El casting de Master Chef estaba cerca y si no terminaban a tiempo esa tarta de cumpleaños, todas sus aspiraciones para presentarse al concurso se irían al traste. Por suerte, Gianni Maggio dio el último toque a la tarta de chocolate con una linea de nata montada y tanto él como Jonas Brown lo celebraron jugando con las sobras de los ingredientes, comenzando con el bote de nata en spray.
El olor a dulce y por cómo iban ataviados, tan sólo con el delantal y por debajo totalmente desnudos, creó una atmósfera cargada de lujuria desenfrenada. Esa visión de la espalda y el culo desnudos, acercarse más de la cuenta y percibir bajo los delantales que algo formaba tienda de campaña por ahí abajo y tiraba hacia arriba, les puso tremendamente cachondos, sobre todo a Jonas, que si sus intuiciones no le engañaban, presentía que ese semental italiano que tenía enfrente tenía la verga del tamaño de la de un caballo.
Y no se equivocó. Le bastó levantarle la faldita para descubrir la polla más larga que había visto en su vida y que despertó en él el apetito de un animal, llevándose consigo la parte humana que le quedaba antes de ver semejante manubrio. Se la metió dentro de la boca y empezó a mamar como un condenado. Era tan jodidamente grande y gorda que apenas llegó a amamantar el primer tercio, justo por donde el pollón se doblaba ligeramente hacia abajo.
Se preguntó si estaba así de exquisitamente deforme por naturaleza o porque un montón de tios como él sólo eran capaces de llegar hasta ese tramo y se lo habían dejado así de tanto chupar. Sacarla de su boca, llena de babas, viéndola rebotar de lado a lado, le hizo sentir un hambre voraz de polla hasta el límite. Se la pajeó con una mano para comprobar su dureza, su firmeza, lo grande que era. Gianni plantó una mano también sobre el trabuco y los dos comenzaron a masturbarla al unísino. Fue en ese momento que a Jonas le vino a la mente el bote de nata y se imaginó que esa polla era el bote y que estaban agitándolo para obtener lo que había en su interior. Se le dibujó una sonrisa de puto vicio sólo de pensar en el glaseado encima de su cara. Felicidad.
Como si Gianni le leyera la mente, agarró el tubo y se echó nata montada por encima de la polla. Jonas la relamió enterita desde el cipote hasta la base. Saliva y nata dieron como combinación una sustancia parecida a lefa que le abrió aún más el apetito. Parecía como si sobre la polla de Gianni se hubieran corrido cinco machos por lo menos y él se estuviera comiendo el pollón con toda esa leche encima. Se volvió loquito.
El rabo se quedó de lo más suavecito y en él se marcaban las finas venas por debajo del pellejo. Gianni apresó la cabeza de Jonas antre sus piernas y lo gozó con las vistas de su pollón inmenso contra la jeta del venezolano. Siempre recibía buenas mamadas como consecuencia de que los tios se volvían locos entre sus piernas, e igual que le gustaba que le chuparan el rabo, pasaba con los huevos, aprovecahaba el momento de pasión para levantarse el nabo y proponerles una comidita de pelotas que le hacía gemir como un perro.
Fue la nata el instrumento que les unió en una mañana inolvidable. Ni se acercaron a la mesilla de noche de la habitación junto a la cama para coger un condón. Mucha nata en la raja del culo, lamerlo todo y el culete se quedó tan suave y terso como la polla. Gianni le colocó mirando hacia la mesa, con una mano se aseguró de que levantaba la pierna izquierda lo suficiente como para abrir ojete y se la metió a pelo por el agujero.
Expresando el dolor y el gusto exhalando gemidos por su boca, Jonas se tuvo que agarrar a la silla de madera que tenía delante para no deshacerse de gusto. Las piernas empezaron a temblarle, a perder su fuerza, cuando esa polla se coló a fondo y le tocó lugares donde jamás había llegado el hombre. Era un gusto indescriptible que le hacía perder la razón.
Por primera vez en su vida se sintió un cerdaco de pro, como si se hubiera puesto a cuatro patas en un establo para ser follado y reventado por la minga de un caballo. Gianni le hacía sentirse así de gustosamente sucio, cuando le empotraba una y otra vez, cuando le cubrió colocando los muslos sobre sus muslos y le agujereó sin compasión con su gigantesca verga.
Si su boca había conseguido acaparar un tercio del pollón, su culo estaba consiguiendo tragar otro tercio y más tarde en el sofá, saltando sobre sus piernas, completamente empalado, logró tragársela hasta los mismos huevos, una sensación que le hizo sentir que de un momento a otro la polla iba a salir por su boca de lo grande que la tenía.
Una vez más se dejó cubrir a pelo por detrás, apoyándose sobre el respaldo del sofá. La energía de Gianni era incasable, siempre con la misma fuerza para meter un caderazo conduciendo el rabo hacia el fondo como la primera vez. Follado bocarriba, Jonas se dejó la paja sobre la barriga. Gianni se quedó un ratito más jugando al toque al balón, experimentando con el cipote y un poquito de rabo, metiéndolo y sacándolo velozmente del acogedor y calentito ano, como si lo estuviera usando en su beneficio, labrándose una suculenta pajilla.
El repostero sacó la artillería, agarró con una mano su tubo cargado de crema y empezó a desperdigarla a chorrazos sobre el cuerpo de ese mamón, que disfrutó viendo cómo la leche le salpicaba por encima con potencia. Ahora él era la tarta de chocolate y Gianni volvió a dejarle encima su toque final, esa capa de nata montada.