Su novio acababa de romper con él a través de unos mensajes de texto. Que estaba aburrido de la relación y de hacer siempre lo mismo decía. Jeremy London se pilló tal cabreo que derrochó toda su ira prometiéndose a sí mismo que se convertiría no en una puta come huevos, ni siquiera en una puta traga esperma. Dibujó un pene en la pizarra, bien grande, como si fuera un termómetro señalando cada nivel de puterío extremo. Estaba dispuesto a convertirse en un zorrón de los grandes, un agujero que todos los tios desearan follarse, un lienzo humano donde todos se le corrieran encima.
De momento iba a empezar por cumplir un sueño que tenía pendiente, así que se metió en una app para buscar citas y encontró a un tio atractivo y cachas capaz de llenarle el culo de rabo y de placer. Cierto era que un cuerpo musculoso y la cara de un cabronazo empotrador no aseguraban que tuviera una buena verga, pero arriesgó y la jugada le salió a pedir de boca.
Markus Kage se presentó con sus vaqueros ceñidos y camiseta de tirantes blanca. Estaba fuerte el cabrón y llevaba los brazos tatuados. Para Jeremy fue un placer ponerse a cuatro patas en el sofá, desabrocharle primero el botón de los pantalones, descorrer la cremallera de la bragueta y sacarle la enorme, gorda y dura polla para chupársela.
Menudo palo tenía. Jeremy se lo comió a trangullones, descargando toda la ira de las calabazas que le había dado su novio minutos antes sobre esa preciosa polla. Le bajó los pantalones por los tobillos, se sentó sobre sus piernas y clavó el pollón a pelo dentro de su culo. Se puso cachondísimo viendo el cuerpazo de ese tiarrón musculoso y potente, cabalgando sobre él, esa cara de rabia y sus gemidos profundos de esfuerzo por meterle la tranca por su estrecho culo.
Le encantaba que un buen macho así le diera por detrás, notar la fuerza de su pija penetrándole, sus culeadas, las palmas calientes de sus grandes manos sobre sus nalgas, apoderándose de ellas. De vez en cuando Jeremy miraba hacia atrás para no perderse nada. El tiarrón tenía la cara sonrojada del gusto. Estaba a punto de venirse encima. Le dio un regalito que a cualquier tio le gustaba. No retiró el culo, dejó que se la siguiera metiendo hasta reventar de gusto dentro de él. Así se empezaba siendo una buena puta, con el culo lleno de leche de un machote al que había dejado bien contento. Y la venganza no había hecho más que comenzar.