“Eres tan sexy“, le decía Mitch a Barron agarrándole de la carita, comiéndoselo a besos, deseándole con todas sus ganas como hacía tiempo que no deseaba a un tio. Barron era un tiarrón rubiales de ojos azules, corpulento y atractivo y parecía mucho mayor de lo que era, a pesar de tener incluso un año menos que Mitch y a Mitch los tios que aparentaban tener más edad le ponían muy cerdo.
Conteniendo un par de gemidos, echándole el aliento a la cara, frente a frente, para que sintiera lo musch que le gustaba y las ganas que le tenía, Mitch le quitó la camiseta y levantó los brazos para dejarse quitar la suya. Ahora eran dos machotes desnudos de cintura para arriba, con un buen par de cuerpazos, musculosos y buenos pectorales que no paraban de darse el lote.
Barron tuvo que separar las manos de su cuerpo cuando Mitch se puso juguetón y comenzó a bajar por su torso relamiéndole hasta los pezones. Se sacaron los pantalones y unos segundos después de que Mitch se quitara los gayumbos, dejando a la vista su gorda y morenota polla tiesa, Barron tenía formada una buena tienda de campaña que Mitch se apresuró a descubrir de lo grande que era.
Tiró de la goma y lo que vio le dejó alucinado. Un pollón perfecto, gordísimo y tan largo que le llegaba a Barron hasta la mitad del torso, más allá del ombligo. Se la agarró, le dio besitos por delante y por detrás y se la metió dentro de la boca apresándola con sus suculentos y sabrosos labios, ejerciendo la presión precisa para que ese cabrón gimiera como un cerdo, a punto de soltar toda la leche.
Pero Mitch no sólo se fijó en la polla, también se dio cuenta de los cojonazos que tenía Barron, ni demasiado colgando ni demasiado pegados a la base del rabo. Eran grandes, se mantenían en sus sitio, consistentes. Mitch jugó un poquito con ellos dentro de su boca succionándolos y volvió a ensuciar el rabo con sus babas para pegarse otra comilona.
Un dedo, dos dedos, tres dedos, cuatro dedos, Barron fue abriéndole el agujero del culazo con la mano. Mientras tanto, en una de las nalgas Mitch notaba el calor y la dureza de la potente banana de Barron. “No puedo esperar a sentirte dentro de mí“, le dijo cuando ese cabrón le estaba abriendo la raja. Barron cogió su polla y se la metió directa y sin condón por el ojete.
Qué rica estaba y qué gorda era. Cuanto más miraba Mitch a Barron follándoselo, con los pezones duros, su musculadito torso, avalanzándose hacia él, mirándole fijamente a los ojos azules llenos de deseo, más ganas tenía de abrirse de par en par para dejar entrar a esa máquina de hombre, el arma perfecta para abrir el culo de cualquier tio. Dónde había aprendido a follar así lo desconocía, pero el rubiales tenía arte haciéndolo.
Mitch se incorporó para pegarle otra mamadita, esta vez intentado tragarse la polla hasta el gaznate. Se permitió el lujo de soltar alguna que otra arcada con la polla dentro de la boca y después dio la espalda a Barron para que volviera a petarle el trasero. Esos cojones que hasta ahora habían permanecido en su lugar, se volvieron locos. Ahora le colgaban más que nunca y eran tales las arremetidas que le metía, que sus pelotas chocaban con las de Mitch, encantado de que los dos pares de cojones se peleasen durante la follada.
Se sentó sobre las piernas de Barron atravesándose con la tranca, haciendo una sentadilla sin terminar de bajar del todo, permitiendo que Barron le culease desde abajo. Se hizo un pajote y se corrió encima de él. Dejándose salpicar por ese rabo lechero, Barron se vino arriba, sacó la polla del culo y se pajeó duro, rozando con su puño la polla y los huevos recién corridos de Mitch.
La imagen de lo que salió de ese rabo, se colaría durante muchas noches en los sueños húmedos de Mitch. Casi una decena de chorrazos potentes de esperma salpicando hacia arriba como si fuera una fuente. La próxima vez no los desperdiciaría y dejaría que todo eso ocurriera dentro de su culo o encima de su cara, pero disfrutar de esos fuegos artificiales le había dejado satisfecho. Acercó el culete a la polla todavía dura y empujó hacia abajo metiéndosela dentro. Así se quedaron un rato, besándose, recuperándose de las corridas, haciendo buenas migas.
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