Cada mañana al despertar, Dakota Payne esperaba paciente en el sofá a que Taylor Reign saliera del baño. En ese espacio era donde solían follar, pero esta vez Taylor tenía una sorpresa para él. Más de una vez habían hablado de hacer un trío y qué mejor forma de hacerlo sin tener que comprometerse que con un dildo. Cuando Taylor sacó ese monumental pedazo de goma, a Dakota se le abrieron los ojos como platos, porque le encantaban las pollas así de grandes.
Taylor le advirtió, era un regalo e iba acompañado de una máquina que haría sus fantasías para cuando él no estuviera para manejarlo. Dakota la probó. El dildo iba enroscado en la punta de una máquina que actuaba como una bomba. Antes de que se pusiera en marcha, Dakota no se resistió al placer de menear su trasero y sentir esa voluminosa polla acariciando sus nalgas y su calenturiento ojete.
Después de esa primera de contacto, Taylor le ayudó a embadurnar el rabo de goma con lubricante, se la metió dentro del culo y accionó el mecanismo. Entre gemidos de gusto y rezándole a Dios todo lo que sabía, Dakota dio gracias por ese puto invento del demonio, porque cuando su chico no estuviera y necesitara un rabo rellenando su culo, sólo tendría que mirar hacia adelante e imaginarse a un buen chorvo jodiéndole el ano.
Se suponía que sólo iban a probarla, pero los gemiditos de gusto y la forma en la que ese pollón de goma inflaba el culo de su novio, hizo que a Taylor se le pusiera durísima, que Dakota se diera cuenta y empezara a chupársela. Taylor estaba excitado. Una máquina follándose a su chico y él dándole de comer rabo. El mundo del revés, pero qué mundo.
Se quedó mirando tan fijamente al dildo penetrando el agujero que hasta que Dakota no tosió soltando unas cuantas arcadas no se dio cuenta de que le estaba jodiendo la garganta haciéndole tragar polla. Le calmó con unos besos y entonces Dakota perdió la cordura, sumiéndose en un sueño húmedo en el que todo formó parte de sus más íntimas fantasías.
Miró hacia atrás y esa máquina había dejado de ser mecánica para convertirse en un hombre de carne y hueso, en Calvin Banks, un tio atractivo y guapo, con unos ojazos verdes que flipas, rubito, de pelo rizado, con una bonita sonrisa que esbozaba enseñando unos caninos que le volvieron loco. Se fijó en su pechito de lobo, peludo, miró hacia adelante y notó su robusta y gorda polla azotándole el trasero antes de introducírsela dentro de él sin condón.
Qué clase de sustancia le había dado su chico para llegar a ese momento, era algo que desconocía, o quizá era una reacción natural a sus deseos, hacer un trío, ser el salami del bocadillo entre dos tios que estaban como el pan de ricos. Todavía sin creerlo, alargó una mano hacia atrás, tocó su cuerpo, pasó la mano por su culazo de empotrador, le cabalgó a pelo disfrutando del empalme de su tiesa polla.
Y su chico estaba ahí para darle rabo por la boca, para amarle, para abrazarle por detrás, besarle el cuello, susurrarle al oído, para ofrecerle ese regalo sin parangón que terminó por llevarle a un paraíso. Taylor también se aprovechó de su culo y mientras lo hacía, Dakota estaba bocarriba, viendo cómo Calvin hacía una sentadilla y dirigía su preciosa polla y sus cojones colgantes hacia su boca. Dakota se ahogó bien a gusto con ese flipante rabo y se puso sus cojones por corbata.
Siguió mamando con vicio. Calvin estaba a punto de soltarle toda la leche. Dakota abrió la boca a tope, sacó la lengua y con un sonoro gemido le imploró que le regara con todo su semen. La leche cayó encima de su lengua y al cerrarla para saborear, le ensució todos los morros con la lefa, el bigote, la mejilla, no paraba de salir leche de ese pollón. Lo rechupeteó metiéndoselo dentro de la boca y con el saborcito a macho se corrió encima.
Taylor también estaba preparado, se la meneó encima de su cuerpo y se corrió en él. Se incorporó para mamársela. Miró hacia un lado y ahí estaba Calvin, sonriendo de pura perversión. Cuando Dakota cerró los ojos, besó a su chico y volvió a girar la cabeza, Calvin ya no estaba. La fantasía había vuelto a convertirse en un dildo de goma, pero ahora Dakota sabía que su culo jamás estaría solo cuando necesitara un hombre cubriéndolo.