Pasearse por la orilla de la playa semi desnudo y con unas bermudas bien ceñidas marcándole el culazo, es algo que a Brogan le excita mucho. Le encanta que los chicos le miren al pasar, incluso aquellos que, teniendo a sus novias o mujeres al lado, se bajan las gafas de sol, echan un vistazo para comprobar que su parienta se está echando una cabezadita y entonces le miran pero bien mirado de arriba a abajo.
Lo que más les gusta a los chicos de él en la cama no es sólo su gran culazo, sino sus pectorales, fornidos y sobresalientes. Le pone mazo cuando acomodan su cabecita en el pecho y se quedan ahí un buen rato sacando la lengua y chupándole el pezón como niños de teta. Pero después de todo eso, para los más atrevidos que quieren mamada, todavía tiene un as guardado en la manga.
Lo descubre al bajarse las bermuditas. Una polla de tamaño medio tirando a grande con piercing, para dar placer a los que se atrevan a metérsela entre pecho y espalda, y es que sabe por experiencia el gustito que dan dos pequeñas bolitas rozándote las sensibles paredes de tu ano.
El machote se desnuda sentado encima de la cómoda y, pensando en guarradas, empieza a masturbarse a solas en la habitación. Se roza los pezones, se los pellizca, se agarra la polla a mano llena estrujándola con el puño por la base para ponerla morcillona, dura y rojiza como un buen chorizo. Ya de rodillas en la cama, escupe desde arriba dándole luba y se la machaca haciendo que la fricción sea más suave, parecida a la de una mamada.
Simula que se folla un buen culazo, juntando y entrelazando los dedos de las manos como cuando juega al voley, metiendo la polla en una circunferencia que va cerrando a su antojo para dejarla aprisionada y disfruta mientras la polla penetra el orificio simulado, descorriéndose el pellejo a cada penetración. No escatima en saliva y la lanza cuando se le agota, masturbándose al modo tradicional y a la inversa.
Todavía recuerda sus tiempos mozos, cuando se follaba las almohadas. Ahora lo sigue haciendo. Se tumba bocabajo, aplasta bien el miembro contra el colchón y hace un meneo de caderas arriba y abajo frotando el pene contra la colcha que en breve estarán empapadas con el sudor del precum de su polla. Da la casualidad de que el edredón es de pelito suave y el tacto que tiene le flipa demasiado.
Se tumba bocarriba, agarra su tranca y la estampa con fuerza sobre la palma de la mano, orgulloso del tamaño y la potencia de su rabo. De nuevo entrelaza las manos y culea hacia arriba follándose el hueco. Se la casca a rabiar y usa la otra mano para darse placer en la puerta trasera. Conduce esa mano hacia la raja de su estupendo culazo, se mete los deditos y se convierte en una perrita cachonda.
En qué momento. Dedearse es para él como comer pipas, un no poder parar. El gustito inicial es sólo el principio, porque el placer que puede proporcionar cualquier cosa que se introduzca por el ojete de un tio es infinito. Lo saca, lo mete, se excita, se vuelve loco y la paja en la otra mano se descontrola por momentos. Convulsiona de placer, gime y se corre encima, soltando un buen calostro que termina en su muñeca, el cipote recubierto de nata, desperdigando gotas de semen en todas las direcciones cuando lo sacude con fuerza, empoderado, con el culo apretado, repartiendo amor por todas partes. Para limpiarse no usa papel de baño ni alguna prenda íntima que luego vaya a echar a lavar. Prefiere recogerlo con los deditos y relamerse las heridas, tragándose su propia lefa.