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Franklin Acevedo penetra sin condón el culazo del guaperas de Oskar Ivan y le planta una buena corrida en todos los morros | Fucker Mate

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El cuerpo entero de Oskar Ivan entró en un estado de perpetua felicidad al frotar su paquete contra el de Franklin Avecedo. Eso que tenía ese tio ahí formando un buen bulto en la huevera de los calzones, estirándose hacia su cadera y casi saliéndose por donde se la sacaba para mear, era exageradamente grande. Tenía que verlo con sus propios ojos, así que levantó la goma de los gayumbos ayudándose con un par de dedos y descubrió ese gigantesco y gordísimo pollón de veintitrés centímetros todo duro.

Se agachó para comerle el rabo. Un mástil fuerte y tan grueso como un roble que apenas le cabía en la boca. Lo hizo suyo con sus babas y, una vez tomada la posesión, lo sacó de su boca, le plantó la mano encima intentando discernir su tamaño y lo zarandeó delante de su cara poniéndose cachondo perdido al ver ese rabaco meneándose a un lado y a otro, impulsado por su propio peso.

La asignatura de lengua siempre se le habían dado de sobresaliente, era algo que bien podía decir su profe, sobre todo cuando se quedaban a solas en la clase y le hacóia un buen trabajito por debajo de la mesa. Frank lo experimentó en su propio falo al punto de casi querer correrse, cuando Oskar sacó esa lengua experta y empezó a darle placer con ella recorriendo todo su enorme y deslumbrante cipote. Se le hinchó hasta los topes, rojo, a punto de darle toda la leche.

Los labios de Oskar ya estaban completamente húmedos, tanto como la polla, lo que facilitó que cada vez entrara más fácilmente. Con gusto tragó sintiendo cómo ese jodido pollón se le quedaba bien atrapado empujándole la lengua hacia abajo y deslizándose por su paladar para ejercer presión en la campanilla. La sacó de su boca toda mojada, la agarró por la base y la zarandeó de nuevo dándose pollazos en la cara, sintiendo la potencia de ese vergón.

Si no era en la carita, ¿dónde le gustaría correrse a ese machote? ¿Quizá en su pechote? Oskar le cogió la minga y la rebozó por los pelitos de sus pectorales, hizo retozar ese glande durito contra sus pezones. Como para no ponérsele dura, Oskar ya estaba empalmadísimo también, sentado en la cama, dejando reposar sus huevazos y su polla en la colcha.

¿Era cosa suya o ese miembro cada vez era más grande? Cada vez le costaba más metérsela en la boca. Ya sólo el cipote se la rellenaba entera, su puño apenas podía cerrarse en torno al diámetro de esa gigantesca verga y el hecho de verla ahí tan enorme ante sus ojos, le hizo calzársela a dos manos, una sobre otra, todavía con un buen trozo de razo y todo ese cipotón revienta culos sobresaliendo.

Estaba segurísimo de que eso tenía que doler de cojones cuando entrara por el hueco de su culo, por eso se la mamó durante un buen rato, bañándola en su saliva. Se dio la vuelta, totalmente saciado de rabo, esperando a que Frank hiciera su parte del trato lubricándole la raja del culete. Le encantó que se sobrepasara con él, pasándole el rabo entre las piernas, apretando sus cojones con el puño, besándoselos, lamiéndolos, metiéndoselos en la boca.

El agujerito de su lindo culazo estaba preparado, pero entonces reparó en que Frank llevaba los calcetos todavía puestos. Eran deportivos, blancos, con rayas, su fetiche preferido. Oskar se los arrancó con los dientes y los esnifó. Le flipaba el olor a macho en los vestuarios de los hombres. Se pegó un festín con sus pinreles mientras los dos se pajeaban. Frank comenzó a enamorarse de esa carita guapa, de esa boquita, de esos labios dulces que le apetecía besar a cada momento y que ahora estaban ocupados en otros menesteres.

Por un momento Frank estuvo a punto de darle su culo si se lo pedía. Le tenía ahí, tan guapo, de rodillas, paseando los pies por su boca, por su firme torso varonil, tenía la polla tan dura y tiesa. Frank llegó a abrirse d epiernas, confundido, extrañado porque por primera vez un tio estuviera a punto de hacerle sentir las ganas de ser follado.

La intención de Oskar también parecía clara. Se preparaba la polla masturbándosela con la mano, mirándole a los ojos fijamente, se abalanzó sobre le cuerpo de Frank y llegó a tener su miembro viril rozando la raja de su culo. Frank ya estaba dispuesto a entregarse a él. Entonces Oskar se deslizó hacia abajo, le cogió la polla y se la vovlió a comer, devolviéndole a la realidad, a esa en la que él se lo follaba.

Oskar se puso a cuatro patas. Frank colocó su enorme rabo en su raja. Le penetró sin condón hasta la mitad, dejando que se acostumbrara a ese voluminoso tamaño y en cuanto notó las palpitaciones del ano contrayéndose y expandiéndose apretando su polla, se la empaló hasta el fondo, arrancándole un gemido de dolor y placer intensos.

No pudo resistirse a reventarlo a pollazos, era lo mínimo que se merecían guaperas como él, tan buenorros. Le daba igual si su cacharra era demasiado grande para él, si le dolía, era lo que sentía y necesitaba hacerlo. Le cubrió por detrás como un perro, apretando hasta el fondo con su polla metida bien adentro, aplastando los cojones contra su raja.

Se tumbó en la cama y dejó que Oskar se sentara sobre sus piernas, clavándose toda su generosa verga. Ver ese culazo tragándosela, toda bien gorda, penetrando por el agujero, le volvió loco. Primero de frente, luego dándole la espalda, sintió el calor de los pies bajo el algodón de los calcetos de Oskar plantándose en sus muslos, su culazo reposando en su vientre mientras el cabrón le daba caña masturbándole la polla con el ojete.

Se lo folló bocarriba y disfrutó viendo cómo se sacaba la paja. Ahí con unos buenos chorrazos cayendo msobre los pelos de la base de la polla, sobre su ombligo, observando esa carita guapa con la mirada perdida, disfrutando de una buena corrida. Sus morritos le ponían cachondo y los eligió para correrse.

Se la pajeó encima de su cara. Oskar estaba abriendo la boca cuando un buen flujo de semen cayó a pegote dentro de ella dándole una ingente cantidad de pasta de dientes que se le quedó pegada a ellos, otro pegote en la comisura de sus labios. Oskar cerraba y abría la boca y cada vez que la cerraba salían de ella pucheros de lefa. Oskar cogió ese pollón y empezó a relamer la corrida, mirando a Frank desde abajo, sonriéndole con todo su semen en los morros.

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