, porque Ricky se sentó sobre su polla completamente a pelo sin problemas.
Cómo le gustaba que se sentaran sobre él, sobre todo chavales así de manejables respecto a su constitución física. Su polla lo sufría de lo lindo, más que nada porque estaba super apretadita y el más leve movimiento provocaba en él un efecto desatascador, pero desatascador de lefa intentando sacar la leche de sus huevos. Tenía los huevos arrugados a punto de explotar, pero no podía dejar al chaval así a medias, así que aguantó con la polla dura dejando que Ricky saltase una y otra vez rebotando sobre sus muslos, cogiendo impulso y clavándosela entera. Si algo había aprendido Dalton con este tipo de chicos insaciables es que eran capaces de aguantar lo que les echasen. Seguro que si le hubieran plantado una segunda polla de las mismas dimensiones su culo se hubiera tragado sin problemas a las dos juntas.
Entre la silla y ese culo que no paraba de rebotar, apenas tenía margen de maniobra para dejar respirar la polla. Antes de llegar al punto de correrse, agarró a Ricky y lo puso boca arriba con las piernas abiertas para follárselo cogiendo el mando. Dejó que fuese la fuerza de su polla la que penetrase el ojal. Sin manos, empujando poco a poco con el culo, le fue perforando hasta plantarle toda la polla dentro, dejándole los huevos aplastados contra el pandero. Se recgocijó un ratito con el rabo dentro por completo y comenzó a follárselo.
Le encanta ver esa manita de vez en cuando cogiéndole la polla por detrás. La tenía tan gorda que la manita se quedaba pequeña a su lado y eso le ponía cachondo porque le daba la sensación de estar abusando del chaval y rozando los límites de lo imposible. Le dio tan duro que Ricky tuvo que sacarse los calzones abiertos por el culo porque estaba empezando a empalmarse. Dalton le dio mucho cariño con la polla, abrazándolo mientras se lo follaba de lado. Sin dejar que se moviese, se puso de rodillas en la cama y le siguió jodiendo el culo hasta que al chaval le salió una lluvia de semen por la polla, toda blanquita y espesa de buena calidad.
Por un momento Dalton se la sacó y la meneo pensando en dispararle al agujero, pero una mirada de esos ojos verdes le bastó para volver a meter la polla dentro y seguir follándoselo. Lo penetró bombeándole el culo a gran velocidad, haciendo que la cama temblase y cogiendo al chavalín del torso con las manos. Así le dio sin parar hasta que le vino el gustillo de la corrida recorriéndole el cuerpo. A punto estuvo de preñarle, pero se la sacó justo a tiempo, con la leche calentita rebosando de su cipote y dejándola plantada en la entrada del culete.
Los dos volvieron a quedarse dormidos, disfrutando de esa mañana de sábado de relax. Lo que no sabía Dalton es que al despertar volverían a repetirse las ganas de follar, así una y otra vez todo el puto día en el que no salieron de aquella habitación y en el que Dalton y Ricky sacaron más leche de sus huevos que nunca en sus vidas.
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