No podían controlar lo mucho que se molaban. Era verse semidesnudos al amanecer y, si Guillaume Wayne y Babylon Prince no estaban ya empalmados después de un sueño húmedo interrumpido por le canto del gallo, lo hacían en ese momento, empoderando las hueveras de los calzones tipo slip con sus rígidas y potentes pichas, formando una tienda de campaña que desplazaba la tela hacia adelante y hacia abajo a punto de romperla.
Era entonces cuando se acercaban a darse cariño y se acordaban de los bailes de fin de curso, cuando los profesores les hacían mantenerse a al menos veinte centímetros de distancia de su pareja. Nunca entendieron el motivo hasta que comenzaron a conocer las bondades del sexo, a tios como ellos, con rabos del club de los veinte que te obligaban a separarte esa distancia si no querías tener un problema.
Pero a Guillaume y a Babylon les gustaba meterse en problemas, acercaron más las posturas y dejaron que sus paquetones se conocieran a fondo, se rebozaran juntos y descubrieran la potencia que llevaban dentro. Babylon cogió con tanta hambre el miembro de Guillaume que, cuando se inclinó para mamárselo, se lo encajó dentro de la garganta.
La forma de esa polla le flipaba. De un color carnoso, casi formando un cilindro perfecto, larguísima, con un descomunal cipote capaz de rellenar bocas, la cogió con muchas ganas y acabó soltando alguna que otra arcada con ella dentro cuando intentó tragársela entera, quedándose a apenas cinco centímetros de la gloria. La rechupeteó repasándola con la lengua, colmándola de besos, mimando su capullo. La soltó y la dejó caer sobre le torso de Guillaume. Le encantó el sonido que hizo, el que sólo puede hacer una buena polla bien lubricada al caer sobre unos abdominales duros como una roca.
Ahí, como una lanza destacandpo sobre su cuerpo, todavía parecía más larga y grande. Se puso cachondo, apretó su rostro contra el nardo, restregó su carita por encima esnifándole sus partes nobles, comiéndole los huevos, antes de que Guillaume le cogiera la cabeza para darle besitos y saliva que le ayudarían a volver a chuparsela de nuevo.
Lo que ese tio quería no podía dárselo, no al menos todavía, no con su boca. Guillaume le agarró por detrás del cogote con las dos manos y lo apretó fuerte contra su cuerpo. Babylon digirió todo el pedazo de polla que era capaz de comerse, pero de nuevo la misma distancia les separaba. Ese enorme pollón era un reto, lo intentó varias veces y se dejó algunas lágrimas por el camino.
Guillaume no paraba de bajar a relamerle los morros, a escupirle dentro de la boca para que lo intentara una y otra vez. Aunque no lo consiguiera, el placer de penetrar su estrecha garganta, de tener a ese galán chulazo mamándole la verga y jalándosela casi al completo, le estaba rematando de gusto. Las vistas, ya no solo de su atractiva cara, con esos jugosos labios que tan bien sabían chupársela, sino de ese cuerpazo que tenía, con ese pollón gordo, grande y duro, morenote, que se alzaba hacia arriba todo poderoso, hicieron que hasta Guillaume confundiera sus deseos, porque hasta un empotrador como él se habría abierto de piernas por un tio así.
Negó con la cabeza desechando esos deseos que lo habían omnubilado durante unos segundos y dirigió su mirada hacia el trasero de Babylon. Grandote, redondo, precioso. Alargó un brazo y paseó una manita por esos abultados globazos de ensueño. Con un par de dedos descubrió el calor y el palpitar que desprendía la raja de semejante culazo.
Guillaume tomó asiento en el sofá. Baylon se puso a cuatro patas a su lado e intentó por última vez tragarse toda su polla. Quizá de lado entrara mejor. ¿Era cosa suya o el rabo le parecía que se había ensanchado dificultando la mamada completa? Atacando esa enorme polla, se la encajó de nuevo en la garganta hasta donde pudo y la dejó embadurnada con todas sus babas encima.
Para comerle el culo, Guillaume podía haberse puesto detrás sin más y empezar la faena, pero no, decidió que ese chulazo tenía todo tan grande que había que disfrutarlo. Le hizo ponerse recostadito bocabajo en el reposabrazos del sofá, con el culo al borde y la polla y los huevos pasados hacia atrás entre las piernas. Joder qué vistas tan bonitas, con los cojones apretados por una polla tan gorda y vigorosa que se parecía de esas que dibujaban en los comics, venosa y a punto de explotar.
A pesar de la tentación de comerle la pirula, Guillaume se centró en la raja del culazo, en su tierno y acogedor ojete, dedeándole, comprobando la temperatura y el grado de satisfacción. A él, que estaba tan delgadito, le intimidó poner a ese macho grandote y musculoso abierto de piernas. Lo penetró a pelo con su polla blanquita y quedó tan ajustada como esperaba. Entraba como un guante.
Qué rico entraba, dándole placer, haciéndole gemir de gusto. Ahora sí el culo se la tragaba entera y podía clavársela hasta estamparle los cojones en la raja. Guillaume colocó una mano justo debajo del pollón de Babylon, para sentir el golpeteo sobre el dorso. Ver cómo se meneaban hacia arriba y abajo sus hermosas pelotas morenas, al ritmo de la follada que le estaba metiendo, le hicieron penetrarle con más brío.
Pero qué bueno estaba ese tio, buena boca y mejor culo, se apartó para mirarle bien y comérselo con la vista. Estaba tremendo. Le enfiló una y otra vez a saco con su larga polla, haciéndole feliz, dirigió de nuevo su mirada hacia el enorme pollón que destacaba rebotando sobre su vientre, gordísimo, impresionante. Una vez más tuvo que apartar obscenos pensamientos cargados de lujuria, donde el siguiente en recibir una buena polla por el ano era él.
Le puso a cuatro patas y le dio por culo. Follárselo por la retaguardia le hizo volverse más animal y penetrarlo con más fuerza. La polla entraba y salía con tanta rapidez que ni una cámara podría capturar una imagen nítida, apenas un borrón. Las pelotas de Guillaume estaban ya bien cargaditas, dos huevos perfectamente dibujados que estampaba entre las piernas de Babylon sin compasión.
Dejó para el final la cabalgata, porque intuyó lo que estaba por venir y es que tener a ese chulazo comiéndose su miembro con ese culo, sin posibilidad de escapar, con la polla pajeada al ritmo que él quería y su gordo y enorme pollón moreno rebotando sobre su estómago, todo calentito y potente, era una situación a la que pocos hombres podían someterse durante mucho tiempo sin reventar de gusto.
Baylon se dio cuenta enseguida. Él estaba tan a gusto con su figa dentro del ano, así que empezó a bailar con la polla ensartada en su ojete, toda entera dentro, hacia adelante, hacia atrás, contoneándose mientras deslizaba su gorda polla por encima del torso de Guillaume haciéndole gozar del puto gusto. Fue un momento tan íntimo como inolvidable para los dos.
Abstrayéndose de ese momento, Guillaume sintió la necesidad de reventarle de placer. Colocó a Babylon bocarriba y se lo folló con fuerza desmedida atravesándolo con su fusta. Babylon se cogió la verga, se la peló y sin control dejó escapar la leche de su polla como un aspersor, disparando en todas direcciones, empapando su propio cuerpo con gotas dispersas de semen.
Guillaume salió de su cuerpo y se le quedó mirando mientras se pajeaba el rabo, intentando dar tiempo a Babylon para que decidiera dónde deseaba recibir la corrida. Al final Babylon decidió ponerse de rodillas y dar la cara. Abrió la boca, sacó la lengua y esperó a que ese machote se le corriera encima. Tras un gemido de gusto, la lefa escapó de la polla, toda espesita y a chorretes, depositándose en su lengua, en su perilla, cayendo en su antebrazo, en el suelo. El olorcito a esperma excitó a Babylon, que se apresuró a esnifarle el cipote de esa larguísima tranca. Luego se lo metió dentro de la boca saboreando sus últimos mecos.