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Guido Plaza hace garganta profunda al pollón de Realrey Mesa y se deja follar a pelo | Fucker Mate

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Que Realrey Mesa iba a ser un macho dominante en la cama, es algo que a Guido Plaza le quedó bastante claro al desnudarse delante de él. Guido, que era muy guapete, estaba acostumbrado a despertar el deseo sexual de cualquier hombre y sabía que, dependiendo de os gustos de cada tio, a uno les gustaba una cosa y a otros otra de él, pero no esperaba que a Realrey le gustara todo.

No paraba de morrearle su guapísima cara enmarcada en una cuidada barbita, de plantarle las dos manos en su escultural trasero o de palpar sus pectorales con manos, bocas y lengua. Le tenía bien sobado, chupado y cuidado. Guido intentó apartarse lo justo para buscar su cara y besarle mirando sus ojos, pero lo que vio en ellos fue una mirada perdida de deseo que lo que andaba buscando era follar.

Guido no tenía problema en eso. Tampoco es que una primera cita tuviera que ser amor para toda la vida. ¿Tanto le gustaba su culo? Pues le dio la espalda y dejó que le rebozara toda la cebolleta por él. Y menuda cebolleta. Nada más sentirla, se vio incitado a agacharse. Le quitó los calzones con rapidez y le gustó la poca vergüenza con la que el rabo salió disparado.

Muy largo, lo suficientemente gordo como para ganarse la categoría de pollón, lo tenía semiduro y eso hizo que se le meneara hacia arriba y hacia abajo. Guido se humedeció los labios con la lengua sin dejar de mirarle la minga. Tras dos caladas, la polla creció el doble dentro de su boca y empezó a ponerse durísima. Guido se separó de ella y la miró desde la distancia.

El rabo de Realrey descansaba ahora sobre su muslo izquierdo, enorme, despegándose de él en pequeños saltitos, endureciéndose aún más. Guido le estiró el escroto para que los dos huevos se acomodasen dentro de su bolsa y como si fueran su presa, se tiró a por ellos succionándolos con la boca, dejando que el calorcito de la polla sobre su nariz le pusiera bien cachondo antes de merendarse el trabuco.

Una vez la tuvo completamente dura, se arriesgó a hacerle una garganta profunda. Le asustaba el tamaño de ese enorme cipote que resaltaba sobremanera sobre la polla algo combada hacia abajo, pero una vez la tuvo dentro de la boca, le supo tan rica que se agarró los machos y tiró millas, colando el glande por el interior de su garganta y echando de menos su respiración.

Se detuvo a chupar el cipote, manteniéndolo entre sus labios, mirando a Realrey a los ojos y volvió a engullirla entera, haciendo que su bigote se juntara con otros pelos, los d ela base de la polla de ese tio. La cara de Guido se puso roja, como la de un tio que lleva mucho rato cascándosela, como la de un tio que era tan glotón que no podía parar de comer.

Una y otra vez se atragantaba, salía a tomar aire dejando reposar la polla con el cipote sobre su labio inferior, echándole todo el aliento y volvía a amarla por completo hasta que le daban arcadas. Cada vez con la cara más roja, cada vez más sudado, cada vez con la mirada más perdida, como un puto animal sucumbiendo a las delicias de la naturaleza, dejándose llevar por lo que más le gustaba.

Antes de que se diera la vuelta ofreciéndole el trasero, Realrey aprovechó que se la estaba zampando entera para meterle una nalgada y meterle la polla lo más profunda que había tenido dentro hasta el momento. Tragón por la boca, tragón por el culo. Sí, entraba super apretadita, pero ese cabrón tenía buenas tragaderas por todos los huecos.

Desnudita, a pelo. Realrey la tenía tan dura que no le hicieron falta manos para conducirla hacia el agujero. El churro resbalaba de puta madre hacia el interior, mientras Guido se revolvía y se repeinaba con una manita intentando encontrar la forma de canalizar tanto gusto. Realrey no paró hasta que la tuvo toda dentro, hasta que sus pelotas se desplazaron hacia atrás por el contacto de las nalgas del chaval.

A Guido le empezaron a flojear las piernas. Tras una buena batida de pollazos, se encontró casi tumbado bocabajo sobre la cama, con las piernas casi estiradas, todavía con las rodillas flexionadas, la otra mitad de las piernas hacia arriba, bien abierto. Sin sacarle la polla del interior, Realrey le cogió y le fue dando la vuelta hasta que Guido se quedó sentado sobre sus piernas con la polla clavada en su agujero.

Guido se agarró su rabo, que le impedía ver cómo le entraba toda esa polla por el culo, se desplazó también los huevos y empezó a levantar y dejar caer su trasero haciéndole una paja. Se dio la vuelta y se dejó caer sobre el cuerpo de Realrey. Quería que le diera un poco de amor, sentir el calor de su torso, el ritmo agitado de su respiración mientras le metía toda esa verga dura y enorme por el ojete.

Tuvo todo eso y más. No esperaba recibir caricias de ese tio al que acababa de conocer, pero consiguió que le abrazase fuerte, que le diera besitos mientras le partía el culo. Guido se dejaba querer. Eso hacía que a menudo muchos en esta situación le dejaran una buena preñada en el ojal. Una preñada cargadita de amor que Guido recibía plenamente consciente.

Realrey aguantó sin dejar que su polla decidiera por su mente. Convirtió ese momento tan sentimental en otro bien cerdo, pasando la cabeza por debajo de una de las axilas de Guido, esnifando su sobaco, agarrando su culo y abandonándose a meterle una de pollazos que hicieron que Guido volviera  revolverse sobre la cama gimiendo de placer.

Por detrás, igual que por delante, Guido estaba buenísimo. Sus espaldas, su guapísima cara gimiendo de gusto, ladeada sobre la almohada, su culazo redondito, sus muslazos. Realrey se la metió con mucho gusto y le taladró el trasero. Cuanto más se lo follaba, cuanto más ruborizado se ponía, cuanto más sudaba y se le desordenaba el pelo, más guapo estaba.

Realrey se la peló delante de su carita. La leche le salió a presión, haciendo que no confluyera en un único disparo certero, sino en un reguero disperso que obligó a Guido a cerrar los ojos y sentir cómo se le mojaba toda la jeta con el semen de ese tio. Realrey todavía estaba dando espasmos de la corrida cuando Guido se tumbó bocarriba y se cascó un pajote.

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