Tchss, oye! Escuchó detrás de él al pasar por una de las fincas de camino a casa. Diego pensó en si es que se le había caído la cartera o si es que ese chaval que le estaba llamando la atención quería preguntarle cómo llegar a algún lugar. Uno siempre tiene la orejas bien abiertas cuando un tio guapo, atractivo, ojazos, con camiseta corta ceñida marcando pectorales y biceps y pantalones slim fit, quiere hablar.
El chico siempre había tenido claro que le gustaban las almejas, pero un rato hablando con ese tipo y el cámara que iba con él supuestamente para hacerle preguntas sobre la sexualidad, además de algo de pasta de por medio, hizo que reconociera que por algún motivo los tios no se miraban a los ojos más de tres segundos, porque si lo hacían, podían caer en las redes de la lujuria y dar al traste con todo lo que creían tener claro.
Irse detrás de la finca privada, bajarse los pantalones y enseñar la verga a otro hombre. Dinero fácil. Por qué no, si ya lo hacía gratis cada vez que entraba a un baño público. Dante Drackis le enseñó lo sencillo que era. Se desabrochó el botón de los vaqueros, se bajó la cremallera de la bragueta y se sacó la chorra. La tenía gorda y grande y Diego pensó por qué ese tio la tenía morcillona. Se suponía que no debía tenerla casi dura.
Al ver su cara de sorpresa, el cámara le invitó a tocarla. Era la primera polla que Diego tenía en su mano que no fuera la suya y se le hacía raro. Se puso más gorda y más dura entre sus manos. El cámara no paró hasta que le hizo reconocer que en verdad le gustaba tocar rabo. No tenía por qué fingir, estaban entre hombres, fuera de la vista de la gente y no se conocían de nada. Diego asintió, se sacó su rabo y cruzaron unas pajillas.
Aquello era tan colegial, tan de campamento de verano entre chicos que empiezan a despertar sexualmente y necesitan tocarse que Diego se puso cachondo. Sus colegas le contaban mil historias sobre lo que ocurría en las noches sin los monitores supervisando y él nunca había podido experimentarlo. Sin dinero a cambio, por propio instinto, se agachó y se la mamó entera, sintiendo el regusto saladito de la verga dentro de su boca, los tropezones de sus gordas venas rozándole los labios, la boca llenísima de rabo.
Tenía buenos labios el cabrón y para ser la primera vez que la chupaba lo estaba haciendo de lujo, con mucho morbo. Como regalo, Dante bajó a mamársela de vuelta. Al no tenerla tan grande como él, sino de tamaño medio, pudo jalársela entera, abriendo la boca a tope y tragando hasta que los pelos negros de la base se le metieron por las narices. La carita de alegría de Diego, su boca abierta de sorpresa todo el rato, eran un regalazo para el cámara, que no paró de grabar su reacción para la posteridad, la reacción de un creyente hetero que experimentaba por primera vez cómo se la comía un tio.
¿Te apetece llegar más allá? Diego supo enseguida por dónde iba el cámara al ofrecérselo. Todavía con la mochila puesta, se bajó más los pantalones y se dio la vuelta mirando contra la verja del patio, arqueando la espalda y sacando culete. Al verlo, Dante y el cámara se quedaron mirando de puro vicio. Un culito apretadísimo y delgadito. Dante se iba a poner las botas con eso si el chaval se animaba a dejarse dar por detrás.
Y se dejó, después de un trabajo exquisito de Dante que le lamió la rajita y le dedeó hasta dejarle preparado. Diego se puso a cuatro patas, mochila colgando a la espalda, Dante se arrodilló detrás de él y le endiñó toda la verga a pelo. Travesura realizada, les propuso ir dentro de la casa para ponerse cómodos. La visión de Dante en el sofa, que tenía un polvazo, con ese cuerpo peludete, piernas semiabiertas, brazos separados, polla erecta, bien guapo, hizo que a Diego se le hiciera el culo pepsi cola y corriera a sentarse sobre sus piernas.
Le cabalgó dándole la espalda, de frente y perdió la noción del tiempo, tanto que ni se enteró de cuándo había perdido la mochila y la ropa por el camino. Estaba desnudo, haciendo la cucharita con un tio guaperas al que no conocía de nada, sintiendo toda su polla desnuda dentro de su cuerpo, bien follado. Qué culo más bonito tenía ese cabrón, de futbolista, qué bien le colgaban las pelotas llenas de leche. Se tumbó bocabajo y dejó que él se pusiera encima obligándole a follarse haciendo flexiones.
Ahí estaba su carita cuando el primer chorrazo de lefa le pringó la frente, cuando el segundo se depositó como leche condensada al lado de su nariz y fue haciendo florituras por su bigote, metiéndose por el interior de su boca, un colgajo de semen espeso y blanquito que se resistía a caer. Por eso los hombres no se miraban más de tres segundos a los ojos ni se tocaban en los vestuarios.