Vaya años de instituto le ha dado el muy cabrón. Diego Summers iba muy de machito cuando estaba con su pandi, siempre metiéndose con los más bajitos y débiles. Con eso de que Alvaro Fizz era el gafitas de la clase, se las llevaba casi todas, todos los días. Lo que no sabía esa pandi, porque ellos eran de francés, es que de vez en cuando, Diego se sentaba en clase de inglés detrás de él y cuando la profesora se daba la vuelta, se incorporaba en el puesto, se acercaba a su oído y le susurraba lo grande que tenía la polla.
Por muy cabronazo que fuera y por muy mal que se portara con él, Alvaro tenía que reconocer una cosa, y es que se le ponía durísima. Estaba deseando que llegase la hora de esa asignatura y que se acercase a decirle guarradas. No sólo le decía lo grande que tenía la polla, que aseguraba que era tan gorda como un vaso de cubata, sino que le soltaba cosas como que la tenía calentita y dura en ese momento, que alargase la mano hacia atrás y se la cogiese para hacerle una paja, que le siguiera hasta el baño para comérsela y muchas otras barbaridades.
Por supuesto que nunca llegó a alargar la mano ni seguirle al baño, era demasiado vergonzoso como para hacerlo así sin más, pero lo que sí le granjeó la situación cuando ya estaba en casa tranquilo, fue unas pajas alucinantes cuando se quedaba a solas en su habitación. Así fue hasta que un día se animó. Le picaba tanto la curiosidad de saber lo que había detrás de esa bragueta, tanto que decía que era enorme, que también le picaba demasiado la polla y tuvo que averiguarlo.
No quedaron en el baño, sino después de las clases en casa de Diego. Le llevó hasta una habitación con cama doble. Así que al muy cerdo le molaba llevar a sus citas a la cama de sus padres mientras no estaban. Allí el cabrón se convirtió en un macho muy cariñoso que daba besitos y que agradecía pajillas suaves. Lo primero que hizo Alvaro fue abrirle el paquete y sacarle el mandoble. Joder, no mentía el joputa, vaya vara larga y gorda que tenía, hasta le costaba arropársela con la mano entera. La tenía ya dura y calentita y Alvaro empezó a masajearla con la mano derecha antes de ponerse a cuatro patas y metérsela en la boca.
Mientras le dejaba las babas encima, la mano de Diego se paseaba por todo su cuerpo deteníendose en su pandero. Alvarito era virgen de culo, de boca no que había hecho muchas mamadas, y sabía que esa iba a ser la primera. No se lo dijo a Diego porque imaginaba que ya lo llevaba escrito en la cara. De repente las manos volvieron a la parte posterior de su cabeza y cuello, le agarró un poco fuerte y le metió el trabuco hasta forzar su paso por la garganta. Gimió como un cerdo al notarla apretadita y a Alvaro se le salieron las lágrimas.
No sabía cómo quedaría ese rabo en su culo, pero con la boca tenía maña. Había aprendido bastante viendo pelis gays y quedaba por las apps con desconocidos con los que aprendió a hacerlo cada vez mejor. Con Diego usó una técnica que solía gustar bastante, poner la mano como si fuese un cuenco, coger las pelotas, subirlas un poco y chupar polla desde arriba. Escuchar más gemidos le hizo saber que había dado en el clavo, no fallaba.
Alvaro se incorporó de nuevo a la vez que seguía frotanto la pollaza con la mano. Joder, nunca había visto así a Diego. Acostumbrado a ver al cabronazo que llevaba dentro, verle así de drogado con la mamada, disfrutando de la chupada y la paja, con la mirada perdida, era excitante. Esperaba que aunque aquella fuera su primera vez, le clavase la polla como un animal. Era lo que esperaba de él después de haberle hecho sufrir tanto en clase.
Con el rabo super duro, cilimbreando lo justo, Diego salió de su boca y fue pasito a pasito, con las rodillas, por encima de la cama, situándose detrás de su trasero. Ahora los gemidos altos quedaban apagados por otros de hambre y comilona devorándole todo el ojete. Fue apenas un minuto, se ve que estaba deseoso de probar el culete. Enseguida Alvaro notó por detrás la dureza de un rabo calentito paseándose por su raja. El momento estaba a punto de llegar.
Diego lanzó un salivazo cargado de babas desde arriba hasta su capullo. Como si tuviera una brocha gorda entre las manos, pintó de un rastro de saliva toda la entrada del agujero y teniendo muchísimo cuidado, la forzó hacia adentro toda a pelo hasta que se quedó aprisionada, dentro y sin ayuda. Diego empujó con el culete y se la empaló enterita hasta los huevos. Entonces vinieron más gemidos, pero esta vez de Alvarito, que por primera vez estaba experimentando una follada, y encima a lo grande.
Alvaro se imaginó que estaba detrás de él en el pupitre con toda la clase mirando lo bien que le follaba el culo, incluída la profe, a la que imaginaba sentándose en la mesa haciéndose unos deditos en el coño por la envidia de que ese rabo no estuviera en él y sí en el culazo apretado de un chico. Por mucho que otros quisieran tacharle de gafitas, detrás de esos cristales se encontraba un vicioso indomable al que le encantaba el guarreo como a cualquier tio y a Diego se lo iba a intentar hacer comprender esa tarde.
A medida que tomaba confianza con su culo, Diego se la empotraba más fuerte, hasta el punto de quedarse taladrándole desde arriba, poniéndose en posición de flexiones y Alvaro se quedaba besando las sábanas con el culo en pompa y machacado. Con la cabeza detrás de la suya, respirándole en la oreja con gemidos, Alvaro reconoció mejor a ese cabrón por el que tantas pajas se hacía. Recordó los susurros y guarradas que le decía y eso le puso más cachondo y le dejó más predispuesto a abrir el culo para su polla. Ahora no era un juego entre alumnos, le estaba petando duro.
Ahora también podía ser él quien le jodiese un poco y se tomase la venganza. Le tumbó encima de la cama, se sentó encima y empezó a pajearle la polla subiendo y bajando el culo a buen ritmo. La experiencia de poder saltar sobre su polla duró poco. Se ve que al chulazo le molaba más dar toda su energía. En un pis pas, el que estaba sobre la cama era Alvaro con el culo bien follado y esta vez, con las piernas bien abiertas y el culete cada vez más arriba, sí que le dolió, presa del trabuco que no paraba de rebanarle el ojete.
Alvaro volvió a las pajas, pero en esta ocasión no estaba solo en la habitación. Se colocó de rodillas y comenzó a pajearse el rabo sobre los cultivados pectorales de su follador. La hostia puta, nunca le había salido tanta leche de los cojones, le dejó el torso blanco de un chorrazo inmenso y algunas gotitas salieron desperdigadas hacia su cara obligándole a entrecerrar los ojos. Diego no dejaba de mirar cómo le salía lefa por la polla.
Se la machacaba cada vez más fuerte. Así que ese cabronazo tenía un fetiche, le molaba ver pollas corridas. De tan fuerte que se la frotaba, terminó soltando un gemido que anunciaba la llegada. Incorporó la cabeza para mirarse su propia lefada y enseguida unos brotes de leche aparecieron por el capullo para caer blanquitos sobre su cadera. Cuando Alvaro ya salía por la puerta de la casa, Diego le agarró la cabeza con una mano y lo atrajo hasta la suya, se acercó a su oído y le dijo: “volveré a follarte el culo cuando quiera”. Y creedme que así fue.
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