Después de una intensa clase de ciencias naturales en la que aprendieron que en la jungla había montones de especies desconocidas todavía para el ser humano, Lyonard Vasquez se hizo unas peyas y se largó para comprobar si eso era verdad. Y sí, lo cierto era que a la entrada de la jungla a veces conocía a especímenes la mar de dispuestos a colaborar con la ciencia. Con la ciencia de su enorme rabo.
Anda que no le gustaba al gañán sacársela, impresionar y tener una mano amiga masturbándole todo el miembro. Axell Spears cayó como una mosca en la teleraña, se puso de rodillas ensuciándole la rodillera de los pantalonbes vaqueros de tierra y empezó a rechupetearle toda la minga. Lyonard tenía un rabo tan recto que invitaba a tragarla hasta los cojones. Axell no acostumbraba a tratar con tios tan atrevidos, así que se le escapó un gemido e gozo en toda regla cuando vio desaparecer su miembro entero dentro de esa boca.
En plena naturaleza los animalillos todavía no usaban condones y Axell la quería toda a pelo. Justo ahora le estaba dando la espalda. Lyonard soltó un gapo sobre su rabo, dobló las rodillas conduciendo el pollote hacia el agujero y allí que se la metió hasta el fondo, entre esas dos cachas tatuadas, jodiéndole el culo a ese webon.
La paja del suelo raspaba un poco. Lyonard improvisó un mantel de picnic colocando su chupa en la tierra, se tumbó sobre él y dejó que Axell lo cabalgara. Después le puso a cuatro patas y le cubrió por detrás hasta que la llamada de la naturaleza acudió a su polla, momento en que volvío a ponerle de rodillas para desperdigar su semen por su torso tatuado.