La noche anterior estaba tan mamado que apenas recordaba nada de lo que había sucedido, pero al ver a Abel Sanztin apoyado en la mesa de la cocina, bebiendo un sorbo de café de la taza, con su gigantesca y larga pirula sobresaliéndole por encima de los vaqueros, toda tiesa, David Pool recordó todo. Si Abel estaba preparado, él también lo estaba. Esta vez con la mente clara.
Se acercó a él, le desabrochó el botón de los pantalones y le cogió la polla. Era enorme, tanto que la parte que sobresalía por encima del cinturón consistía en más de la mitad del pollón. Y además era gordo como él solo. Al inclinarse para chupársela y metérsela dentro de la boca, David se sintió completo. Por suerte tenía unas buenas tragaderas y no era de los que se conformaba con chupar cipote de polla gorda como un biberón, que va, él era de los valientes, de los que abre boca, hace hueco y se la come hasta los límites.
Abel se quitó los pantalones del todo. David se enamoró aún más de su verga al ver cómo se movía entre sus piernas, rebotando, meciéndose, con un buen par de cojones colgando. Se la agarró con la mano y se la pajeó un rato, sintiendo algo diferente a lo que sentía cuando se agarraba la suya. Con esta podía dar pajotazos a lo bestia. Mano de santo. De peque ya le había costado dejar los biberones, pero es que ahora, tan cerca de los treinta, con tios así de bien dotados, le seguía costando dejarlos.
No fue consciente de lo larga que la tenía Abel hasta que este se puso de pie y el rabo le quedó colgando, mirando hacia el frente. Quizá en otro tio más corpulento hubiera impresionado menos, pero al ser delgadito, su tranca destacaba sobre todo lo demás. Abel la plantó de un buen mazazo encima de la mesa del comedor y David se tiró en plancha sobre la mesa para comérsela, para dejarse azotar con ella en la jeta cuando Abel movía las caderas y la ponía en movimiento. El desayuno estaba servido.
En qué momento sabe un hombre que está preparado para recibir de otro. Cuando el ojete se te expande hasta el infinito al sentir el contacto de su lengua húmeda en el agujero, cuando te relame desde el culo hasta la oreja y sientes su aliento por la retaguardia, al notar el calor y la dureza de su polla en las nalgas, entre tus piernas, cuando te come la boca, te mete la lengua y te ensaliva los labios para que le vuelvas a masturbar la polla con ellos porque su intención en follarte sin condón.
David sabía que estaba preparado. Al sentir algo tan jodidamente largo y grande atravesándole el ano, no pudo evitar que se le escapase un sonido de asombro a la vez que de cumplido. Cuando un ti la tenía grande y molaba, había que hacérselo saber. Miró hacia atrás. Seguro que Abel estaba delgado por su constitución, con esa pija debía merendarse unos cuantos culos al día si le apetecía, tenía que tener cola esperando, pero contribuía a su delgadez el hecho de hacer tanto ejercicio follando y es que, mientras otros tios que la tenían más cortas quemaban calorías follando como conejos, Abel tenía que esforzarse más que el resto al culear por tenerla más larga.
Al principio la recibió con las piernas algo más abiertas, pero según se fue acostumbrado a su tamaño, las replegó para sentirla mucho más ajustadita de lo que ya le entraba. Después de dejarse meter una buena follada por detrás mirando hacia el fregadero y la cocina, bajó a chupársela y continuaron el desayuno en la salita. Abel se sentó en el sofá y David sobre sus piernas, empalándose enterito sobre esa montura grande y gorda dispuesto a cabalgar. Hombre y caballo convertidos en uno solo.
Se la hundió hasta el fondo y allí se quedó sentado un buen rato, presionando sus nalgas contra los muslos de Abel, dejándole poco espacio de maniobra, por mucho que el cabrón intentara follárselo culeando desde abajo. David tomó las riendas, meneó el culete y se la empezó a pajear a buen ritmo. Y si le sacaba la leche bienvenida fuera. Pero antes de que eso ocurriera, Abel se levantó con él en volandas, le tumbó donde hacía un momento él había estado sentado y le reventó el ojete a pollazos follándoselo bocarriba.
David se puso cachondísimo viéndole a pico y pala con su enorme palo dándole caña, se cogió la polla, se la masturbó y a los pocos segundos dejó exhalar por su boca un profundo gemido descontrolado al que siguió una corrida bestial. Perdigonazos de lefa bañando su cuerpo, un buen chorrazo directo a su hombro derecho, los muslos, los pelos de la barriga, el pechote. Parecía un puto aspersor soltando vitaminas a diestro y siniestro.
Convulsionó durante varios segundos antes de relajarse y sentir la felicidad de haberse vaciado los huevos. Soltar tanta leche y ver su cuerpo mojado le dio aún más sed. Abrió la boca, sacó la lengua y al rato Abel ya estaba peándosela encima de su cara. Contenta su barbilla vistiéndose de blanco, la leche condensada metiéndose por su boca, deliciosa. Abel le plantó el rabo corrido encima y se lo rebozó por los morros.