Pedazo de polla que se le marcaba a Pol Prince por debajo de la toalla. La tenía durita porque alzaba un poco la parte delantera, dibujando el contorno de un rabo bien largo. Manuel Reyes pensó que esa mañana tomaría un baño de forma relajada, pero con ese chaval rondando por la casa era imposible cerrarse de piernas ni mantener la boca cerrada.
Pasando una mano por la parte frontal, Pol se aseguró de remarcarla bien. Cuando se quitó la toalla, la realidad superó todas sus fantasías. Debajo de unos buenos pelazos negros en la base, colgaba una polla morcillona de gran calibre, larguísima, colgándole entre las piernas y contoneándose delante de su cara, descapullada, con un cipote delicioso para empezar a metérselo en la boca.
Para cuando Pol metió un pie en la bañera, su pene había crecido todavía más y ahora lo tenía apuntando hacia el frente, a punto de ponerse completamente duro. Manuel se levantó y se llevó una buena estocada de rabo en todo el vientre. Rompieron la distancia de seguridad de veinte centímetros que les apartaban y se dieron el lote dejando que sus pirulas campasen a sus anchas rozando sus muslos.
Guapos, musculaditos, bien dotados, Manuel no pudo resistirse a agacharse el primero y comerse esa pollaza tan larga que le había dejado sorprendido. Sabía bien que la ocasión la pintaban calva y que cuando un rabo está morcillón es la oportunidad perfecta para degustarlo hasta los topes, por eso se merendó la polla de Pol hasta los huevos ahora que podía, porque esa lanza tenía pinta de que cuando estuviera dura no habría boca que pudiera domarla.
Chupársela a ese guaperas fue todo un placer para los sentidos. Le gustaba todo de él. Su carita, sus ojazos, cómo le miraba, su torso definido marcando abdominales, sus brazos algo peludetes, sus manos grandes y fuertes, cómo se la cascaba delante de él, sobre su cara, la perfecta forma de su larguísimo pirulón. Después de engullirla como un demente, le dio la espalda y le regaló su precioso culazo redondito y blanco.
Tenía buena lengua el cabrón. Pol se puso detrás de Manuel como un perrete y empezó a comerle la raja a lametazos, sacándola entera y propinándole una relamida que empezaba en el nacimiento de los cojones y terminaba por encima del ojete. Deliciosa. Si Manuel ya tenía el agujero abierto, con el contacto de esa lengua húmeda y experta se le dilató algún que otro centímetro, algo que, a juzgar por el tamaño del rabo de Pol, nunca estaría de más.
Entre el agua calentita, el agua enjabonada y el buen hacer de Pol, su polla entró dentro de ese culo tragón como la seda, de una sola tacada, limpiamente desde el cipote hasta que le cascó los huevos en la raja. Las manos de Pol en sus caderas, haciéndose dueño de su cuerpo, separándolo y atrayéndolo, penetrándolo sin condón, empalando el culazo en esa polla dura y enorme llena de vida.
Pronto descubrió que el culazo de Manuel era un puto vicio y Pol se descubrió a sí mismo follando a saco sin poder controlar su deseo. Comprendió que ese trasero estaba hecho para bombear pollas, para deslecharlas vivas, para volver loco a cualquier hombre que osara explorar su interior. Pero Pol tenía buen aguante y le gustaban los retos complicados. Se tumbó en la alfombrita que tenían justo al salir de la bañera, empujó su polla hacia adelante poniéndola en vertical y dejó que Manuel se montara en ella clavándosela por el hueco.
Ahora no tenía el control. Estaba entre la espada y la pared, entre le suelo y ese culo que no paraba de pajearle la polla con cada salto. Si miraba un poquito hacia abajo podía ver el rabaco de ese chulo rozándole el vientre. En cuanto sintió que le rezumaba un poco de precum por la polla, cogió a Manuel por las nalgas con ambas manos, dobló las rodillas y le metió una enculada desde abajo. Las nalgas apretadas contras los muslos, dominado, bien follado.
Penetrarlo con tanta fuerza hizo que Manuel acabara sobre Pol, besándole, los dos juntitos, sintiendo el calor de sus cuerpos. Manuel ocupó el lugar de Pol sobre la alfombra, levantó una pierna abriendo su culito y Pol inclinó la polla buscando su agujero para blandirle esa hendidura hecha a su medida. Mientras Pol empujaba y se lo zumbaba, Manuel se recreó en su cuerpazo, morenito, en la marca blanca de los calzones, alargó un brazo y le sobó el torso entero, deteniéndose entre los pectorales y el abdómen, fuerte, musculoso, potente.
Se corrió encima del gusto y mientras lo hacía, mientras se dejaba la leche encima y miraba cómo le salía del rabo, Pol le cogió los muslos y le penetró con más fuerza. Pol se levantó y se sentó en el borde de la bañera. Manuel se acercó a él y se puso a un lado de rodillas acercando la cara a su miembro. Pol uso una mano para pajearse con la punta del rabo apuntando hacia la cara de Manuel y con la otra poniéndosela por detrás cogote para que no se escapara.
Le puso los morros finos. Empezó a escupir leche a punta pala por esa pollaza mojándole el bigote, la barba, la carita, dejando un buen depósito sobre su lengua aprovechando que la tenía por fuera con la boca bien abierta. La lefa colgando por su barbilla. Manuel le cogió la polla con la mano y se la metió dentro de la boca saboreando los últimos mecos calentitos. Ese cabrón siempre conseguía que se tuviera que bañar dos veces.