El dinero ya estaba ingresado en la cuenta y total, se trataba de hacer delante de la cámara lo que ya hacían de puertas para adentro a todas horas. Los seguidores de Joe Dave se lo pedían a gritos y más después de ver que su noviete Lucca era tan guapo, con ese bigotito al estilo italiano, perilla y aparentemente bien fibradito, por lo que se podía intuir por lo bien que le sentaba la camiseta negra de tirantes que llevaba puesta dejando al descubierto sus hombros y sus biceps.
Un besito no bastaba. Joe aconsejó a su novio que se olvidara de la cámara y lo consiguió. Se tumbaron juntitos en el estrecho sofá y comenzaron a intimar como lo hacían a cada rato que pasaban juntos, magreándose los paquetes por encima de las bermudas hasta que tenían las pijas duras. Entonces se las sacaban , se las pajeaban mutuamente, cada uno agarrando la del otro y Lucca se inclinaba para mamar.
Menuda lengua y menudos labios tenía en cabrón para chupar pijas. Primero degustaba el cipote, contaba hasta tres y se digería el pollote hasta el fondo, apretando fuerte con los labios pegados a los cojones de Joe, hasta que su chico le soltaba un soniquete de puto gusto. Joe no podía hacer lo mismo con la de Lucca, básicamente porque la tenía más gorda y más larga, pero se conformaba con intentarlo, con mamar, sentirla dentro de su boquita y retraer con sus labios ese pellejo que encerraba el capullo de sus deseos haciendo parecer la polla una auténtica butifarra.
Luego Joe se dejaba follar la boca. Le encantaba que su chico le atragantara y sobre todo ver sus grandes cojones colgando rebotando hacia adelante y atrás. Joe no había conocido jamás a un tio que tuviera la pija tan dura como su novio. A menudo se quedaba con el rabo delante de la cara, admirándolo, cogiéndolo y rebozándolo por su jeta, sintiendo su dureza y su calor en la nariz, en las mejillas, saboreando su picha, masajeándole el frenillo con la lengua, poniéndosela todavía más dura a punto de escupir.
El otro lugar donde le molaba sentirla era en su pandero, Lucca haciéndose una cubana aprovechándose de la raja de su hermoso culete redondo y blanquito. Su chico se lo masajeaba hasta que el agujero se abría solito y entonces aprovechaba para penetrarlo sin condón, para empujar y llenarle de rabo, para palmearle el trasero con sus cojones colgantes haciéndole delirar de gusto.
Dar por culo se le daba muy bien y Joe sabía que su chico tenía un porte estupendo pillando a un tio por la retaguardia, pero necesitaba mirarlo a los ojos, tenerlo más cerca. Hizo que Lucca se tumbara en el sofá, le remojó la picha y se sentó encima de ella, se inclinó hacia Lucca, se abrazó a él por el cuello mirándolo fijamente y empezó a saltar masturbándole la polla con el culo.
Lucca ya era guapo, pero con el cabello revuelto como si acabara de despertarse, estaba más rico aún. Al verle así, a Joe le apetecía más follárselo y darle todo, quedarse mirándolo cara a cara, pegados nariz con nariz, sentir el aliento de sus gemidos. Lo hizo por él, por sus seguidores. Sentó a Lucca en el sofá, le mamó la polla y se la tragó entera por primera vez.
Lucca se estremeció de gusto, revolviéndose ahí sentado. Cuando su chico se la sacó de la boca, le miró a los ojos, sin poder creer que le hubiera hecho ese regalo. Quizá lo de regalar una follada íntima a cualquiera que estuviera mirando era la chispa especial que iba a hacer de la relación sexual con su novio algo mucho más especial de lo que ya había.
Se sentaron los dos en el sofá, juntitos, pierna sobre pierna, cada uno masturbando su polla a destajo, besándose, mirándose. Joe hizo una mueca de placer, echó la vista abajo, frenó la marcha de la paja y empezó a correrse encima. Lucca se nutrió de todo aquello, mirando a su chico de arriba a abajo, buscando su mirada, observando su polla dura y con el cipote rojizo, recién corrido, toda esa leche encima de su cuerpo.
Su polla se corrió en tres tandas como un surtidor, primero soltando un buen lechazo hacia arriba como una fuente y luego con otros dos buenos lechazos directos hacia su hombro izquierdo. Toda esa leche encima y los mofletes de ambos, con un tono rojizo, eran una señal de que se lo habían pasado bien, tanto como los seguidores de Joe, que seguramente se habían puesto las botas con la parejita de moda.