Todas las entrevistas de trabajo, quizá deberían ser así, poniendo a prueba a los candidatos en lugar de que se sienten enfrente de una mesa a contarte cosas que pueden ser verdades o mentiras. El puesto de trabajo estaba claro, se necesitan chicos guapos para ejercer de camareros en bar de copas gay, habrá un plus si estás bien dotado y das la talla para otras tareas extra en el local.
Ni camareros ni entrevistador, Hector de Silva entra y al único que encuentra es a otro chaval llamado Xavi Duran que está allí por el mismo puesto de trabajo. Después de un buen rato esperando, deciden dar el siguiente paso, recorrer el bar en busca de alguien que pueda decirles acerca de la entrevista. En su viaje a las mazmorras siguen sin encontrar a nadie, pero sí se terminan topando con una puerta que conduce a una sala de tortura.
No saben que están siendo grabados por varias cámaras que el entrevistador ha colocado de forma estratégica. Ya lleva muchos años en esto como para saber de comportamientos humanos y de lo que iba a ocurrir juntado a dos chavales guapos a solas en un local donde dar rienda suelta a sus hormonas. Tras su primera hora juntos a solas, los dos se han hecho bastante amiguitos y de risas cómplices, sobre todo al encontrar esa sala del tesoro.
Avance de “Sub Games”
Entre broma y risa, Hector ata las manos a Xavi y le calza bien la manaza en todo el paquete. La respuesta de Xavi se traduce en un gemido y mordida de labios. Hector sigue palpando el bulto que no para de crecer, le desabrocha la cremallera y le saca todo el pollón gordo y moreno que primero se dedica a pajear un poquito y después se agacha para mamar. Podría haber continuado el juego, haberle dado la vuelta y haberle follado el culo, Xavi estaba más que dispuesto, pero decidió liberarle de las correas, poner el culo en pompa y dejas que Xavi le metiera unos buenos pollazos.
Xavi mató las ganas dentro de ese agujero delicioso y después lo tumbó boca arriba para seguir metiendo palo, dándose antes el gustazo de comerle a ese guaperas de ojos claros toda la polla y hacerse una sorbida de cojones de las que hacen época, merendándose un huevaco, tirando de la bolsa y dejándolo escapar, con el consiguiente rebote de pelotas y rabo, chiribitas para los ojos. No paró de reventarle el ojete hasta que le vino el gustillo y le plantó toda la lefa en los calcetines negros de ejecutivo. Ninguno de los dos lo sabía aún, pero los dos hacía ya rato que estaban contratados, como camareros y como todo lo que conllevara ese plus.
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