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El director del hotel Dean Dallas ofrece sus servicios al chulazo Roman Todd comiéndole el rabo y entregándole su culazo para que se lo folle a pelo | Next Door

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Once de la noche. Llamada a recepción desde la suite nupcial en la que se había instalado Roman Todd, exigiendo que se presentara en su habitación el director del hotel Dean Dallas. Dean subió por le ascensor tan deprisa como pudo y cuando le abrieron la puerta fue con las disculpas por delante por si algo había incomodado a su mejor huésped. Roman enseguida le paró, aclarándole que era por todo lo contrario, que quería agradecerle de alguna manera que le hubiera dado la mejor suite con las mejores vistas de toda la ciudad.

Le invitó a pasar y estuvieron hablando un rato junto a la ventana, un rato en el que Dean preció cómo Roman no paraba de tocarse el paquete, es más, estaba viendo cómo se le empinaba la polla y levantaba con el cipote la parte del bolsillo izquierdo. Parecía nervioso y excitado. Muchos de los clientes de Dean le habían sugerido antes lo de tener juguetes de placer. Quizá ese chaval lo que necesitaba era un fleshjack o uno de esos culitos de goma donde meterla bien apretada.

Puede que le avergonzara pedirlo, de hecho Roman parecía muy nervioso y hasta comenzaba a ponérsele la cara roja muerto de vergüenza, así que Dean se adelantó y se lo sugirió. De nuevo Roman le paró, pues no era eso lo que quería. Ya le parecía raro a Dean, siendo Roman un tiarrón hecho y derecho, guaperas, con una cara tan atractiva, bien perfumado, arreglado, con el pelito corto arreglado, con ese cuerpazo que se intuía por debajo de su ajustada camiseta básica de color negro, cuyas mangas se ceñían a sus fuertes biceps sin dejar un solo centímetro de espacio. Con ese porte y en esa habitación, para qué querer juguetes cuando podía tener a cualquier chavala de rodillas o abierta de piernas encima de su cama a poco que se la camelara.

Entonces ocurrió, el hijo de puta se levantó la camiseta con una mano dejando al descubierto su six-pack y con la otra se desabrochó el botón y la cremallera de la bragueta de los vaqueros sacándose toda la polla fuera, bien larga, gorda y dura. Se la pajeó enfrente del director del hotel. Así que eso era lo que quería, juegos entre hombres. Dean se debía a sus huéspedes, así que avanzó un paso hacia Roman y le sostuvo el rabo con la mano.

La tenía durísima y bien caliente. Cuando Roman se sacó la remera y le enseñó de qué pasta estaba hecho, todo fibrado y musculoso, con ese impresionante torso embriagador, Dean no se lo pensó dos veces y se agachó para jalarle todo el pito. Se desnudaron y el director le mostró su verga. A Roman le pareció muy apetecible, menos larga que la suya pero un poco más gruesa y con más pelazos negro azabache en la base, como un buen machote. Se la palmeó y prefirió que Dean se volviera a agachar para comerle el rabo.

Enfrente estaba el hotel de la competencia, el Flamingo, y cualquier cliente que allí estuviera mirando por la ventana, podría verles a los dos en plena faena. La idea le resultó a Dean de lo más morbosa, una forma inefable de atraerlos hacia su propio hotel. No lo hizo solo por eso, sino porque ese tio en realidad le molaba. Intercambiaron mamadas y se sorprendió por lo bien que se le daba jugar a ese chulazo con las mingas de otros hombres.

Descubrió que le gustaban los penes con un buen pellejo que mordisquear, pero más que eso, lo que disfrutaba era teniendo a una putita encima de la mesa, desnudita, con la boca preparada para meterle un gag the fag penetrándole la garganta hasta taponarle la nariz con todos los huevos. Se marcaron un sesenta y nueve encima de la mesa del saloncito y Dean puso el culo mirando hacia el borde para dejar que ese tiarrón se lo acicalara bien con la lengua.

No le quedó duda de que el cabrón tenía don de lenguas. Después de sentir su apéndice húmedo rozándole el tierno agujero, ver a ese chulo tan guapo comiéndose su rabo le puso calentísimo. Roman se lo llevó al sofá, le puso de rodillas mirando hacia le respaldo, se subió encima poniéndose en cuclillas hasta que su polla tocó la raja del culo y se la frotó por encima antes de penetrarle sin condón.

El director del hotel tenía el culo cerradísimo, algo que Roman se tomó como un reto personal, pues supuso que no muchos clientes lo habían atravesado con sus falos. Puede que hasta él fuera le primero y el chaval no quisiera confesarlo. Ya le parecía demasiado jovencito como para regentar un hotel él solo. En cuanto Dean giró la cabeza y sus miradas se encontraron, ese ojete se abrió como por arte de magia y comenzó a dejarse penetrar.

Roman comenzó la follada. La tenía toda dentro, bien encajada y super apretadita. Le daba miedo salir por si ese culito se le cerraba de nuevo en banda. Se sentó en el sofá y dejó que el director le diera el mejor servicio de habitaciones que tuvieran. dean le demostró cuál era uno de ellos, le dio la espalda, se sentó encima de sus piernas clavándose entera toda su polla y empezó a saltar pajeándosela con el culo, dejando su polla gorda y hermosa en libertad, dando banzados arriba y abajo.

Unas manos lo impulsaron hacia atrás, se dejó caer encima de Roman con la espalda sintiendo cada músculo de ese campeón, abierto de piernas, con una buena pirula perforando su agujero. Hicieron lo mismo frente a frente y a Dean se le subió todo al ver a ese tiarrón despampanante. Se tragó su polla hasta los huevos con el culo para hacerle feliz y luego se abrió de piernas para él, arrinconado en un extremo del sofá, dejándole ejercer de machom empotrador, admirando su cuerpazo inclinado sobre le suyo dándolo todo.

Era el hombre perfecto al que llevarse a la cama una y otra vez. Mientras se lo follaba, Dean no paraba de pajearse. Cuando se la soltó, la mano de Roman siguió haciéndole el trabajo sucio. Acostumbrado a masturbarse con la suya, al sentir otra mano caliente y que le imprimía otro ritmo y otra fuerza a la paja, le desestabilizó por completo. No aguantó lo que estaba acostumbrado, esa acción le pilló desprevenido y terminó corriéndose encima. Roman no paró de meneársela con la mano hasta que se dejó la última gota.

Llegó su turno, se la sacó del interior del culo y se pajeó encima de su cuerpo, dejándole unos buenos mecos calentitos sobre los pelos de la polla. Miró a ese chulazo, todavía dando espasmos de placer, con la frente empapada en sudor y sus musculazos brillantes. Dean esperó que hubiera satisfecho sus necesidades, algo que para él era lo más importante.

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