A menudo Rafael Alencar lo flipaba al verse delante del espejo con la pija completamente empalmada. No había visto una polla más grande en su vida y encima tenía que ser la suya. El problema llegaba todas las mañanas, cuando con la trempera mañanera tenía que enfundarla en unos ajustados pantalones. Intentaba pensar en otra cosa que no fuera pegarse unos buenos pajotazos para descargarla y hacerla volver a dormir, cosa que le iba a llevar mínimo diez minutos, así que se vestía por arriba y para cuando llegaba a ponerse los pantalones al menos ya estaba algo más relajadita.
Tener una polla tan exageradamente larga, gorda y grande no era fácil. Sí, en el amor tenía mucha suerte, pero con el rabo duro, cualquier traspiés hacía que fuera tirando cosas dándoles pollazos a diestro y siniestro. No ayudaba que su compañero Devin Franco fuera gogó y llegara a primera hora de la mañana enseñando su fibrado y musculado torso directo a la ducha. Entre ellos no había puertas que valieran y sin ningún pudor se iban desnudando nada más llegar a casa en dirección a la bañera.
No había forma, si Rafa se retrasaba un par de minutos y le veía entrar, los ojos se le iban solos y tenía que echarle un polvazo. Así acababa siempre, llegando tarde al curro, pero prefería meter a ese chulo una buena follada antes de concentrarse en el trabajo. Se desnudaba, entraba como un elefante en una cacharrería en el baño, con su gigantesco miembro dando bandazos meciéndose entre sus piernas y con eso ya conseguía despertar el apetito sexual de ese mamón, que daba igual cuántas pollas se hubiera comido esa noche en el escenario y en el baño, siempre tenía hueco para algo tan grande en su boca y en su culo.
Devin nunca se acostumbraría al tamaño de esa enorme polla dentro de su boca. No era grande, era tremendamente enorme. Rafa era un cabrón y siempre le exigía más, que se metiera todo ese trozo de carne por el fondo de la garganta. A veces hasta le rodeaba la cabeza entre sus piernas y le obligaba a tragar dejándole sin aliento. A Devin no le importaba que lo tratase como a una buena puta obligándole a tragar a fondo, ni que se le hincharan las venas del cuello, la cara se le pusiera roja como un tomate por el esfuerzo ni que las lágrimas acudieran raudas a sus ojos.
Miraba su picha de tamaño normal, algo arrugadita por le contacto del agua, luego echaba un ojo al gigantesco pollón de Devin y siempre acababa por preguntarse de dónde provenía esa abismal diferencia de tamaño entre los penes de los tios. Se lo preguntaba hasta que ponía el culo y Rafa le metía toda la tranca a pelo por detrás. Nadie le dibujaba un agujero en el ano tan grande como él y ya se había acostumbrado al embite de sus embestidas, a que le dejara un buen diámetro en el ojete que le impedía sentarse a gusto durante el resto del día.
Entre follada y follada, esta vez más calmadamente en el sofá del salón, volvía a comerle la polla y se la calzaba dentro del culo, montándole, cabalgándole, haciéndole una buena paja porculera. Terminaba hecho un ovillo en el sofá, con las piernas juntitas y el culo bien abierto, para que Rafa le penetrara a fondo desde arriba taladrándole el ojal, para pajearse y acabar corriéndose encima de gusto.
Pelársela primero le permitía disfrutar del espectáculo del pollón de Rafa corriéndose y expulsando semen. Le encantaban esos chorretes blancos y espesos que le salían por la punta del gigantesco pene, como si los controlara a voluntar para ir ensuciándole todo el cuerpo, desde las pelotas hasta la cara, dejándole encima pegotes y más pegotes de esperma. Terminaba chupándole el delicioso cipote mojado de crema. Toda esa leche condensada mojando su boca, terriblemente deliciosa.
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