A ojos de los más chavalines, Lucio Saints y Vitorio Mendez eran considerados unos daddies. Los dos tenían ganas de fiesta y buscaron a uno de esos chavales a los que les interesaban los maduritos cañeros. Lucio, que tenía un ojo de lince para detectar el talento, el atractivo y la sensualidad, enseñó a su amigo la foto del tio al que había encontrado. Los dos asintieron y por algún motivo sus rabos empezaron a madurar en sus calzones. No había duda de que Guido Plaza encajaba en sus planes.
Ampliaron y ajustaron la foto dentro de la pantalla varias veces, contemplando ese cuerpazo de gym. Además Guido llevaba puestos unos calzones por los que se le transparentaba todo. Se le veía toda la polla empalmada y el colega la tenía gigante y bien gorda. Le dieron un toque y en diez minutos ya lo tenían semi desnudito en casa todo para ellos.
Después de lo que habían visto en las fotos, tenerlo allí en carne y hueso les cohibió un poco, lo que no evitó que los tres varones se quedaran de pie, mirándose unos a otros, mientras se frotaban los paquetes en los que ya se dibujaban algo más que tiendas de campaña. Vitorio se la intentó recolocar varias veces, pero la tenía tan grande que se le salía por un lateral.
Se la sacó por encima y dejó a los chicos alucinando. Poco a poco fueron perdiendo la vergüenza. Guido fue el siguiente en enseñar su rabaco. Lo tenía medio empalmado y al sacárselo hizo una caidita por su propio peso que a Vitorio, que se la estaba pajeando en ese momento, casi le hace correrse de gusto. A Lucio no es que le gustase volver a la infancia y jugar al juego de a ver quién sacaba la pajita más larga, pero mirando a uno y a otro, poniendo cara de póker y sabiendo que jugaba la mejor baza, dejó resbalar la goma de los gayumbos por encima de su miembro y se hizo una sacada de chorra que les dejó con la boca abierta.
Gigantesca, bien gorda y morenota, con el pellejo recubriendo en parte el cipote, Meneó las caderas y la hizo bailar, lo que provocó que Vitorio y Guido se pajearan con más efusividad. Estaba claro quién la tenía más grande, pero los tres estaban tan bien dotados que en algún momento tendrían que dejar de hacerse pajas y decidir qué rol iban a tomar en ese encuentro. Lo tenían francamente difícil con esas cacho pollas.
Se sentaron en el sofá en la misma posición en la que estaban de pie y se dejaron llevar. Vitorio, que estaba hambriento, se ladeó sobre el asiento y se metió en la boca el trabuco de Lucio, no sin antes hacerle unas virguerías con la lengua en la punta del cipote que le hicieron volverse loco. Guido siguió sus pasos, se ladeó y se merendó esa pedazo de polla caliente comiéndose las babas del otro.
Se dieron uno a otro la alternativa mamando y dejando ese rabaco cada vez más grande, más grueso, más duro y lustroso. Lucio se percató de que el chaval todavía no había dicho palabra y se preguntó si hablarían el mismo idioma. Por si acaso, mientras le tocaba el turno de chupársela, le soltó un “deep throat“, el término universal de la jodida garganta profunda.
Ambos lo intentaron, pero fracasaron en su intento de atragantarse con una polla tan grande. Lo que sí hicieron de puta madre es masturbar el pollón a dos bocas, relamiéndolo de arriba a abajo, aplicando fuerza de uno y otro lado con los labios y haciendo correr ese pellejo grueso y moreno que recubría una tranca sensible deseosa de dar leche.
Lucio se vio en pleno derecho de ser el primero en gozar del rabo del guaperas que habían metido en casa. Le miró a la cara antes de comérsela. El chaval estaba buenísimo. No la tenía excesivamente gorda, lo que facilitaba metérsela bien a fondo, pero sí lo bastante larga, muchísimo más que los de la media de su edad, como para tener que hacer un esfuerzo extra para metérsela por la garganta. Él sí le hizo un deep throat en toda regla, haciendo que Guido casi estallara de placer dentro de su boca.
El chaval aguantó como un campeón los embistes de esa boca tragona que le devoraba toda la polla. El por qué le gustaban los daddies estaba claro. No había nada como ver a un tio apuesto con su cara de machote comiendo rabo, azotarle la jeta, hacer resbalar el pollote por su cara y rasparse con una nutrida barba de varios días.
Aunque tenía una buena minga para descerrajar culos, Guido tenía muy claro lo que buscaba de esos dos machotes. Les hizo levantarse del sofá, se puso a cuatro patas y dejó que se pajearan mirando su precioso y redondito culazo. Vitorio fue le primero en no poder contenerse a su atractivo y le calzó toda la chorra gorda, sin condón ni nada, dentro del ojete, intentando mantener el equilibrio dle puto gustazo que le daba colarla por un agujero tan estrechito, mientras se sostenía con una mano agarrando la minga tiesa de Lucio.
“¿La quieres tú así dentro del tuyo?“, le soltó Lucio susurrándole en la oreja. Como para no quererla, a Vitorio le faltó tiempo para subirse al sofá y, sin sacar su miembro erecto del culo del chaval, inclinó la espalda tumbándose sobre la de Guido y se dejó penetrar. De tanto meter y sacar, Vitorio se vio obligado a sacar su polla del otro culo. Lucio estaba ante un dilema moral.
Tenía dos culazos de la hostia en pila, a cada cual mejor. Al primero ya se lo había pinchado y ahora iba a por el segundo. Se sentía como un rey en su propia casa, con esos dos tios a su disposición, dos culos tragones para hacer disfrutar a su enorme polla. Viajó de uno a otro intentando dilucidar cuál de los dos lo tenía más cerradito y por mucho que les metiese rabo una y otra vez, ninguno de los dos se acostumbraba a tener algo tan grande invadiendo su ano, poniendo caras, frunciendo el ceño de dolor y gusto y abriendo la boca cuando sentían entrar la puntita.
Lucio pilló por sorpresa a Guido. No pensaba dejar que ese chaval saliera por la puerta de su casa sin darle buen uso a su larga vara. Lucio se tumbó bocarriba invadiendo el espacio donde Guido había aguantado estóicamente los embites de su rabo, se abrió de piernas y pidió al chaval que se lo follar a pelo. Guido se portó como un machote, zumbándose el culo como mejor sabía hacerlo.
Lucio no paraba de mirar la cara de vicio del chaval, concentrado en rellenarle bien el agujero, sus abdominales en tensión, marcando un six-pack de lujo. A Guido le vino el gustillo enseguida y se corrió en la raja del culo, después mojó su rabo en su propio semen y pegó un par de embestidas extra, colando toda esa lefa calentita dentro del cuerpo de Lucio.
Vitorio aprovechó el esperma del chaval para metérsela también a Lucio. Era la primera vez que los dos amigos hacían algo más que tocarse los rabos para hacerse pajas, pero la situación quiso que se diera así. Mojando chorra en la lefa de otro tio, Vitorio enseguida se vino arriba, sacó su polla del trasero pero no sería él quien se corriera primero.
Una vez más Guido y Vitorio estaban a punto de quedarse con la boca abierta. Con todo su poderío, Lucio exhaló un sonoro gemido y el cabrón se corrió a lefazos sobre su propio cuerpo, regándose enterito de arriba a abajo, metiéndose un autofacial en toda regla, con un montón de leche caliente y espesa pringándose el torso, la barba y el bigote. Hasta él mismo se quedó bufando, seguro de que esa había sido sin duda una de sus mejores corridas.
Dejándose llevar por lo que acababa de ver con sus propios ojos, Vitorio se meneó el rabo y llenó de mecos las nalgas de Lucio, con los brotes de lefa colgando de sus pelos. Guido contempló como buen alumno cómo esos dos daddies disfrutaban de los momentos posteriores a la corrida. Él normalmente se iba a la ducha después de hacerlo, pero aprendió que incluso tras la eyaculación, había otros placeres, como relamer la lefa de uno mismo del culo donde la había depositado y después besar al otro tio en la boca con los morros llenos de lefa. Tomó nota.