Por San Valentín, Max Adonis le preguntó a su novia qué quería de regalo y ella, sin ningún tipo de reparo, le contestó que quería ir a un lugar lleno de chicos. A continuación le guió el ojo y ante la mirada de sorpresa de Max, que ya estaba pensando en su chica desnuda, rodeada de machos hambrientos de coño y tetas, follándosela por todos los huecos y depositando encima de ella la carga de las pelotas, continuó diciendo algo que le pilló por sorpresa.
Quería ir a un lugar lleno de hombres pero no para ella, sino para ver cómo su novio se comía una verga. Max hizo la maleta a regañadientes, sin comprender qué clase de novia te pide eso por San Valentín. Llegaron al hostal y todo ocurrió sin esperarlo. Max se levantó a echar una meada a media noche y en un lugar lleno de tios, como cabía esperar, en el baño había uno dentro tomando una ducha.
La mirada de Max fue directa a la polla, chorreando agua, grandísima, después a su precioso y bien formado culazo y al resto de su cuerpo musculoso para detenerse en la cara de ese tio tan guapo y atractivo que le lanzó un órdago con la mirada, sorprendiéndose a sí mismo de fijarse tanto en un chico. Ya no sabía si es que su novia se lo había metido en la cabeza o si era que realmente le atraía el mismo sexo. Esa tía iba a conseguir volverlo loco.
Se quedó tanto rato mirando sin ser consciente del tiempo, que Patrick Dei salió de la ducha y directamente le preguntó si le gustaba lo que veía. Max ni le dio la razón ni se la quitó y pasó a contarle todo lo que su novia le había propuesto. Después de escuchar su historia, Patrick le propuso a Max ser su amigo especial para darle a su novia el regalo que se merecía y a Max le pareció una idea perfecta con tal de acabar de una vez por todas con toda esa locura. Además el tío estaba buenísimo y al menos no le haría ascos.
Llegaron a la habitación. Patrick dejó caer la toalla al suelo enseñando su dote y dejando alucinada a la parejita. Patrick se puso de rodillas en la cama, detrás de Max, pegando bien el torso a su espalda. Jugaron a besarse, a rozar sus cuerpos, hasta que a Max se le abrió el apetito, se dio la vuelta y se agachó para comerle la tranca. Le cogió por los huevos, abrió la boca a tope para hacer hueco a esa pedazo de mazorca enorme y se le llenó enterita con el glande.
La novia de Max estaba encantada, sentada en un sofá, haciéndose unos deditos, mirando cómo su chico comía rabo, además un bien grande y jugoso, cómo otra persona que no era ella le comía le miembro a su novio. Se suponía que todo debía acabar ahí, pero los chicos llegaron a olvidarse de en qué consistía el puto regalo, de que la chica estaba mirando y siguieron a su rollo.
Max terminó a cuatro patas sobre la cama, dejándose meter a pelo por el culo, descubriendo placeres que nunca habría descubierto si no hubiera sido por esa escapada. Podía sentir la polla dura y caliente apoderándose de él. Con el ojete bien abierto, se tomó la revancha y se folló a ese guaperas. Ni con su novia había tenido tantas ganas de correrse con apenas unas cuantas batidas de rabo, ni cuando le dejaba penetrarla el culo apretadito.
Ese tiarrón tenía algo que ella no podía darle, por ejemplo tumbado en la cama, cuando Patrick se puso a saltar sobre su polla. Sentir el roce de unos huevos calientes en el estómago, poder alargar la mano y tocarle ese enorme miembro viril. La leche empezó a acumulársele en los huevos hasta que estalló. Su novia había disfrutado, pero él también y mucho, aunque eso no se lo diría.
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