Por nadie había sentido Craig Marks tanta admiración como por su jefe Manuel Skye. Se adivinaba en su guapísima carita sonriente, en el brillo de sus ojos cuando lo tenía enfrente. Si le pedía hacer algo, se desvivía por tenerlo listo cuanto antes y el día que al jefe le dio por entrar en su despacho para hacerle un regalo por su buena labor, aunque ese regalo se lo había hecho al resto de la plantilla, Craig se lo tomó como una declaración de amor y le robó un beso como agradecimiento.
Si bien Manuel era un jefe duro y recto, en ese momento la que se puso bien dura y tiesa fue su polla debajo de los pantalones, tanto que se tuvo que desabrochar la cremallera de la bragueta para sacársela y dejarla libre. Que Craig era el empleado más guapo de cuantos había tenido, no le cabía duda, pero como jefe tenía que resistirse cada día a la tentación, aunque a veces le miraba el culo cuando iba a la impresora o se fijaba en su bonita cara y sus ojazos cuando estaba concentrado en alguna tarea en su mesa de trabajo.
Al ver ese pedazo de pollón erecto, a Craig se le dibujó una sonrisa en la cara y se achachó para mamárselo crujiéndolo a cabezazos. Enseguida sintió cómo el ojete se le abría solo, reclamando esa gigantesca verga. Se bajó los pantalones mostrando su bonito culazo, se subió encima de la mesa y se entregó a su jefe para que hiciera lo que quisiera con él.
Miró hacia atrás sorprendido al notar su gordísimo y largo rabo abriéndole las entrañas a pelo. El cabrón ni se había parado a desenfundar un condón para ponerse el chubasquero en el rabo. Se la metió enterita y Craig no podía sino gozar de ese pedazo de falo erecto que se metía por su orificio una y otra vez. Con la folada fueron perdiendo la ropa y el impresionante torso de Craig quedó al descubierto.
Atlético, tan varonil con sus pelitos en los pechotes, unos pectorales bien marcados y un six-pack que abría el apetito a cualquier hombre, Craig era un caramelito a la puerta del colego que Manuel no dejó pasar. Le sobó todo el torso palpando sus músculos y a la vez le comió la polla, luego agarró sus pies, todavía enfundados en los calcetites de ejecutivos y los juntó aprisionando su polla entre ellos para que se la masturbara con los pinreles. Se lo folló bocarriba admirando su esbelto cuerpazo, dejó que se corriera y él se dejó vencer sobre sus pectorales nutriéndoselos de leche fresca.
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