En caliente, sus mentes apenas podían pensar, no obstante estaba en su propia naturaleza. Dar y recibir amor no era algo que pudieran controlar y menos cuando mojaban el rabo en un culo o una boca. Por eso no fue hasta después de follar en la mazmorra y en la sala del gym de la casa del terror y hasta que se juntaron y contaron sus respectivas historias, que Trevor Harris, Ryan Jordan, Kyle Wyncrest y Jayden Marcos se preguntaron quién estaba detrás de aquella misteriosa voz que les incitó a follar entre amigos la noche de Halloween.
¿Quién podía tener tantas ganas de ver follar a unos chavales? La respuesta no tardó en llegar. Era Jax Thirio, el limpiador del instituto, que llegó fregona en mano cubierto con una capucha negra, limpiando la leche del suelo que había goteado de las pollas de Kyle y Jayden después de correrse. ¿Quién si no iba a saber que habían follado juntos y que eso estaba ahí si no les hubiera espiado?
Ahora todo tenía sentido. Cuando accidentalmente se le caía algún producto en los pantalones de algún chico del insti y se ofrecía a arreglarlo llevándoselo al cuarto de la limpieza, cuando se colaba en los baños para fregar siempre que iban a los descansos y se quedaba justo al lado de los meaderos o cuando parecía un alumno más en los vestuarios tras los entrenamientos. A ese daddy le iban los jovencitos, con sus culazos redonditos de futbolista contoneádose por las duchas, con sus largas pichas colgando y sus cuerpos musculaditos con un gran porvenir.
Los cuatro amigos no pudieron reprocharle nada al escuchar su historia. Dentro de unos años quizá ellos echasen de menos lo mismo, la libertad de follar con quien quisieran y cuando quisieran. Lo único que quería Jax era ser parte del grupo, que esos hermosos y deseables cuerpos le reventaran el culo a pollazos, sin condones, poder ver cómo se masturbaban a solas o los unos a los otros, cómo follaban entre ellos abandonándose al placer de la eterna juventud.
Disfrutó de las cuatro pirulas de esos cabrones a pelo por la boca y por el culo, dejó que le saciaran cada agujero de su cuerpo y les propuso una fantasía que siempre había deseado ver ante sus ojos. Todos sentados en el sofá, unos al lado de otros, inclinarse hacia el que tienen a la izquierda y mamarse las pollas unos a otro así, en fila, en trenecito, después abrirse de piernas y morrearse sus ojetes. Jax lo gozó a los mandos de la máquina, viendo cómo aquellos cuatro chicos tenían las bocas llenas de los rabos de sus colegas y no paraban de mamar.
Después de ver cumplida su principal fantasía, todavía tenía más. Quería que le rodearan en el sofá, que se fueran intercambiando y rotando para ocupar su boca y su culo con sus enormes rabos sin darle descanso, que se corrieran encima de él y ver sus hermosas cuatro caritas adolescentes delante de su polla cuando él se corriese de placer.
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