Se había pasado toda la tarde llamando de puera en puerta, diciendo truco o trato, haciendo algún que otro favorcito en los bajos de algún hombre necesitado, en su jardín entre los matorrales a espaldas de su mujer, y a cambio Benjamin Blue se había agenciado una buena cantidad de caramelos para pasar la noche viendo pelis de miedo.
Menudo susto se llevó cuando su compi de piso abrió la puerta. Ryan Bones se sentó con él en el sofá y le preguntó qué mierdas estaba haciendo desperdiciando el tiempo con las mismas pelis de siempre cuando podía estar haciendo otras cosas. “¿Quieres saber cómo nos divertíamos los militares en el cuartel a tu edad en la noche de Halloween?“, le preguntó.
Benji siempre estaba dispuesto a escuchar sus historias, aunque conociéndole, seguramente fuese alguna que otra guarrada. Y así fue. Ryan fue a la cocina y se presentó en el salon con dos calabazas grandes en los brazos. “Mira, esto es con lo que nos divertíamos cada uno en su litera“. Se bajó la goma de los pantalones del pijama, exhaló un gemido de placer como cuando empiezas a mear y te alivias y se sacó toda la polla fuera meneándola bien dura.
Benjamin se quedó sorprendido viendo el tamaño de su verga. Nunca se acostumbraba por mucho que se la viese, dada la costumbre de Ryan de pasearse desnudo por la casa. Con el pulgar inclinó la polla hacia adelante, robusta y fuerte, levantó un poco la calabaza hasta encontrar el agujero y la metió dentro. Agarró la calabaza con las dos manos y empezó a subirla y a bajarla masturbándose la gigantesca verga.
Benjamin inclinó la cabeza para ver el rabo en plena acción. Tremendamente gordo, los huevos subidos a causa de la goma de los pantalones que los alzaban hacia arriba, hacia la base del pene. Benji sabía que no podía competir contra ese voluminoso rabo, pero se bajó los pantalones y se la pajeó con ayuda de Ryan que estiró una mano para sobarle las bolas, hasta tenerla lo suficientemente dura como para meterla por el hueco de la calabaza y follársela.
Pues sí que daba gustito, esa mezcla de la pulpa fría, el leve roce como de unos labios, el líquido resbalando por los cojones. “¿Y así os pasábais toda la noche, follando calabazas?“, preguntó. La respuesta fue negativa. Ryan retiró la calabaza y animó al chaval a mamársela con el saborcito encima. Benjamin primero sonrió, creyendo que no lo decía de verdad. Luego se puso serio, se inclinó hacia su entrepierna y se la empezó a chupar.
Joder qué puto gorda la tenía. Ya imaginaba a un montón de zagales militares, cada uno follando con su calabaza, quizá veinte o cuarenta, todos gimiendo a la vez y provocando que la temperatura fuera en aumento, sin poder contener sus necesidades básicas, dejándose llevar, levantándose y dándose placer unos a otros a falta de un coño que no verían hasta dentro de meses.
El cipote ya le llenaba toda la boca. Menudo tenía que haber sido ese, les tendría a todos locos alrededor de la cama esperando turno para comérsela. De repente, Ryan hizo algo que no se esperaba. Se sentó de lado en el sofá, se tumbó elevando las piernas y le dejó a la vista la enorme y gordísima polla, los huevazos igual de grandes cayendo entre sus muslos y el culazo abierto de par en par con el ojete ahí calentito y palpitando. A Benji le entraron una terribles ganas de metérsela.
Pero no lo hizo. Se dedicó a chupársela, porque adoraba cada vez más ver su cara de placer con los ojos cerrados, la boca semiabierta, esa camiseta de tirantes por encima del ombligo, el tio tumbado a la pachorra con los brazos por detrás de la cabeza y enseñando toda la pelabrera de los sobacos bajo unos impresionantes biceps.
Se pusieron los dos de rodillas en el sofa y se acercaron juntando sus rabos. Se los pajearon uno sobre otro, sintiendo el calor de sus pollas, echándose el aliento de gusto. Ryan se agachó y agarró la polla de Benji con su enorme manaza. En ella hasta su rabo le parecía pequeño y eso que estaba bien dotado. Parecía que se la iba a chupar, él siempre jugaba con eso y algún día ocurriría, pero no fue así, sólo lo hizo para ponerle la miel en los labios.
Le miró, le puso la mano sobre el cuello y le forzó a inclinarse para ponerse a cuatro patas. Con los dedos de esas manos grandes y calientes comenzó a sobarle la raja del culo, a pasarle la polla entre las piernas hasta apretarle bien los huevos. Benji sintió tanto gusto que se le salió el precum por el cipote. Ryan se dio cuenta y le estrujó la polla para sacárle esa gotita brillante.
Palpó el agujero del culito de Benji con el pulgar, después le presentó la polla colocando el cipotón encima. Si conseguía hundirla por ese hueco se lo iba a pasar de putísima madre. Empujó con las caderas y el gemido de placer que soltó el chaval se convirtió en música para sus oídos. Hasta los huevos que se la calzó sin condón, obligándose a taparle la boca para que no gritara tan alto.
Cuarenta tiarrones uniformados y cachas dándole al vicio en un cuartel. Cada vez entendía más a Ryan, porque una vez probabas eso, ya no podías parar. Benji se estremeció mientras le penetraba. Se puso de lado para flipar con ese cuerpazo fornido de empotrador y luego se sentó sobre sus piernas. Sentarse encima de un tio fuertaco como un leñador y empalarse en su polla era una fantasía.
Nada le había entrado nunca tan ajustado por el ojete. Sintió una mano amiga metiéndose entre sus piernas, apresándole la polla y pajeándosela. Benjamin se la apartó de un manotazo casi al momento de ayudarle con la pajilla. La polla se quedó ahí bailando, tensa, erecta, rojiza, con la raja del cipote mojado, a punto de escupir leche sin ayuda de manos.
Benjamin intentó controlar, respirando profundo, intentando no moverse para no sentir el gustillo de la polla rozándose dentro de él. No pudo. Lo mandó todo a tomar por culo, llevó su mano al rabo y se lo masturbó soltando casi de inmediato una tanda de lefazos que cayeron espesitos y blancos sobre los pelos de su polla, el ombligo y el muslo.
Ryan se lo siguió follando en el sofá, cada vez más excitado, casi salvaje, taponándole la boca con la mano, estrujándole los mofletes. Benji estaba encantado, esnifando el olor a rabo que desprendía. Si Benji se había preguntado cómo se corrían todos esos militares folla calabazas del cuartel, estaba a punto de saberlo.
Y no era precisamente sobre papel higiénico del wc como putos pajilleros. Se corrían como hombres, pajeándose sobre una bonita cara y dejándola bien sucia y pringada con su semen de macho. Mejor que los caramelos que había conseguido esa tarde, Benji besó el cipote de Ryan y saboreó su lefa. Se la tragó. Sin duda había aprendido que había formas mejores de pasar la noche de Halloween que ver pelis de miedo, mucho más dulces.