Al sentarse encima de las piernas de Santa Claus Dylan Anderson para pedirle los regalos que quería por Navidad, Andy Samuel notó que tenía algo duro entre las piernas. Se ve que eso de acudir desnudito a pedir deseos se la había puesto tocha al de la barba blanca y no sólo a él, sino también a su ayudante elfo Connor Peters, que además de ser guapete y tener una dulce sonrisa, se apreciaba que tenía un buen trabuco colgando.
Para una de las noches más mágicas del año, había pedido algo, pero por cómo se presentaban las cosas, a lo mejor tenía que cambiar su deseo por el de tener dos buenos rabos en la boca y el culo. Santa se puso cariñoso y le pegó un morreo. El elfo acercó posturas, muerto de envidia y cuando le tuvo lo suficientemente cerca, Andy le metió un agarrón a ese pedazo de palo que se le marcaba en los pantalones. Se alegró de que fuera un buen pollón gigante y gordo, demasiado grande como para haberlo imaginado encerrado en un cuerpo aparentemente delgadito.
Andy se bajó los calzones enseñando su tierno trasero con unagujero enrome como para recibir varias pollas, tomó el trono de Santa y dejó que esos dos cabrones le endulzaran la tarde fostiándole las nalgas y rebozando sus trancas por encima de ellas, todas duras y calentitas. Se dio la vuelta, les cogió la smingas y les dio zambomba antes de ponerse a cuatro patas sobre la cama y dejar que le follaran todos los agujeros follables de su cuerpo.
Santa tuvo algo más de tacto, comiéndoselo a besos y protegiendo su culo de todo mal, pero el cachorrito de Connor se veía que era un aunténtico perrete vicioso incapaz de controlar las ganas de meterla por un agujero y poco consciente del tamaño de verga que tenía. Follando era todo un maquinón y se encargó de desgarrar la tela por la parte de atrás de los gayumbos que protegían el culazo de Andy.
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