Podía haberse tirado así horas, abrazado por ese pedazo de macho musculoso con cuerpazo de color caoba, sintiendo contra su torso sus pectorsales firmes y grandes, cada protuberancia de sus abdominales, el sabor de sus labios, la humedad de sus babas empapándole los morros de vicio con cada beso y esa gigantesca, larga y gordísima polla frotándose por encima de su vientre.
Aaron Blue podía haber aguantado si no fuera porque le urgió la irrefrenable necesidad de empezar a comerse cada centímetro de Cherr Brown con la boca. Meterse dentro de ella ese pito grandote, venoso, negro y durísimo le despertó el más absoluto de los apetitos. Dos caladas más tarde, tras darle un repasito a la verga conduciéndola hacia el interior de su garganta, el pollón había crecido casi el doble en longitud y diámetro.
Sintió la mano caliente de Cherr detrás de su cuello y supo lo que debía hacer: tragar. Se la metió hasta el fondo, hasta que desapareció dentro de su boca y al sacarla estaba llena de babas, pringando, meciéndose entre sus piernas, dando banzados como una minga loca, toda gorda y preparada para darle un buen agujero. Cherr se la cogió y le metió unos buenos azotes en la carita, mojándole las mejillas con su propia saliva.
Ahora que se la había tragado hasta los huevos, Aaron se preguntó si eso sería bueno o malo, porque cuando un tio aprende que eres capaz de tragártela entera, es un no parar y siempre pide más. Lo de Cherr fue ansia pura. Quería encajar su enorme polla ahí dentro y no sacarla nunca. Se tumbó en la cama, Aaron gateó hacia él metiéndose entre sus piernas y en cuanto empezó a comerle la pija, Cherr elevó las piernas, las puso en la espalda de Aaron, sobre sus hombros, atrapándole la cabeza entre ellas, dirigiendole con las manos y le obligó a comer.
Nunca unos labios así de grandes, suaves y apetitosos se habían posado sobre el hueco de su culo. Aaron aprendió a gozar de ellos, de la lengua experta que salía al paso para colarse por su interior, del vacío que le hacían volviéndole loco, de los dedacos de ese cabrón introduciéndose dentro, de la paliza que le metió con la verga estampándola contra su raja.
Atrás ni para coger impulso, Cherr se la metió poco a poco y sin condón por el culo, toda entera, dejándole bien relleno de rabo. Que antes se la hubiera ensalivado bien ayudaba a que la follada fluyera mejor. Increíble cómo una polla tan grande entraba por un agujero tan estrecho con tanta facilidad. Menuda encamada le metió, protegiéndole el culo entre sus muslos, devorándole con toda esa pija, fostiandole la raja con sus grandes y hermosas pelotas cargadas de leche.
Aaron, con los morros encharcados con sus propias babas después de volver a comerle la polla hasta las bolas, se aferró al cojín que tenía justo en la cabeza, refrenando el impulso de meterle unos buenos puñetazos por cada pollazo que recibía. Lo que se estaba colando por el agujero de su culo era demasiado grande. Estaba de lado, con las piernecitas hacia el pecho, dejando el culito expuesto para que ese machote se lo trabajara duro.
Miró hacia un lado y miró la pintaza que tenía, apuesto, varonil, musculoso, potente, entregado, machacándole el trasero, sintiendo el golpeteo de sus pelotas, ahora sobre la nalga izquierda, que cada vez le colgaban más. Se puso a cuatro patas para que se lo follara bien follado y dejara salir por completo su lado más animal. De cuatro patas, acabó de bruces bocabajo sobre el colchón, con el peso del cuerpo de ese cabrón encima del suyo, su cara detrás de su cabeza, sintiendo la respiración agitada y los gemidos en su oreja.
Después de dar unas cuantas vueltas en las que Cherr se lo folló a pelo en 360 grados, Aaron decidió tomar un breve respiro y al mirar le cuerpazo de Cherr desnudo, con ese gigantesco miembro colgando, se le abrieron los ojos como platos y puso una mueca de asombro. Menudo potro. Le cabalgó hasta que Cherr tomó de nuevo el control y se lo folló bocarriba taladrándole el culito en pompa.
Aaron aprovechó para arrearse una pajilla que no tardó en salir, con unos buenos chorretes mojándole el torso. Cherr ya se estaba pajeando también para correrse encima de su cuerpo, pero Aaron pensó que esa leche no merecía ser desperdiciada en lugares que no debían. Viró sobre la cama hasta dejar la cabeza debajo de la polla y disfrutó de unos estupendos fuegos artificiales bajo el cielo del techo de la habitación. No le quedó otra que cerrar los ojos, pues unas buenas salpicaduras de leche le obligaron a hacerlo. Dos primeros chorrazos espesos y largos salieron volando por encima de su jeta y el resto se desperdigaron por todas partes como lluvia caliente. Con la carita cubierta de semen y los ojos todavía cerrados, Aaron abrió la boca y se la comió una vez más antes de que Cherr bajara a relamerle las heridas.
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@ fotos por Oscar Mishima