Eran los segundos finales del tiempo de descuento del partido y todos en el bar estaban a punto de celebrar la victoria de su equipo. Fin del partido y victoria del campeonato! Todos lo celebraron y alguno no pudo contener tanta emoción dejando al descubierto ciertos sentimientos ocultos. Después de abrazarle efusivamente, Daniel Montoya dio un pico a Alejo Ospina y enseguida la algarabía se convirtió en un incómodo silencio.
Intentaron continuar como si nada hubiera ocurrido, pero los dos sabían que aquello había sido un punto de inflexión en su amistad, un punto de no retorno. Comieron, bebieron, jugaronal futbolín con los colegas que también intentaron borrar de sus mentes lo que habían visto. Tan sólo un momento de celebración entre amigos, querían pensar que había sido. Pero Alejo y Daniel ya no dejaban de buscarse con la mirada. Habían sido apenas unos segundos que sus labios se habían rozado, pero en el fondo querían, necesitaban más.
No dejaban de llevarse las manos a los paquetes, haciendo hueco en los calzones a sus vigorosas pollazas que estaban creciendo cada vez que intercambiaban esas miradas. Fue jugando al futbolín cuando Daniel se coló entre los manillares por debajo de la mesa, le bajó las bermudas a Alejo y descubrió su larga, gorda y precioso polla llevándosela a la boca. Alejo miró hacia abajo y se enamoró de la carita de su amigo, que lo estaba mirando fijamente desde abajo degustando su rabo.
Los colegas, que enseguida se dieron cuenta de lo que estaba ocurriendo, les dejaron intimar a solas en la sala de juegos del pub. Libres, a salvo de miradas, los dos se desnudaron por completo, ropa y sentimientos. Dos chulazos guapos, atractivos, musculosos y bien dotados a punto de darse el lote. Se agacharon por turnos para mamarse las pijas, a cada cual más grande y apetitosa.
La circunferencia de esos rabos apenas les cabían para empuñarlas en sus manos. Sus erecciones con las pollas bien empalmadas hacia arriba, así como los gemidos de placer que exhalaban por su bocas, dejaban claro las ganas que se tenían desde hacía tiempo. Hasta ahora sólo se las habían visto meando, flácidas. Intuían que los dos iban bien armados, pero no descubrieron cuánto hasta ese momento.
Lo tenían todo para gozar y lo siguiente de lo que dieron buena cuenta fue de sus panderos. Daniel dio la espalda a Alejo mirando hacia el futbolín, elevó una pierna colocándola encima de la mesa y le dejó a placer su tremendo culazo musculoso, potente, suave, con una raja que ocultaba un agujero perfecto como una nube de caramelo bien deliciosa. Un señor culazo digno de un futbolista.
Y entre las piernas asomando toda la huevera de un buen macho. Alejo le dio amor con la lengua y los dedos. El último que le metió fue el pulgar, antes de coger uno de los mangos del futbolín y metérselo por el ojete. Del puto gusto que le daba, Daniel agarró la mano varonil y grande de Alejo y se la llevó a la boca haciendo que se la tapara para calmar sus gemidos.
Tras el frío y duro mango de madera barnizada, Daniel sintió el calor de una dura polla caliente. Alejo se la metió a pelo y se folló ese puto culazo que se la ponía bien dura y se la atrapaba apretándola con fuerza entre sus paredes. Alejo intentaba mirar lo menos posible hacia abajo, porque ese culazo era del todo exquisito, pero si miraba hacia arriba se encontraba con la cara atractiva y guapísima de empotrador que tenía Daniel, lo cual también le hacía rebosar la leche de los huevos.
Lo que estaba apunto de hacer era una locura, pero lo necesitaba en vena. Ver a ese chulazo empalado en su rabo, cabalgándole, admirando su escultural cuerpazo y su cara mientras le restregaba por el vientre todo el rabo y las bolas, era una necesidad urgente. Después de hacerle agacharse para darle lubricante de saliva al rabo, lo hicieron.
Qué apretadito, que pedazo de paja le estaba haciendo con el culo. A Alejo se le pusieron los huevos por corbata a punto de descargar su leche, bien marcaditos a cada lado de la base del rabo. Lo puso bocarriba en el banco de madera, disfrutando una vez más de su cuerpo, ahora tomando el control. Qué cara más bonita y qué bueno que estaba.
Volvió a sentarle sobre sus piernas, esta vez de espaldas. Daniel no aguantó más, se agarró la polla, se la peló duro y un chorrazo espeso y blanco como la nieve salió disparado hacia arriba, el resto de la leche condensada resbalando por su polla, colándose entre los dedos de su puño, gimiendo sin poder controlarlo, con los ojos bizcos y la mirada perdida del puto gustazo de soltar tanta paja.
Se puso de rodillas delante de Alejo, que apuntaba con el rabo hacia su cara y ya se lo estaba meneando. Una lluvia de lefa caliente le mojó los morretes, el pecho y los hombros. Los colegas, que estaban intentando no mirar desde la barra, echaron un vistazo a ver si esos dos ya habían acabado. Al ver a Alejo gimiendo con la cabeza hacia arriba dando grancias a Dios y a Daniel delante de él de rodillas, sabían que esos dos ya había finalizado el partido. Levantaron sus jarras de cerveza y brindaron por la nueva parejita.