Una sonrisa se iluminó en el rostro del joven acomodador brasileño John Brachalli al ver aparecer en la sala de cine a dos daddies que estaban potentes y de muy buen ver. Acostumbrado a ver a pandillas de chicos más jóvenes que simplemente iban al cine X a mofarse de las películas, doblándolas con sus voces y gemidos partiéndose el culo de la risa, estaba seguro de que David Linset y Steve Jouret sabrían apreciar cada segundo de la cinta porno que estaba a punto de servirles en bandeja.
Comprendió quela cosa iba bien cuando Steve entró más tarde y se encontró a David ya con el rabo por fuera de la bragueta masturbándose. Ese era el espíritu para el que estaba hecha la sala de cine para adultos, el de pajearse mirando, el de manchar la butaca y el suelo de palomitas de lefa, calentitas y sabrosas, el de llegar y esnifar el aroma a rabo que desprendía la sala, el de que el acomodador te sentara en filas distintas, pelársela mirando al que había delante y acabar juntitos butaca con butaca cruzando pajas.
John les dejó algo de intimidad, pero al echar una ojeada dentro y ver que esos dos se iban calentando cada vez más, llegando a las mamadas, se le puso el pito durísimo y entró para darles de comer un buen rabo. Los dos espectadores se lo agradecieron juntando sus labios y sus caras para hacerle una doble mamada. En sus caras pudo ver que estaban cachondos, completamente salidos, deseando follar.
El que más desatado estaba era Steve. El acomodador y su nuevo amigo se aprovecharon de esas ganas para reventarle la boquita y el culo. John tenía condones a la entrada de la sala, pero decidió prescindir de ellos. John no era sólo un buen acomodador, sino que también estaba para servir a los deseos de los espectadores. Se le daba tan bien dar por culo como recibir una buena tranca, así que acabó montándose a Steve sentado sobre la butaca, atrapando en su apretado ano la larga pija de ese cabrón. La cinta porno era sólo una excusa para follar, ellos se montaron su propia peli en tres dimensiones.