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Beau Butler empotra los culazos de Tristan Hunter y Zario Travezz sin condón y deja que se corran encima de su cuerpo y de su cara | Falcon Studios

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Estos repetidores superaban en edad al resto de estudiantes, pero el atlético guaperas Tristan Hunter, el chulazo Beau Butler que volvía locos a los chicos que deseaban a hombres con apariencia de daddy joven y el morenito Zario Travezz no pensaban abandonar un insituto que con sus baños, vestuarios y esquinas del recreo que escapaban a la vista de los profesores, se habían convertido en su territorio de caza.

Cuando decían a sus padres que iban a estudiar a casa de un amigo, se dedicaban a estudiar en cuerpo y alma, pero nada de mates y ciencias, sino mucho de lengua y más de anatomía. Con mesta última asignatura se lo pasaban bomba. Disfrutaban la llegada de la tarde, cuando quedaban en casa de uno de ellos y los tres se quedaban desnudos sobre la cama, de rodillas, admirando sus cuerpos que se iban tranformando con el paso de los años, cada vez más musculosos, cada vez más hombres.

Sólo con mirarse se les ponían las pollas tiesas y entonces ya no podían parar. Sus rabos dejaban de ser suyos para pertenecer a otras manos, formaban un círculo acariciando las nalgas, besándose y entrechocaban sus sotas de bastos ahí en medio, rabos enormes de los que estaban bien orgullosos, antes de pasar a las caricias y darse placer.

Zario era el más complaciente, siempre intentando resistirse a los encantos de sus dos compis chulazos, pero sin conseguirlo. Y siempre acababa a cuatro patas en la cama, comiéndose la polla de uno y sintiendo la del otro sumergiéndose por el interior de sus entrañas. Le encantaba ser la putita. Ese momento de auténtico placer en que Beau se la metía y miraba a Tristan intentando que entendiera por los gestos de su cara lo a gustito que se estaba con la polla ahí dentro.

De los tres Beau era el que más se había transformado. Musculoso, de pelo en pecho, con unos pectorales dignos de admirar y una cara tan atractiva que no se podía apartar la mirada, su barba le confería el poder de un daddy de los jovencitos, de nombre empotrador. Sabía como nadie mover ese culazo redondo, blanquito y peludo que le había concedido la madre naturaleza y sus empaladas eran de auténtico vicio.

Tristan era lo que se veía de él. Alto, fibrado y atlético, con las extremidades largas, si imaginabas que tenía la polla igual, es que era así. Era el guaperas que con sus ojazos se los llevaba a todos de calle, o más bien al baño, donde se convertía en todo un macho dominante. Cómo disfrutaba Zario de esos momentos convertido en un bocadillo entre los dos, con la pija durísima restregándose por las sábanas mientras culeaba para tragarse la polla de uno sin soltar con la mano y la boca la mancuerna del otro.

Pasar juntos tantas tardes les ayudaba a explorar su anatomía y nuevas experiencias, pero también tiraban de técnicas que les habían resultado satisfactorias del pasado. A Travis le gustaba que sus dos colegas le hicieran la triple comida, ponerles el culo y dejar que le metieran los morros por la raja a la vez que le sacaban la minga de entre las piernas empujando hacia atrás sus pelotas y se lo comieran todo.

Además de eso, también le gustaba recibir, dejar que su machote Beau le metiera esa pija dura que tenía. Era el único que conseguía que se le pusieran los ojos en blanco. Aunque Travis y Zario estaban mejor dotados, había algo en la polla de Beau que les ponía cachondísimos, puede que fuera porque era el que más se había desarrollado como hombre, su polla de hombre, los pelazos negros y abundantes que tenía en la base del rabo.

A menudo solían comérsela juntos, besándose con ese pollón entre sus bocas tan delicioso. Zario se montaba y cabalgaba sobre las piernas de Tristan y se inclinaba hacia adelante para chupar junto a Tristan la verga de Beau. Entonces Beau dejaba un momento de intimidad a esos dos, pero sin darles tregua, porque ejercía de mamporrero ensalivando la polla de Tristan para que entrase mejor por ese culo, le morreaba las pelotas cargadas de esperma y jugueteaba metiendo deditos por el culo.

Ese día Beau estaba decidido. Se tumbó de lado en la cama, elevó una pierna y se dejó penetrar. Por su ojete estaba seguro que no entraba ni el pelo de una gamba, pero en cuanto Zario le metió una relamida, relajó el esfínter y el agujerito se le abrió un poco, lo justo para que Zario aprovechara y le metiera todo el pijote a pelo. Tristan, que sabía que la primera vez dolía un cojón, se inclinó para besarle, pero en cuanto vio que disfrutaba con la polla dentro, se sentó encima de su cara y le dio de comer de su miembro viril.

Zario gozó de ese culazo apretado como ninguno, por eso al sacársela desenfundó el arma y se corrió encima de él. Lechazos blancos por sus muslos, en su barriga, encima de su polla y sus pelotas. Se lo dejó todo bien sucio colgando de los pelos que cubrían su torso y bajó a relamerlo para dejarle limpito. Esa puta guarrada fue la que sacó la leche a Tristan, que ya no pudo aguantar más, perdiendo su derecho a follar también.

Beau le estaba esperando con la boca abierta. Tristan se la estaba pajeando justo encima de su boca y podía notar su aliento y la humedad de su lengua en los nudillos de la mano. En un arrebato de placer, se sacó toda la leche de los huevos a presión, trazando una línea blanca que dibujó una parábola en el aire antes de caer sobre la cara guapa y varonil de Beau y más allá de su cabeza sobre las sábanas.

Se la siguió meneando y se sacó hasta la última gota, soltándole mecos en la barba y debajo del ojo derecho. Acostumbrados a ser su lienzo, ver a Beau bien sucio les hizo sentir poderosos. Zario se inclinó para chupar el semen de su cara, atrapó la polla de Tristan con los labios y la empujó hacia abajo para que quedara entre su boca y la de Beau. Empezaron a besarse con la verga entre ellos.

Llegó el turno de Beau para correrse. Zario le comió el culo y Tristan se sentó encima de su cara. La leche le salió espesita como lava, resbalando a goterones por su rabo, deslizándose por su pulgar hasta depositarse en los pelos de la base de su rabo. Una vez más Zario lo relamió todo con su lengua y se fundieron en un triple beso con sabor a macho.

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