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El musculoso y dotado chulazo Matthew Attard se desnuda en la cama y se casca una buena paja | Bentley Race

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A todos los chicos deportistas les gusta salir a correr por la mañana, llegar a casa sudaditos y meterse en la ducha para continuar con su día a día. Solo que entre el deporte y la ducha, casi siempre cae una buena paja. Yo se la ofrecí a Matthew Attard. Para qué disfrutarla en la intimidad de su baño a solas cuando podía verla todo el mundo.

Tenía que hacer muy poco para ponerme cachondo. Matthew sabía que con levantarse la ceñida camiseta de manga corta de universitario que llevaba puesta me tenía completamente seducido. Yo me recreaba con sus abdominales bien marcados y mi mente volaba observando esos pelitos negros que nacían por debajo de su ombligo y se internaban más allá de la goma de los calzoncillos.

Sí, sabía lo mucho que me gustaba que hiciera aquello. Le gustaba jugar conmigo y con mis sentimientos, por eso lo siguiente que hizo fue tirar de la goma de los gayumbos con el pulgar de la otra mano hacia abajo y dejarme ver un poco más de esos pelazos negros que seguro rodeaban su polla como un bosque. Antes de darme la satisfacción de verle la minga, se dio la vuelta apoyándose contra la pared y descubrió la otra parte que más me gustaba de su cuerpo, su enorme y precioso culazo.

Era fuerte, redondo, bonito y cultivado como el de un futbolista y yo amaba eso, porque no podía parar de imaginármelo follando y unas manos agarradas en todo momento a esas nalgas. Se dio la vuelta y ahora sí me lo enseñó todo. Joder, menuda pelambrera de macho tenía ahí abajo, pero lejos de ocultar su nabo, su rabo se estiraba hasta abajo, largo, grueso, venoso, encapuchado. En su caso no había bosque por muy espeso que fuera que ocultara su leña.

Me encantaba ver a un hombre desnudándose delante de mí. Aproveché el momento en que estaba concentrado en quitarse la ropa para mirarle de arriba a abajo, sin poses, todo natural. Menudos brazos con fuertes biceps, un torso definido, sus abdominales, la caidita de la polla entre sus piernas, naciendo de ese matorral tan masculino y viril.

Cuando terminó de quitarse la ropa y me miró, me sentí follado. Menudo chulazo. Me dio una vez más la espalda, se dejó caer bocabajo en el puf y abrió las piernas. Me la tuve que sacar porque ya me apretaba y empecé a masturbarme recreándome con ese culazo, con sus grandes muslazos, con la visión de su entrepierna, con los cojones aplastados en el puf.

Al darse la vuelta tenía el pito durísimo, una buena mazorca gorda y larga apuntando hacia arriba, con los cojones colgando tanto que le cubrían la raja del culo. Le presté un fleshjack, lubricante y como hombre supo qué tenía que hacer. Echó bien de lubi en el agujero de entrada y me imaginé lo mucho que disfrutaría mi apretado culito con esa polla bien adherida a las paredes de mi ano.

Con el fleshjack, con la mano, a cuatro patas dándome la espalda, abriendo las piernas y pajeándose la polla entre ellas para que yo lo viera. Matthew me regaló su paja en varias posturas para ponerme bien cachondo y hacer que los dos nos corriéramos al unísono. No puedo evitarlo, me gustan los tios bien cerdos. Le ofrecí una toalla para limpiarse, pero la rechazó. Se limpió el puño bañado en lefa sobre las sábanas y volvió a vestirse, comenzando por guardar su polla corrida en unos gayumbos que en un par de horitas desprenderían ese aroma que tanto me gusta. Me prometió que después de volver de correr, me los daría para esnifarlos.

VER A MATTHEW ATTARD EN BENTLEYRACE.COM

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