Para eso estaban los buenos amigos, para superar juntos las rupturas amorosas e iniciar el camino hacia una nueva vida, hacia un nuevo amor. Cristian Sam acababa de dejarlo con su pareja, le había puesto las maletas en la calle y Gabriel Phoenix enseguida se ofreció a hacer un hueco en su casa para que pasara allí el tiempo que necesitara antes de encontrar otro lugar. Gabriel se iba a vestir para ir al curro y animó a Cristian a instalarse y a ponerse cómodo como si fuera su casa.
Cristian aprovechó ese tiempo para mirar entre los cajones y descubrió algo muy interesante, una colección de dildos negros de todos los tamaños y grosores. Agarró el más gordo y llamó a Gabriel, que se ruborizó al ver a su colega con el rabo de goma en la mano. Intentó engañarle diciéndole que lo usaba para las pibitas que se llevaba a casa, pero no coló, pues bien sabía Cristian que Gabriel era más bien timidito y nunca le había presentado a ninguna chica.
Al acercarse para quitárselo, Cristian puso la cara enfrente de la suya y los dos conectaron de forma inmediata. Ocurrió justo antes de darse un beso, los dos excitados, mirándose fijamente a los ojos, sintiendo una irrefrenable atracción, deseándose, sonrojados. Cristian le susurró al oído que su polla era incluso más grande que ese rabo de goma. El sonido que hizo la cremallera de la bragueta del pantalón a medida que él se la bajaba se convirtió en una dulce melodía para sus oídos y pareció detener el tiempo. Cristian hundió su mano dentro, echó el culete hacia atrás y sacó con ella un gigantesco pollón como Gabriel no había visto nunca.
Enseguida cayó postrado de rodillas a sus pies, le pajeó y le comió toda la verga. Cristian todavía tenía le dildo en la mano, lo puso junto a su rabo y dejó que Gabriel los comparara. Ciertamente el de Cristian era más grande y gordo, ganando por goleada. A pesar de eso, Cristian empujó a Gabriel sobre la mesa y usó el juguete para abrirle camino por ese apretadísimo culazo. Joder, qué forma tenía de agarrrarlo entre las paredes de su ano. Ya podía imaginar ahí dentro su enorme polla.
Se la metió sin condón y se fue quitando la ropa, quedándose apenas con las medias negras de ejecutivo puestas que le daban un toque sexy e irresistible. Gabriel no podía tener mejores vistas. La cara de empotrador machote de Cristian, su fornido torso hecho para tocar y relamer sin descanso, el mazacote de su gordísima polla penetrándole a fondo. Y por si fuera poco, el tio tenía la sbolas bien cargadas desde hacía tiempo, desde que su chica no le dejaba tocarla un pelo. Gabriel se aprovechó de ello y se puso a tiro de ese pollón cuando llegó el momento de sacarle todo el calcio. Antes de acudir al trabajo iba a necesitar una buena ducha, porque Cristian le dejó la camisa toda húmeda y mojada oliendo a leche de hombre.