No había nada que Kike Gil deseara más que ser poseído como una yegua por un semental. Ahora comprendía por qué se ponían cachondas perdidas al sentir la potencia de una polla gorda y gigante en sus cuartos traseros. Gianni Maggio estaba tan cerca de él que sentía todo su enorme pene erecto regodeándose sobre su torso, caliente y duro.
Cogérsela con la boca fue una puta delicia. Se tomó su tiempo, colocándose a cuatro patas sobre el piso, admirando esa pedazo de tranca que colgaba hacia el frente, mirando hacia su cara, poderosa. La sostuvo con la mano derecha y se la empezó a comer rechupeteándola por el cipote y tragando rabo sin esforzarse, de momento, demasiado, dedicándose simplemente a disfrutar de su tamaño y su sabor saladito.
Posó esa misma mano en los huevos cargaditos de leche. Los sostuvo para comprobar la carga. A medida que chupaba, la polla crecía aún más y se doblaba de la mitad superior hacia abajo. Era lo que tenían de especial las pollas grandes y largas, como cuando uno estaba en edad de crecer. Ese pollón estaba hecho para gozarlo. Lo zarandeó y se pegó unas buenas hostias con él sobre los mofletes.
Con un gapo, Gianni rellenó la boca de Kike con saliva para que se la siguiera mamando como hasta ahora, dejando claro que de aquí hasta que se corriera allá donde le apeteciera luego, no iba a malgastar su tiempo yendo al bolsillo de los pantalones a por un condón. Kike dejó escapar el rabo de entre sus labios. Observó alucinado cómo ese gigantesco mamporro del tamaño del de un caballo se movía grácilmente delante de su cara, contoneándose como un pavo real, lentamente, debido a su peso.
El hambre de rabo se incrementaba por momentos. Se estaba poniendo demasiado cachondo. La polla había alcanzado ya su plenitud en tamaño y grosor y las venas se dibujaban por toda esa enorme barra caliente que estaba deseando ya penetrar por algún hueco. A Kike no le iba la zoofilia, pero estaba a punto de ser reventado por un semental y la idea le excitaba.
Olisqueó el rabo, lo chupó de arriba a abajo, a lametazos, repasándolo con sus labios húmedos, lo rebozó contra su barbita peluda, contra su bigote, mirando sensualmente a Gianni que estaba más que encantado con la mamada, se la atravesó por la garganta hasta donde pudo, sintiendo cómo el gordísimo cipote se acoplaba y le dejaba sin respiración unos segundos.
Gianni se tumbó sobre la cama y Kike sentó su culo desnudo sobre sus piernas. La polla hacía palanca en la raja de su trasero, restregándose contra ella, provocando que se le abriera el agujerito de entrada. Gianni hundió un poquito el culo en el colchón, empinó el rabo en dirección al ojete y se la hundió dentro, apretadita, sin condón.
Acostumbrado a tratar con grandes miembros, Kike flipó, porque sintió como si de repente le hubieran metido por el agujero del culo cuatro pollas de tamaño medio a la vez y lo mejor es que todavía quedó fuera una buena longitud de tranca. Aquello era una puta lujuria. Acababan de empezar y ya le sudaba la raja del culo, con los pelitos mojados, pero Kike ya no se imaginó su trasero sin una verga de otro tamaño dentro de él.
Gianni le cogió por las nalgas como si fuera una pelota de baloncesto y lo impulsó hacia arriba, haciendo que dejara caer todo el peso de su cuerpo empalado sobre su verga. Kike gimió como un animal, dejando los ojos en blanco, dejándose caer sobre el cuerpo fornido del italiano, permitiendo que le hiciera suyo. Kike hizo el avioncito sobre la polla y le dio la espalda para ofrecerle una paja porculeadora de las buenas, para crearle más leche en los huevos, si es que no estaban ya a punto de reventar, dejando que admirara ese culazo tragándose una y otra vez su gigantesco miembro.
A cuatro patas, separando las piernecitas, Gianni se la metió doblada en el sentido más literal. Ahí, la polla sin manos, bien empinada y dura, un caderazo y hundiéndola en ese agujero negro de placer. Un pollazo, otro y otro más, dejándole el ojete bien rojo, haciendo flexiones sobre su cuerpo y penetrándolo de arriba a abajo, cubriéndolo con su más que generosa polla antes de soltar el esperma.
Pasaba hasta en las mejores granjas cuando el mamporrero se despistaba. Gianni se colmó de placer, sintió un gustazo tremendo y dejó caer su cuerpo sobre el de Kike. Le hundió toda la polla dentro hasta los huevos, forzando los límites que hasta ahora le había impuesto ese exigente ano. Kike soltó un grito de dolor y gusto, un gruñido. Acababa de destrozarle el ojete, acababa de llegar hasta donde nunca un hombre había llegado antes dentro de su cuerpo.
Había llegado la hora de ver qué buena carga de leche soltaba el pitorro de un semental. Fue escuchar la palabra leche a sus espaldas y Kike corrió raudo a ponerse de rodillas, con su cara mirando directa al monstruo pajeado por una mano, boca abierta y lengua por fuera. Sediento. Una regadera de esperma calentito, como lluvia, salió disparada a plena potencia varias veces sobre su hombro izquierdo.
Gianni apuntó mejor al tercer o cuarto chorrazo y consiguió glasearle la carita y meterle el semen por la boca. Kike, experto en sacar la leche a los tios hasta que no quedara gota, contuvo las ganas de saborear lefa, miró a Gianni a los ojos y le hizo un guiño. Empuñó el cipote entre sus labios como si fuera un biberón y le succionó la lechecita que le quedaba en la raja.
Qué más podía pedir Kike para camelarse su propio pajote. Una enorme polla corrida de veinticuatro centímetros colgando frente a su jeta, que a pesar de no estar ya del todo dura, conservaba aún su gigantesco tamaño, Gianni poniéndole a esnifar el olor de una de sus zapas. La paja salió sola y por la mente de Kike pasó en cuestión de segundos toda la impresionante follada, el olorcito y el sabor de esa verga dentro de su boca.