La experiencia VIP de la casa del terror les estaba aguardando. A Trevor Harris le flipaban las casas encantadas, los sustos y las mazmorras, sobre todo aquellas que solía frecuentar por las noches en locales sólo para hombres. Vivir en una pequeña ciudad a veces deparaba sorpresas como aquella, cuando se dio cuenta de que el amo de llaves de la casa encantada era su antiguo compañero Ryan Jordan.
La de veces que se había masturbado en la cama y mojado las sábanas pensando en esa carita guapa de vicioso, en sus finos labios rodeados por ese bigote y esa barbita rubia. Se le puso dura, Ryan miró hacia abajo y se dio cuenta. Una voz de ultratumba salió de la nada diciéndoles que se dejaran llevar, que dieran rienda suelta a sus fantasías. Ryan se bajó los vaqueros. No llevaba calzones. Toda la pirula, más larga que una baguette le salió firme y dura rebotando hacia el frente, haciendo que a Trevor se le cayera la baba.
Qué grande la tenía el hijo de puta. Se volvió loco. Sólo quería chupársela y tenerla dentro de él, como si no hubiera nada más importante en la vida en ese momento. Una polla así de grande era todo lo que necesitaba para ser feliz. Con un hueco asegurado, Ryan se desnudó por completo y lo empaló con su firme polla cascándole las nalgas con los huevos. Trevor podía sentir cómo entraba y salía entera de su cuerpo, algo enorme.
Al darse la vuelta, después de gozar de ese momento en el que el rabo salió de su ano y le rozó la entrepierna y el muslo, se fijó en el cuerpazo de Ryan, musculadito y tatuado, con esa larga pija colgando entre las piernas, ahora mojada y bien caliente. Se lo montó, se sentó sobre sus piernas y comenzó a saltar enérgicamente empalándose a pelo en su verga. Trevor también iba bien armado y su picha larga no paraba de rebotar hacia arriba y hacia abajo, hacia un lado y el otro.
Aprovechó la cama de cuero suspendida del techo para tumbarse bocarriba, abrirse de piernas y dejar que ese chulazo le jodiera a placer, admirando su larga tranca invadiéndole el culo por dentro y su cuerpo bombeándole. Le dejó que se saciara por completo hasta que no pudo más, entonces le vio sacar el pene del agujero, se la pajeó con el cipote casi pegadito a la raja de su culo y de él empezó a manar una abundante cantidad de leche que le dejó el valle entre las nalgas bien mojado.