Viendo los gestos de su cara, enfocando la vista sólo de cintura para arriba, cualquiera diría que Max Arion se lo estaba pasando bien. ¿Estaba pajeándose o recibiendo una mamadita? No. Sus gestos estaban condicionados por Allen King, que disfrutaba como un cerdo lamiendo esos pies de talla gigante que calzaba ese pedazo cabrón.
Y no sólo se estaba poniendo cerdo satisfaciendo el fetiche de ese tio, sino porque a él le habían enseñado que calzar bien de pie siginificaba calzar bien de rabo y sólo de pensar en el badajo que ese machote guaperas tendría entre las piernas colgando, se estaba poniendo bien perraco. No tardaría en descubrirlo. Lo estaba haciendo tan bien, chupando dedito a dedito, que Max miraba fijamente los movimientos de su boca mientras se bajaba la bragueta.
El corazón se le puso a doscientos cuando le vio el trabuco. Se lo sacó como si nada, como si fuera un rabo cualquiera, bajando la goma de sus calzones con el pulgar y empinándola. Allen comenzó a respirar de forma agitada. Le encantaban las pollas grandes y esa era perfecta. A pesar de las ganas que tenía de chuparsela, se las aguantó y dejó un poco más de morbo sobre sus pinreles mientras veía cómo Max se masturbaba y se dejaba la polla bien dura para él.
De tamaño de rabo Allen también iba sobrado. Se lo demostró desnudándose y enseñándole su dote, toda empinadita, una polla larguísima y preciosa. No la hebía estado lamiendo los pies para nada. Los necesitaba bien lubricaditos para la guarrada que estaba a punto de hacer. Max se adelantó y metió un pajote a su pollón apresándolo entre los dedos. Allen le cogió el pie y lo plantó todo lo largo que era encima de su polla. Lo tenía tan grande que le abarcaba el rabo, los huevos y todavía sobraba pinrel.
Lo desplazó hacia arriba y hacia abajo presionándolo sobre su nabo. El pie estaba húmedo y calentito. Le cogió el otro, los juntó y metió la polla entre medias, dejando que Max le hiciera una cubana con ellos, que le masajeara las pelotas con el dedo gordo, que le cilimbreara el palo, que le pajeara presionando bien con los dedos de ambos pies en torno a su polla.
Se los volvió a chupar y se fue dirigiendo poco a poco, morbosamente, hacia su entrepierna. Max se preparó para la llegada quitándose toda la ropa que llevaba puesta por debajo de la cintura. Allen le apresó con la mano el miembro viril por la base. Su cuatro dedos juntos apenas cubrían un cuarto de rabo. Olisqueó la polla, la bateó contra su jeta para comprobar lo dura que estaba y se la mamó como sólo él sabía hacerlo.
Le succionó las bolas, grandísimas y colgantes, abrió la boca a tope para tragarse ese miembro gordísimo. Tragó centímetros hasta que se le puso la cara roja y no le cabía más. Allen tenía el culo abierto a tope. Se estaba poniendo cachondo chupándole todo a ese tio. Todo lo tenía bien grande y encima el pollón encapuchado con el pellejito recubriendo su glande le estaba volviendo loco.
Max tomó el relevo. Le tumbó en el sofá y empezó a jugar con su polla. El tio era todo un experto y se le daba de puta madre también hacer virguerías con rabos encapuchados. Sólo con ver la manaza de ese cabrón cogiendo su rabo, Allen casi se viene encima. Max metió un dedo por el capuchón y comenzó a presionar el glande haciendo círculos. Después le chupó el pellejito y Allen estaba seguro de que además de pellejo, le estaba chupando el precum que acababa de abandonar sin control.
Max se puso de rodillas y acercó el cipote de su polla al de Allen, haciendo que las dos cabezas se acariciasen mutuamente, descubriendo el glande de Allen e intentando meterlo dentro de su capucha. Cuando Max se relajó, Allen apresó las dos pollas con la mano y las pajeó juntas, una resbalando sobre la otra en un juego tan cerdo que perfectamente podían haber acabado los dos lubricándose las pollas a lefazos.
Pero la polla de Max todavía tenía trabajo por delante. Por un momento Allen se sintió abandonado al placer, cuando Max se abalanzó sobre él, le soltó un gapo en la boca y empezó a horadarle el agujero del culo con un dedo. Los jadeos de Allen iban a más, estaba famélico por tener a ese macho jugando con él, abriendo la boca, sacando la lengua, dejando que la saliva nutriese su lengua mientras ese tio le follaba el culo con su gran dedaco.
El gran momento estaba a punto de llegar y Allen sentía que estaba preparado para ello después de tanto juego preliminar. El amor que sentía por esa enorme polla hizo que su ojete se expandiera hasta sus límites, pero cuando Max le encasquetó su gordísima y gigantesca polla, entrando tan ajustada, Allen se dio cuenta de que había rabos para los que cualquier agujero se quedaba pequeño.
Nada que Max no pudiera solucionar con algunos juegos más, lubricando su ojete a salivazos, acariciando la entrada con su cipote, ahora sin capucha y encasquetándole la polla poco a poco, preguntando a Allen si estaba preparado para recibir unos cuántos centímetros más de adrenalina.
Al principio un dolor intenso, como si le partiera el culo en dos, pero Max era un experto follándose culitos y se sabía la técnica al dedillo, dejando su polla dentro y haciendo que el ano se acostumbrase a algo tan grande, sin retroceder, antes de dar el siguiente paso. El dolor dio paso al placer y Max pudo meterle toda la tranca, follándoselo sin condón mientras Allen se encabronaba, se mordía el labio y pedía más.
Cuando la polla dejaba de resbalar como debía, Max se la sacaba del culo, acudía a su boquita para que se la chupara y se la volvía a meter. Allen miró a ese potro. Estaba buenísimo, con esos ojazos, su barbita y esos musculitos bien marcados. Tenía un polvazo. Quería que le dejara el mayor agujero que le habían dejado nunca en el culo.
Y a ello se puso Max, a abrirle de par en par, dándole por detrás, penetrando su culito mientras lo dejaba sobre el reposabrazos del sofá, dejando que el pequeño cabroncete se tragara toda su polla hasta el último centímetro, hasta cascarle los huevos en el pandero. Menudo culazo, cómo tragaba, sobre todo cuando le daba por detrás, cuando al meterle más de la cuenta, por instinto se le levantaba una piernecita.
Cuando se agotaba el lubricante natural, acudía a él de formas distintas, metiéndole un gag the fag y atragantándole hasta que la saliva salía a raudales por su boca y se la dejaba bien lubricada, usando el precum que Allen soltaba por la polla para mojarse el cipote.
Allen cabalgó sobre la polla de ese pony luciendo su rabaco alegremente, saltando y dejando que su mástil hiciera aspavientos, rozando con él los muslos de Max. Después se ensartó en su polla y siguió montando a caballo, bajando tan fuerte con el culo y tragándose tanta polla que parecía como si estuviera cagado los cojones de Max, poque le colgaban del mismísimo ojete.
Allen se pajeó la polla mirando cómo esa bestia parda se la metía. Por su encapuchada polla empezaron a salir chorretes blanco puro de lefa cargada. Max se acercó a chuparle el rabo y se merendó toda la lefa que se había dejado encima dle puño y del costado. Le dejó limpito sin dejar ni una sola muestra de que se hubiera corrido.
Max se acercó a la cara de Allen y empezó a masturbarse su enorme y gigantesca polla. A cada bandazo, sus enormes y colgantes huevos rebotaban que daba gusto verlo. A Allen nok le quedó más remedio que lamérselos y succionárselos como un cerdo. Al escuchar los gemidos de Max, Allen abrió la boca, sacó la lengua y vivió de cerca unos fuegos artificiales.
Los lefarazos salían despedidos de ese enorme pollón y caían por todas partes, no sólo sobre su cara y su boca. Allen le devolvió la jugada, le limpió el sabe y, ayudado por Max, se comió toda la leche que quedaba a su alcance. Casi se queda dormidito y relajado con el olor de esa enorme polla corrida resbalando sobre su cara, tan grande y hermosa, como a él le gustaban.