No podía dormir solo en la habitación y no porque le asustara la oscuridad, sino porque sentía la necesidad del contacto de otro cuerpo junto al suyo, bien para conciliar le sueño, bien para amar. Loman Sinan se quedó un rato observando desde la puerta a Manuel Skye que estaba tumbado en la cama. Se fijó en el voluminoso paquete que seguramente se le estaba formando a consecuencia de algún excitante sueño húmedo, tan grande que le hacía una buena sombra en el muslo.
Se acercó a la cama y le acarició desde los pies hasta sus curtidos y marcados abdominales, se tumbó a su lado y le dio unos besitos de buenas noches en la boca para llamar su atención y despertarle. No se dio cuenta, pero al hacerlo el paquete de Manuel se infló hacia arriba poderosamente. Manuel le agarró la mano y la condujo hacia su enorme protuberancia.
Los besos le gustaban y le ponían bien cachondo, pero prefería que la boca de su chico estuviera en otra parte más íntima. Tiró de la goma y le dejó ver su despampanante pollón. Le encantaba ver su cara de asombro cada vez que se sacaba la chorra de los calzones. Y no era para menos, porque su rabo era olímpicamente brillante. Largo, grande, enorme y gordísimo, acompañado de unos cojones con los que uno puede llenarse la mano entera.
Loman nunca sabía por dónde empezar a comérsela. Una buena opción era cogerle el joystick y masturbárselo mientras se decidía, pero esta vez decidió comenzar por los huevos. Mientras lo hacía, Manuel le apartó la cara para enseñarle un secretito. Se agarró la polla con la mano, se la estrujó haciendo correr el pellejo hacia arriba hasta esconder su capullo con él y una gotita de precum apareció de la nada.
Plantó la yema de un dedo encima de la raja del cipote y lo levantó llevándose consigo una jugosa hilera cargada de calcio que le dio a probar. Loman se metió todo el dedaco de su chico en la boca saboreando ese pedazo de puro amor. Como se quedó con ganas de más, se metió la polla dentro de la boca y empezó a mamar para conseguir su recompensa.
La tenía jodidamente grande. La sensación de tener la boca llena de rabo le volvía loquísimo y le hacía tragar más. Intentó colársela hasta el fondo. Agarró a Manuel por las bolas desplazándoselas hacia arriba, forzando la entrada de ese mástil por el interior de su boca. Estiró la lengua hacia afuera dejando hueco, saboreando el tronco mientras el pollón invadía su garganta y le dejaba sin respiración.
Un dedo juguetón se metió por el hueco de su culo haciéndole gemir de gusto con todo ese tronco dentro de la tráquea. Se metió entre sus piernas para poder comérsela mejor y mirarle a los ojos mientras lo hacía. Le comió los huevos uno a uno succionándoselos, posó una mano sobre su torso para percibir las onduladas dunas de sus abdominales que tanto le gustaban y entre los dos se ayudaron para que la polla calzara una y otra vez dentro de su garganta.
El falo de Manuel estaba preparadísimo para perforar agujeros, pero antes de eso, se marcaron un sesenta y nueve para darse amor mutuo. Loman siguió tragando rabo, que se le daba de puta madre comérselos así de grandes. Manuel sacó la lengua de su boca, la puso lo más rígida que pudo, agarró el trasero de Loman empujándolo hacia adelante y hacia atrás de tal modo que cuando hacía contacto con sus morros le metía una folladita bien rica por el ojete.
Loman dio la espalda a Manuel, se sentó sobre sus piernas, alargó una mano para atraparle la polla y la condujo hacia su preciado agujero, metiéndosela dentro sin condón. Gimió de puro gusto. Al sentirla apretadísima, Manuel dobló las rodillas, pues un macho como él, nacido para empotrar, sentía la llamada de la naturaleza y necesitaba meter un buen empuje.
Le enculó desde abajo, le hizo suyo completamente cogiéndole por los muslitos y dejándolo en volandas, apenas con la parte baja de su espalda apoyada sobre su vientre, metiendo la polla dentro de su hueco, estrujándoselo como si fuera una nube de caramelo blandita. Con el movimiento, las pelotas de Manuel daban el espectáculo y las campanadas, desplazándose grácilmente hacia arriba y hacia abajo, cargadas de potencia.
A Manuel el agujero empezaba a quedársele ancho a medida que lo abría a pollazos. Abrazó a Loman recogiéndole las piernas, dejándole sobre su cuerpo hecho un ovillo como si fuera un jamón ibérico y así, con las piernas apretaditas y su agujerito mucho más, le metió otra lujosa follada. Casi sin darse cuenta, Loman ya se había tragado por el culo la polla entera.
Siguieron dándose la espalda. Esta vez fue Manuel el que se puso de rodillas detrás de Loman para empotrarle y darle por culo por la retaguardia. A pesar de tener el ojete bien abierto, Loman la sintió diferente, como si volviera a empezar y esa polla se hubiera vuelto más bicha y más grande todavía. Sería por la postura, pero sintió ese falo gigante penetrando por las paredes de su esfínter y tocándole todos los puntos de placer imaginables.
Acabó gimiendo y besándo las sábanas, perdiendo la cordura por completo. Manuel le sacó de ese estado, agarrándole con una mano por el vientré, incorporándole y abrazándole por detrás, dejando que notara en su espalda el contacto de su torso caliente y firme, sus músculos, ese delirante roce de las tetillas rígidas de sus pectorales contra sus paletillas.
Pero Loman volvió a caer rendido de gusto. La postura de sumisión de Loman hizo que Manuel se enganchara aún más a ese tio. Se puso de pie en la cama, dobló las rodillas para seguir metiéndosela atrapando el culazo entre sus muslos y le protegió como mejor sabía hacerlo, bombeándole el culo con el rabo y estampando sus bolas cargadas de semen sobre su pandero.
Por primera vez en mucho rato, Manuel la sacó de su agujero. Antes de tumbarse en la cama para que Loman se empalara la polla e hicieran el amor juntitos mirándose e intimando frente a frente, se dio el placer de mirarle la abertura del hueco. El chaval tenía un hueco de al menos dos centímetros de dilatación. Teniendo en cuenta que cuando empezaron, estaba totalmente cerrado, dilatarle todo eso había sido todo un logro.
Vaya que sí, que hacerlo frente a frente, sintiendo la respiración y el goce de otro tio en la cara, su cuerpo tan cerca del tuyo, su larga verga rebozándose por tus abdominales, era para volverse loco y soltarlo todo. Es lo que casi le pasó a Manuel, que llegado un momento, tuvo que coger a Loman por las caderas y levantarlo para que la polla saliera y respirar hondo, porque sintió cómo una oleada de placer le recorría la espalda a punto de llegar a su rabo.
Dispuesto de nuevo, le infló el culo con la polla y el rabo de Loman, que lo tenía de gran calibre también, no paró de danzar por los abdominales de Manuel, dejándoselos mojaditos de precum. Manuel supo que de seguir así, le iba a inflar el culo pero de leche. Antes de que eso ocurriera, le agarró y, sin sacar la polla de su interior, se puso en pie y se lo folló en volandas, impulsando su cuerpo hacia arriba para que la gravedad hiciera el resto y ese chaval quedara completamente empalado a pelo en su rica verga.
De la misma forma que lo había cogido para ventilárselo de pie, volvió a dejarle tumbado bocarriba en la cama y le enfiló la polla dentro del culo dejando que se cascara una pajita. Manuel no pudo aguantarlo más. Sacó el rabo del interior y se lo pajeó cerca de la entrada, observando cómo ese agujerito latía por él, abriéndose y cerrándose.
Un primer flujo de lefa blanca salió disparado en varias direcciones mojándole el pandero y los muslos. A ese le siguió otro de mayor potencia que fue directo a la cara y el cuerpo de Loman. IMposible verlo venir, porque con cada descarga, la leche salía disparada en varias direcciones. Loman se dedicó a disfrutar, a sentir los mecos calientes y caldosos deslizándose por sus nalgas y su caderas. Descargado de placer, Manuel metió nuevamente la polla ahora inseminada dentro del culo y recogió lefa para dar de comer a Loman de su leche con sabor a hombre.