Cada uno iba con sus colegas, pero Ryan Rose y Cade Maddox se han pasado casi todo el rato persiguiéndose el uno al otro en el gym, ayudándose en el banco de pesas, dándose la alternativa en las máquinas y aprovechando entre cambio y cambio para acercar sus cuerpos, darse una palmadita en el trasero en señal de aprobación entre machotes y rozar sus prominente bultos contra las muslos del otro.
No han podido acabar el entrenamiento. Justo cuando el resto de sus amigos han ido a ver a las chicas de la clase de zumba de al lado, han cogido sus toallas y sin pasar por la ducha, demasiado concurrida a esa hora del día, se han cogido el coche en dirección al apartamento. Sudados y con los músculos a pleno rendimiento, dan rienda suelta a la testosterona sin perder un solo instante.
Cade se saca la verga y Ryan cae rendido a sus pies. El chulazo está sobre la cama, completamente desnudo, su cuerpo empapado en sudor, marcando cada uno de sus perfectos musculitos y un culazo bestial que no para de mecerse y hacer que a Cade se le nuble la vista, tanto que se agarra a la cabeza de Ryan para tener un punto de apoyo y le da de comer rabo.
Le da la vuelta y saborea la entrada de su culazo. Menudo pandero, agenciándoselo a dos manos sin saber por dónde empezar. Relame su ojete y Ryan se pone bien cerdo, esperando con ganas que le meta todo el rabo por el culo. Con la polla dentro y sin condón, más larga que una barra de pan, Ryan da hostias con el puño sobre le colchón, diciendo con gestos lo que no se atreve a decir con palabras, lo mucho que le gusta que le penetren como si fuera un puto animal.
Ese culo ya tiene dueño. El chulo de ojos azules, el galán que enamora a las tias con su mirada y su genuino aire de virilidad, empotrado a cuatro patas sobre una cama gozando de una buena polla. Evita mirarle a los ojos, se dice a sí mismo Cade cada vez que le mete el rabo, por temor a correrse antes de tiempo. Dándole lo suyo bocarriba, Ryan se saca la leche. Ahora ya sí tiene vía libre para nutrir de lefa el cuerpazo de ese guaperas. Unos kilómetros más lejos, sus colegas en el gym, después de haber visto a las chicas, hacen guerra de pajas en las duchas.