Estoy a solas en la habitación con un tiarrón enorme y atractivo de uno noventa de altura que sólo lleva los calzones puestos. Sir Peter me dice que me acerque. Mira que yo también soy alto, pero este me saca casi media cabeza, por lo que mi mirada va directa a su cuerpo. Está cachas, musculadito. Paso las manos por encima de su torso peludo y siento en ellas los surcos que forman sus marcados abdominales.
Miro hacia arriba, me sonríe y logra desnudarme. Ahora mis manos pasean por sus fuertes brazos, igual de peludos. Se las cojo y hago que me las ponga en el trasero. Algo salvaje se revuelve dentro de mí, deseando que ese macho fornido me tome, me coja en volandas, se saque el rabo y me folle allí mismo mientras me agarro a su cabeza, su cuello y sus pectorales.
Se baja los calzones y vuelve a sonreir. Sabe que me gusta lo que veo, sabe que a cualquier tio le gusta. Aun flácida, tiene la polla enorme y bien gorda. El cipote asoma tímidamente por el capuchón. Le agarro la verga y se me llena la mano de rabo, le sostengo la huevera y me falta superficie para abarcarla. Se la pajeo mirando hacia a mí, con los nudillos de la mano en la parte superior de su rabo.
Siento cómo se endurece, cómo se inclina hacia adelante creciendo desmesuradamente a lo largo y a lo ancho, cómo el pellejo de la polla se repliega hacia atrás y nace un cipotón enorme. Me pongo a su lado y disfruto del trabajo manual, de mi mano subiendo y bajando por ese gigantesco y majestuoso rabo cilíndrico cañero y caliente. Creo que mi culo no stá preparado para abrirse tanto, pero me gusta tanto que deseo con ganas que ese machote me lo destroce y me abra el agujero más grande que me hayan abierto jamás en el trasero.