Menudo pirulón se le marcaba al francés por debajo de los calzones blancos. Fabio Stallion tenía la chorra morcillona creciendo a pasos agigantados en su huevera, lo que hacía que a medida que se hinchaba, el paquetón fuera tomando una formainusual cuando el rabo llegó al tope de la cintura encontrándose con la goma. Fue esa característica forma de pollón apretado en los calzones la que le hizo a Valdo Smith agacharse y mimarlo con la mano y los labios, acariciando esa protuberancia caliente y cargada de lujuria.
Le bajó los gayumbos lentamente, pues no había cosa que más le gustara que descubrir buenas pollas con sus manos. La boca se le abrió de asombro y a eso le siguió una sonrisa al ver ese descomunal pollón borracho, largo, gordo y pesado, mecerse brevemente delante de su cara. El pellejo todavía le cubría parte del glande. Le agarró la pija con una mano, se encargó de echarle la piel hacia atrás descubriendo el glande y se lo metió dentro de la boca sin dejar de mirar hacia arriba, directo a los ojos de su amante francés.
Todavía la tenía morcillona, pero Valdo sintió cómo poco a poco se iba endureciendo en su interior. Fabio cogió los gayumbos y se los rebozó por los morros para que olisqueara el olor a macho. Entre las miraditas que le echaba desde abajo con esos ojazos latinos de color marrón oscuro y sus carnosos labios atrapando su verga con tanta delicia, a Fabio se le puso dura en tiempo récord.
Se la levantó llevándola hacia el estómago para que ese tio guapo le comiera huevo y cuando le estaba merendando las bolas, inclinó el rabo hacia su cara y se lo dejó encima para observar esas preciosas vistas. La polla ya se le estaba poniendo algo más que dura. La inclinación estaba a punto de alcanzar los ciento ochenta grados, lo que obligaba a Fabio a doblar las rodillas y echar el culete hacia atrás para que la chorra entrara recta, o casi recta, por la boca de Valdo.
Ahora que sí la tenía ya completamente dura, tanto para Fabio era una delicia ver su propio rabo como para Valdo chuparlo, cubierto de potentes venas, toda una masa uniforme, un auténtico falo hecho para dar de comer boquitas hambrientas y para follarse culos exigentes. Fabio cada vez estaba más emocionado con esa boquita que le estaba mamando la polla, cada vez más húmeda y predispuesta a todo. Se la folló y la sensación fue la de estar trabajándose un culito suave, tierno y bien abierto.
Tenía la minga preparadísima para inflarle a pollazos. Se la calzó por detrás sin condón y le hinchó el hueco con toda la porra dura. Valdo tenía el culo apretadísimo y llevó al límite a Fabio poniéndole los huevos por corbata a punto de preñarle. Quizá no fue la mejor idea ir al sofá a sentarse y dejar que Valdo le cabalgara el rabo pajeándoselo con el culo, metiéndose y sacando su polla entera por en agujero, sintiendo la enorme polla rebotando sobre su vientre.
El chulazo no paraba de saltar sobre la tranca, cada vez más rápido una vez se amoldó al cilindro. Era tal la locura que Fabio tuvo que cerrar los ojos y pensar en otra cosa para poder aguantar la montura de ese potro salvaje. Tomó el control tumbando a Valdo bocarriba, elevando sus piernas y abriéndole de par en par el culazo. El cabrón aguantaba bien las embestidas y le gustaba mantener el contacto visual en todo momento. Sus ojazos eran demasiado para poder controlarse.
Estar bocarriba y disfrutar de la cara y el cuerpazo de un guaperas francés mientras le follaba, era todo lo que Valdo necesitaba para culminar su propio final feliz. Un cúmulo de imágenes se agolparon en su mente. La carita guapa de Fabio, con el flequillo mojado desmenuzado sobre su frente, su barbita, su torso fibradito, las piernas de Valdo sobre sus hombros, todavía con los calcetos y las zapas puestas. Valdo se la cascó y no paró hasta correrse encima.
Todavía recuperándose, se tumbó y Fabio acudió a su boca para rellenársela de rabo y para darle leche. Se la meneó encima de su cara y soltó unos buenos brotes de lefa, unos chorrazos que salieron disparados más allá de su cabeza y que cayeron a full sobre su jeta dibujándosela de blanco desde la mejilla hasta el bigote, sobre su busto, formando un charco en la comisura de sus labios y algún que otro perdigonazo directo al fondo de la boca.
Aprovechando esos labios ahora igual de dulces pero más suaves todavía y cubiertos de blanco, Fabio se la metió por la boca y Valdo le proporcionó otra jugosa mamada. Le había dejado la cara bien guapa. Fabio le besó para probar de su propia leche, para llevarse el regalito de su propia lefa pehado en las narices y en los pelillos del bigote.
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@ fotos por Oscar Mishima