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Markus Kage se folla el culazo de Alex Mecum en la mazmorra de la trastienda | MASQULIN

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Cómo le recordaban a Markus Kage esos pasillos a aquel local para hombres al que le llevaron sus colegas para su despedida de soltero. Le dijeron que se internara en ellos hasta el final, esperando que a los pocos minutos saliera corriendo con una mano delante y otra detrás, pero no salió y por descontado que nunca llegó a casarse, porque esa noche descubrió algo que levaba reprimido dentro demasiado tiempo: lo mucho que le gustaban las pollas.

Desde entonces le chiflaba meter las narices donde no debía, colarse desde los mostradores por la trastienda de los locales a los que iba. La mayoría no tenían nada, pero otras estaban hechas a medida de machos potentes y empotradores como él, como esa en la que acaba de entrar. Tras más de tres minutos recorriendo pasillos con paredes de chapa y aluminio, llegó hasta una habitación de piedra, donde había un tio desnudo tumbado boca abajo en una camilla.

La verga le hizo tilín bajo los calzones al ver el culazo y la raja de ese tio, los huevos entre las piernas y una dura y gran polla rebozándose por el cuero. Se suponía que no debía estar allí ni hacer preguntas de por qué había allí un hombre con los ojos vendados, desnudo y acariciándose el trasero al escuchar sus pasos, como si estuviera esperando que alguien acudiera a follárselo.

Salir por patas o quedarse y hacerse pasar por el dependiente que ocultaba ese secreto. Sólo tenía que quedarse callado mientras acariciaba el cuerpo de Alex Mecum, sus piernas fuertes y peludas, su culo grandote y redondo. Alex se revolvió de tal forma que Markus quedó frente a él con las solapas de los vaqueros abiertas y una buena empalmada. Vio cómo ese tio le sacaba la polla y se la jalaba hasta los huevos.

Mientras se la chupaba, Markus jugueteó también con el enorme rabo que se erguía entre las piernas de Alex. Demasiado grande, demasiado gruesa. Alex enseguida se dio cuenta de que esa no era la pija que acostumbraba a mamar. Se quitó la venda y se hizo el ofendido, pero por dentro estaba muriéndose de gusto, pensando que el cambio era infinitamente mejor con ese macizorro.

Actuó como si le hiciera un favor ya que los dos estaban con las pollas duras, se puso de pie, apoyó las manos en la superficie de una pared, separó un poco las piernas y dejó que Markus acudiera a él para darle por culo sin condón. Qué polla tan dura y robusta, qué justita entraba por el orificio de su ojete, qué bien le abrazaba por detrás con toda esa musculatura. Alex sentía cómo la leche se le salía sola y le mojaba la raja del cipote de precum.

Ese semental tenía demasiadas cosas que le volvían loco. Como regalo final, se arrodilló en el suelo, sentándose sobre sus talones, alzó la cabeza mirando a Markus, sacó la lengua a tope y espero con ansias recibir toda la lefa en su cara y su boquita. Después volvería a la camilla como si nada hubiera pasado, a esperar a su verdadero dueño, solo que esta vez la espera se haría mucho más agradable con ese dulce de leche en la boca.

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