Tan tranquilamente, sobándose el paquete en el sofá, Thiago Da Silva vio entrar en lahabitación a Manuel Skye entre las cortinas rojas. Él también empezó a magrearse sus partes. Con el rabo rellenaba toda la parte delantera de la huevera sin dejar lugar a dudas que la tenía bien grande y bien gorda. Con la mano desplazó el bulto hacia un lado y la polla volvió a colocarse firme en el medio, rebotando como lo haría un flan bien cocinado.
Parecían dos animales salvajes en mitad de la selva, observando sus capacidades para proteger su territorio, pero enseguida se convirtieron en dos cachorritos juguetones. Manuel se acercó a Thiago y dejó que le tocara el paquete. Para cuando se lo puso enfrente de la jeta, había crecido en volúmen y la picha ya empujaba hacia adelante luchando por salir. Thiago le metió un buen agarrón apretándola en su puño, todavía guardada en los calzones y entonces una gotita de precum mojó la huevera justo donde tenía la raja del cipote.
Thiago acercó los morros y se esnifó todo ese aroma a semen que le abrió el apetito entrando por las napias. Manuel se agachó para besarle mientras se la pajeaba por encima de la tela y hacía que esa gota y alguna más mojaran la parte delantera. Esta vez Thiago se metió el paquetón en la boca y degustó el sabor de su exquisito precum.
Manuel se sacó la polla, toda dura, gorda, larguísima. Azotó el pechote derecho de Thiago, le restregó el rabo por encima, sintiendo el contacto de su tetilla sobre el robusto pene y luego se aprovechó de lo musculosos que tenía los pectorales para hacerse una cubana entre ellos. Thiago se puso cachondo con todo ese rabo paseándose por su torso y cuando Manuel paró, aprovechó para relamerle la punta del nabo, todavía con sabor a macho y se la metió dentro de la boca.
Menudo falo. Manue intentó desavalijarle la garganta a las primeras de cambio dejándole sin aliento, pero la pollaza era demasiado gorda y larga como para entrar a fondo. Eso sí, se tragó un buen pedazo de rabo hasta quedarse a apenas unos centímetros de tragársela entera. Manuel se bajó un poco más los gayumbos y entonces sus pelotas, grandes y colgando, quedaron rebotando y al descubierto. Thiago le plantó todos los morros encima y le amo los huevos con ganas.
Manuel volvió a coger los calzones, los rebozó por encima de la cara de Thiago y se acercó para esnifarlos los dos juntitos. El aroma a polla encerrada era embriagador, como una puta droga. Tras dejarle con el aroma de sus pelotas, le penetró la boquita con el rabo haciéndole llorar. Se quedaron un ratito separados por la longitud de sus rabos. Manuel puso en bandeja sus veintidós centímetros y encima colocó la guapísima polla del brasileño de casi veinte. Empezó a pajearlas juntas a toda velocidad, provocando los gemidos del chaval que a punto estuvo de correrse encima.
Antes de que eso sucediera, sabiendo que en breve saldría el precum de la polla de ese chaval, Manuel se inclinó y reverenció su tranca, bien morenita y gorda. Se la mamó a lo bestia, apretando con los labios com si estuviera chupando la tetilla de un biberón, pues su misión era sacarle esa primera leche y gozarla dentro de su boca. Al sacarlo de ella, se llevó el saborcito rico y una buena cantidad de babas que aprovechó para escupir encima de su propio rabo, preparándolo para que Thiago le devolviera la mamada.
El chaval se arrodilló, se metió entre sus piernas y le cogió de la polla plantando encima su mano. Parecía más larga y más grande. Le dejó ahí amamantándole todo el rabo y descubrió lo rico que estaba el brasileño también de espaldas, con la spiernecitas abiertas, ese culazo irresistible con un buen agujero en medio. Le pasó una mano por debajo del torso, le aferró la polla y se la pajeó mientras admiraba las vistas de su trasero, usando la otra mano para meterle algún dedo por el ojete.
Qué dura se la estaba poniendo. Le tumbó del revés en el sofá y le hizo un gag the fag follándole la boca, haciéndole tragar hasta donde pudiera, fostiándole con las bolas en el bigote y las napias. Cuando él descansaba y se tomaba un respiro antes de recibir de nuevo la empuñadura por la garganta, Manuel aprovechaba para esparcir las babas por los pectorales de Thiago, dándole un buen repasito con la polla por encima.
Acabaron haciendo un sesenta y nueve, atravesándose las gargantas con los palos. Manuel cogió a Thiago en volandas y se lo llevó justo hasta la mesita que había frente al sofá. Lo dejó a cuatro patas y le hizo la triple comida. Agujero del culo, pelotas y rabo, Qué bonito era. Le quería amar todo enterito. Con las manos le abrió el hueco del culo para meterle la lengua, le pasó la polla entre las piernas y se la zampó. Así un buen rato, gozando de todo lo que ese chulazo tenía para ofrecerle, hasta que no pudo más, se colocó de pie detrás de él, inclinó la verga hacia el agujero de su trasero y le penetró sin condón.
Ese culo sí que se la tragaba toda y además entró a la primera, bien firme. Thiago sintió dolor y gusto. Los gestos de su cara, sus gemidos y su boca abierta denotaban que había más de lo segundo que de lo primero. No eran sólo las tremendas embestidas de ese pollón tan robusto y grande, sino el cacheo que le estaba metiendo con las pelotas estampándose en la raja.
Manuel quiso que ese guaperas le montara, que cabalgara libre sobre su rabo, de frente, poder admirar ese cuerpazo brasileño musculoso que tenía, su carita guapa, ver cómo su indomable pollón saltaba y le fostiaba la barriga. Ahí, todo el salchichón colgando y dándole en el lomo. Menudo culo pajeador de rabos tenía ese mamón, se la zambullía entera dentro del ano.
Le dio la vuelta sin sacarle la polla del interior, dejándolo tumbado sobre su torso, de lado para poder seguir mirándole a los ojos, para lengüetearle el pezón de los pectorales y la sobaquera. Luego el brasileño se abrió de piernas para él sobre el sofá y dejó que se la metiera a pelo mientras él culminaba una buena paja. Le pidió más justo en el momento en que sus ojos se quedaron en blanco dle gusto y un chorrazo caliente caía justo encima de su ombligo.
Manuel lo recogió con los dedos y lo usó para lubricarse el rabo y seguir folládoselo. Bajó a comerle el rabo y le relamió la lefa que se había dejado encima, dejándole limpito. Se fijó una vez más en esa cara tan bonita. El vello facial que la recubría, sus ojazos. Se pajeó encima de ella y se dejó llevar por sus sentimientos hacia el chaval, todos buenos, demasiado buenos. Un chorrazo primerizo salió sin control desperdigándose por debajo de su boca y su cuerpo, el resto, segundos más tarde, le dejaron los morros, el cuello, la barba y los hombros vestidos de blanco. La leche saliendo de la comisura de sus labios, resbalando por su barbita hacia el cuello, manchado de semen el cojín que tenía debajo de la cabeza. Ahora más guapo todavía.
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