La cara de Rob Campos era de puro asombro. Octavio, ese tiarrón chulazo y cachas a cuatro patas en su cama de la habitación de hotel, dándole la espalda y ofreciéndole ese culazo grande y musculoso para penetrarlo. Era como una fantasía hecha realidad, como si sus colegas le hubieran hecho el regalo de su vida llevándole al estríper en la noche previa a su boda, antes de desposarse.
No sabía por donde atacarle de lo bueno que estaba y no era porque no tuviera polla para darle placer, que de eso le sobraba por suerte. Ante las dudas, Octavio se giró de nuevo y excitó a Rob inclinándose y comiéndole toda la polla. Rob se arrepintió de no haberle agujereado el culo, porque ahora tenía que respirar hondo y aguantar la leche en los huevos viendo la cabeza de ese guaperas subiendo y bajando, sus labios amasando su pija una y otra vez, una escena difícil de resistir.
Durante un rato hicieron la barquita, inclinándose por turnos, masturbándose las pollas con los labios. El olor a macho, el aroma al semen de la corrida anterior, comenzó a inundar la estancia y a ponerles cachondos. Pocas cosas daban más gusto que follar en un ambiente propicio sólo para hombres. Cuando llegó el turno de Rob se chupar rabo, volvió a recrearse en ese jugoso pito y subió por el cuerpazo de Octavio besándole y posando su mirada de ojazos azules en su espectacular torso.
Lo deseaba porque quizá era algo que él no tenía, un chavalito delgado, casi en los huesos, que estaba fibradito y buenorro, pero no llegaba a ese nivel de perfección. Para él era como observar una escultura, solo que pudiendo meterse dentro de ella, tocarla, darle amor. Octavio volvió a darle la espalda poniéndose a cuatro y esta vez Rob no se lo pensó dos veces.
Hundió los morros en la raja de ese enorme culazo, se agarró bien con las manos a las nalgas y horadó su agujerito con la lengua. No solo se divirtió con su trasero. A saber cuándo un tiarrón así volvería a posarse en su cama en esa postura. Metió una mano entre sus piernas y le sobó la polla dura y los huevos. Al incorporarse, Rob volvía a tener el pollón a punto de reventar, tieso a tope formando casi un ángulo paralelo perfecto con su vientre.
Le plantó la polla entre las cachas, le pinceló la raja del culo con el cipote, le palmeó las nalgas a golpe de rabo y poco a poco, empujando cada vez más fuerte, se fue metiendo dentro de él sin condón. A pesar de que Rob tenía una buena minga para satisfacer cualquier culazo, ese le parecía tan grande y fuerte que se obligó a sí mismo a dar más duro de lo normal, sobre todo al ver a Octavio mirarse en el espejo, manteniendo un semblante normal a pesar de estar recibiendo una buena polla por detrás.
Rob también se miró en el espejo y lo que vio le gustó. Vio a un chaval delgado y guapo, de pelo en pecho, arremetiendo con fuerza el culazo tragón de un tio cachas y que estaba buenísimo. Octavio se volteó y se puso de lado para comerle la polla de nuevo. Su forma de chupar pija era demencial, abriendo la boca a tope y metiéndosela a bocados para después apresarla con esos labios gruesos, suaves y tal dulces que tenía.
Chuparse las pollas después del esfuerzo de follar, era como volver a un oasis lleno de vida. El gustazo de tener un rabo en tu boca, sentir las palpitaciones del nabo en tu lengua y en tus labios, el cipote resbalando por tu paladar conduciéndolo hasta el fondo. Rob aprovechó que la de Octavio estaba ahora blandita para metérsela hasta el corbejo.
Se besaron, mirándose fijamente, chupando esos labios, chocando esas lenguas que llevaban el sello y el sabor de sus rabos. Octavio fue apresando a Rob entre su cuerpo y el reposacabezas de la cama, le preparó la polla con una buena mamada para que no tuviera que usar un condón y a continuación hizo algo que llevaría al chaval al límite.
Rob vio a ese hombre dándole la espalda, de pie sobre la cama, tan musculoso y fornido. Vio cómo hacía una sentadilla, se clavaba su polla por el culo, echaba la espalda hacia atrás apoyando una mano en el colchón y con la otra se pajeaba mientras empezaba a saltar follándole la polla. El ritmo se incrementó. Rob tenía ya los huevos puestos por corbata.
Octavio se sacó el rabo del culo y se arrodilló pajeándose, apuntando hacia la carita guapa de Rob. Le preguntó si quería leche, pero no era una pregunta, porque se la iba a dar igualmente. Unos gemiditos dieron la señal de alarma. Rob abrió la boca y los chorrazos de leche le golpearon el paladar, goteando sobre su lengua y penetrando por su garganta, otro salió volando por la parte izquierda de su carita y se plantó sobre su patilla y su barba dejándole los pelazos negros llenos de mecos.
Qué dulce sabía la leche de ese cabrón y qué gusto le dio sentirla en sus papilas. Con los morros sucios llenos de lefa colgándole por la barbilla, se relamió y se la empezó a cascar devolviendo la pregunta a Octavio. Le observó fijamente y se preguntó cómo quedaría la cara de un chulazo así pringada de semen. No pudo responder a su pregunta porque cuando empezó a correrse, Octavio se lo cazaba todo al vuelo amasando su glande entre esos labios.
Octavio supo aprovechar bien los momentos que seguían a una corrida, cuando la polla todavía permanecía dura. Rob vio cómo se relamía su lefa, le agarraba la polla poniéndosela en vertical y se la hundía dentro del culo. Hasta Rob era mortal y su rabo no permanecería duro para siempre. Cuando empezó a flojear, Octavio se inclinó expuñsando la polla del interior de su generoso culo y se besaron haciendo resbalar la lefa entre sus bocas. Tras la follada, se quedaron en la cama desnudos, corridos, cruzando los brazos y acariciándose las mingas.