Lo veía venir, cuando Sir Peter se colaba en su habitación por las noches, encendía la luz y le veía semi desnudo, con esos calzones tipo slip embutiendo una polla que iba a reventar la tela, casi saliéndose por la parte lateral superior de lo grande y dura que la tenía. Iba en busca del agujero de un culo y Babylon Prince siempre acababa a cuatro patas con ese empotrador restregando la cebolleta por la raja de su trasero.
Con tanto refrote, al que se le acababa saliendo el primero el rabo por los calzones era a él. A Sir Peter le gustaba estrujar la tela de sus finos gayumbos y metérsela por la raja como si fuera un tanguita. Al girarse, ese macho estaba totalmente empalmado y a Babylon se le hacía la boca agua al ver ese pedazo de miembro viril de veintitrés centímetros completamente duro, apuntando hacia arriba, todo un pollón largo, enorme y gordísimo que le hacía abrir la boca a tope para metérselo dentro.
Al contrario de la de otros hombres a los que que había probado, la de Sir Peter no era deforme ni estaba recubierta de venas hinchadas como tropezones. Era un cilindro casi perfecto que invitaba a abrir la boca de par en par y dejarse llevar, dejarse alimentar como un condenado. El cipote era gordísimo y estaba bien rico. Babylon sintió su textura, su calor y su tamaño deslizándose por su paladar y casi sin darse cuenta lo tuvo intentando colarse por el interior de su garganta.
En ese momento Sir Peter le estaba agarrando por los pelos, ayudando a que se la tragara y después de intentarlo, Babylon necesitó unos segundos para tomar aire y esconder sus lágrimas. Un tio pollón es aquel que también te hace llorar. Y Babylon lloró mucho. Cada vez abría más la boca, se la metía más adentro apresando el tronco con los labios y atrapando un trozo más de rabo. Podía sentir ya el rocecillo de los pelos negros de la base de la polla de ese cabrón en la punta de la nariz.
Pronto aquello se convirtió en un juego indecente donde penetrar a fondo su garganta era la meta. Babylon estaba empalmadísimo también y ya era una auténtica putita en manos de ese tiarrón tan bien dotado. Hasta le agarraba las manos para que le forzara a tragar y la polla dentro de su boca, del tamaño de un buen mazo, le quedaba de lujo.
Babylon se dejó follar la boquita y los sonidos guturales se hicieron con el silencio de la habitación. Que quería tragársela estaba fuera de toda duda, así que se tumbó todo lo largo que era encima de la cama y dejó que Sir Peter le hiciera un gag the fag, con todo ese musculoso cuerpazo ejerciendo fuerza y culeando, haciéndole tragar rabo.
Por la forma de esa gigantesca polla, enderezada hacia arriba, tiesa, casi paralela al vientre de Sir Peter, sin duda esa era la postura perfecta para hacerla pasar a través de la garganta. Babylon abrió los ojos y no pudo resistirse a la visión de la entrepierna de ese macho. Le dio su merecido repaso a la polla y los huevos, todo a tiro. Todo lo tenía tan grande que Babylon se sintió en un paraíso entre sus piernas.
Se metió las dos pelotas dentro de la boca y las masajeó con la lengua, apretando con los labios mientras le masturbaba con la mano ese pollón enorme. Sir Peter lo intentó una última vez. Agarró el cuello de Babylon con las manos, dejó caer su cabeza hacia atrás por el borde del colchón y le penetró la boca. El pellejo que recubría el cipote rozando sus labios, la boca de Babylon completamente rellena de pene gigante, intentando no morder, con casi quince centímetros todavía fuera de su alcance, el tamaño de otra polla de tamaño medio.
Babylon supo que era la última antes de ser follado. Agarró fuerte los muslazos de Sir Peter y se la merendó todo lo que le cabía dentro. Que su culo intentara lo que su boca no había podido. La follada empezó fuerte. Sir Peter decidió que Babylon le cabalgara el pichón. Babylon hizo una sentadilla y cada centímetro de esa polla fue penetrándole el interior a pelo.
Sintió cómo las paredes de su esfínter se desgarraban, cómo le arrastraba la piel de la raja entre las nalgas hacia el ojete. Esa pollaza era poderosa, enorme, lo más gordo que había visto padre. Al sentir el cipote rozando la sensible piel de su ano, Babylon se relajó y el ojal se expandió pudiendo tragarse el rabo. Entonces su agujero se convirtió en el mejor relleno del mundo.
Todavía resistiéndose a caer por miedo a que le partiera el culo en dos y se quedara traspuesto, Babylon permaneció alerta suspendido encima del cuerpo de Sir Peter, con las piernas tensas. Sir Peter le agarró los dos melocotones con las manos y le penetró desde abajo, consiguiendo que ese culazo tragara más que la boca de su dueño. No entera, pero casi.
Babylon no podía hacer otra cosa que degustar esas nuevas sensaciones que lo estaban dejando como mareado dentro de un mundo de fantasía, mirando la cara de ese atractivo macho con barba, sus ojazos, su rostro varonil que en ese momento reflejaba su empeño en poseerle por dentro. Sin darse cuenta, entonces Babylon sintió la rugidad de la piel que contenía las bolas de ese macho en el agujero del culo. Tenía esos veintitrés centímetros de hormigón armado dentro de su cuerpo, pura fantasía.
Conseguido su objetivo, Babylon le dio la espalda y le pajeó el miembro con su musculoso y potente culazo. Le encantaba girar la cabeza y ver la media sonrisa embriagadora, perfecta y cargada de vicio de Sir Peter, que apreciaba un trasero capaz de tragarse su polla entera. Una vez conseguido la primera vez, Babylon ya no paró de tragarla entera, una y otra vez.
Sir Peter le dominó un poco, plantándole los pinreles en las nalgas y empujándolo hacia adelante, desplegando sus cachas para observar su ojete latiendo por él, cerrándolse y abriéndose como un corazón ardiente, deseando su rabo con locura. Se puso de rodillas y le dio por detrás sin condón, rebañando la ajustada entrada de su agujero con su soberana polla.
A pesar de habérsela tragado ya varias veces, Babylon seguía sin poder reprimir el puto gusto que le daba ese pollón tan grande jodiéndole el ano. Escondió la cabeza entre las sábanas y gritó fuerte para que el gusto y el dolor que sentía en el ojete le saliera por la boca de alguna manera. Ese macho no le dejó ni un puto segundo de respiro.
Le tenía ya casi cabalgándole por detrás. Le había apresando las nalgas entre los muslos y estaba incilado sobre él penetrándole sin compasión. En un momento dado sacó la polla, a Babylon se le cerró el esfínter y el cabronazo buscó hueco casi al segundo. Babylon, que se estaba recuperando todavía, sintió cómo el agujero de su culo hacía click como un resorte y se vió obligado a tragarse toda esa barrena enorme.
Luego sintió el cuerpazo de ese tio dominante sobre el suyo, fuerte, musculoso, caliente, sudado. Babylon no paraba de recibir polla, de ser amado. Nunca nadie le había amado tanto. Se sentía vulnerable, entregado, sometido y sobre todo bien follado. Notar ese cuerpazo y su poder era puro morbo, pero verlo en acción follado como ocurrió poco después, le hizo sentir igual de bien.
Babylon se tumbó bocarriba y ofreció su cuerpo a Sir Peter, cuyo cuerpo estaba bañado con una fina capa de sudor que, junto con la iluminación, le hacían parecer un hombre de oro. Y lo era. Babylon detuvo su mirada en el abdómen, en su pechito lobo. Sin querer, a Babylon se le escapó el precum y la zona debajo del ombligo, justo donde ahora rebotaba el cipote de su también generosa polla de casi veinte, estaba completamente mojada.
Con ese miembro todavóia recorriendo a placer las paredes de su ano, Babylon terminó de sacarse el caldo con un delicioso pajote que le dejó nuevo. Sir Peter se lo siguió follando. Babylon se tumbó a cuerpo de rey con las manos detrás de la cabeza, dejándole claro que, si quería, tenía su consentimiento par que le metiera una preñada.
Pero Sir Peter decidió correrse fuera. Le sacó el rabo del culo y sin parar de gemir como un animal acorralado, se masturbó ese enorme pollón encima del cuerpo de Babylon. Los calostros empezaron a emerger de la raja de su gigantesco pene, blanquitos, espesos, dejando paso uno a otro, saliendo disparados de su rifle como balas bien cargadas.
La suerte de tener una leche tan espesita es que Sir Peter podía recogerla con los dedos y dar de comer a sus chicos. Eso fue lo que hizo, recoger un lefote y entregarlo en los labios de Babylon, que sacó la lengua, los recogió y se los metió para adentro. Al primero siguió un segundo. Los dedos de Sir Peter, llenos de semen, rozaron los labios y el bigote de Babylon dejándoselos de blanco.